Absoluta Virtute

XXI

—No... No es su reina. Es MI reina. Nico-san, por lo que más quiera, diga que no. Usted es inteligente... Usted es... Es la mujer que amo.

Sintió que el corazón se le iba a salir del pecho, y que la vena en su frente explotaría, apretó los dientes. Robin estaba estupefacta. Le tomó cada onza de paciencia que tenía no recriminarle aquel atrevimiento, pensó en que los demás monarcas estaban afuera, notó un dron tomarle una foto.

—Mierda... Esto será comidilla para las malditas revistas... Príncipe Dellinger, agradezco mucho su propuesta, pero me temo que no puedo aceptarla. Como reina me debo a mi pueblo, y un casamiento con el príncipe de otra nación significaría renunciar a parte de nuestra soberanía.

—No, no me dé una respuesta aún —respondió, poniéndose de pie, y poniendo la caja en sus manos—. Me explico. Sé muy bien de la situación por la que está pasando. Tengo un equipo de inteligencia que trabaja arduamente investigando a los países aledaños al reino de Spider Miles. Como sabrá por nuestras conversaciones, en mi país se le considera débil al rey si no tiene a una reina. Es por eso que ando en búsqueda de una esposa, una que cumpla con los estándares de mi reino, y pienso que usted es la indicada. Es inteligente, sus decisiones de gobierno han sido acertadas en su mayoría, y su carácter me ha conquistado, sin hablar de su inmensurable belleza. Aprovechando que he estado aquí, he descubierto algunas cosas, como que está en la quiebra monetariamente, o que su poder se ve limitado por otros poderes. Lo que busco es una alianza que nos beneficie a ambos. Si se casa conmigo, puedo ayudarla a derrotar a sus enemigos, puedo darle el presupuesto que necesita. Yo a cambio recibo mayor influencia política y la posibilidad de acceder y permanecer en el trono por más tiempo, nuestra monarquía es parlamentaria y electiva, así que no tendría que preocuparse por un heredero. Y no me entrometería con los asuntos de Una Pars, firmaríamos un acuerdo para ello. Piénselo bien, una alianza entre nuestros países podría ser muy beneficiosa para ambos, no sólo personalmente, sino nacionalmente. La economía crecería, habría mayor estabilidad, la gente tendría una mejor calidad de vida. Y usted tendría que dejar de estar acompañada de un guardaespaldas las 24 horas, podría vivir segura.

—Su alteza, yo no--

—Le había pedido que me llamara Dellinger.

—Dellinger-sama. No puedo hacerlo. Mi corazón le pertenece a--

—Si está enamorada de alguien, tampoco sería un obstáculo. Creo que es algo obvio, pero me decanto más por los hombres. Y sé de los rumores de su amorío con su guardia. No sé qué tan cierto sea, y prefiero no meterme en ello, ya que no es de mi interés, pero el matrimonio sería sólo para la apariencia pública. Detrás de cámaras, usted podrá ser libre de estar con quien quiera. Sólo tendríamos que hacer una que otra aparición al mes, así que estaría aquí la mayor parte del tiempo.

—Mi corazón le pertenece a mi reino —dijo, cuidándose, no había olvidado la presencia de Zoro, tampoco iba a confesarle sus sentimientos de aquella manera—. Aprecio que me tome en cuenta, pero es mejor que busque otra opción. Yo no sirvo para circos mediáticos, esto no dará resultado.

—Shh, ya le dije que no me dé respuesta ahora. Tenga, conserve el anillo, y piénselo bien. Volveré en febrero a visitar, escuché que el baile de corazones se acerca. Hasta entonces, por favor póngalo todo en una balanza. Le ofrezco recursos ilimitados a su disposición, y libertad de accionar. Por ahora, la dejo para que se reponga, sé que debe haber sido una sorpresa. Buenas noches, mi reina.

—Nico-san no necesita de su ayuda —le susurró Zoro, con los brazos cruzados, mientras el hombre pasaba de vuelta al gran salón—. Le sugiero que la deje en paz.

—Deberías dejar que ella lo decida. Después de todo, es la reina, ¿no? Tú sólo eres su escolta. Descuida, no voy a quitártela, si es lo que te preocupa.