El capricho se impregnaba en el aire cálido del cruel y frío ambiente. Ironía había por donde se le viese, por ello nadie se molestaba en cuestionar nada. Acatar órdenes de manera correcta, era llegar viva a la siguiente mañana.
Una vez te acostumbras, se vuelve un desafío; un anhelo; un privilegio y algo que agradecer al final del día. Por eso, Manreet siempre agradecía. Agradecía estar viva dentro de aquel lugar de pecados e inmundicia. De tentaciones y obstáculos puestos apropósito por las verdugas amas y señoras de la casa. De la Casa Dimitrescu.
Porque sí, debías agradecer. Siempre ser atento a los escasos y milagrosos tratos gratificantes que te otorgaba el destino. No importaba a quien le reces. O eras una pobre novilla, o eras comida. Y a los ojos de las señoras de la casa, no era muy grande la diferencia. Pasar de novilla a comida era muy sencillo, ahora, pasar de comida a novilla, era imposible. Una vez se te arrebataba la oportunidad de ser un ser vivo, no había retorno.
Y Manreet lo sabía, por eso agradecía. Cada plegaria a Dios siempre tenía implícita la gratitud hacia la benevolencia del destino, y la pena de saber que serías de las pocas que tuvieron suerte. Un día la joven que tenías a tu lado hablándote, y consolándote entre tanta miseria, era tu amiga, y al día siguiente, te la encontrabas sobre la mesa de la cocina; irreconocible y pronta para ser servida.
Por más miserable que era esa vida, aún así cada muchacha agradecía, porque muy en el fondo, existía el consuelo esperanzador de que quizás, en algún lado, había alguien pasándolo mucho peor tú y que ellas.
Y por ello también debías agradecer.
Pero los gritos de esas niñas no sonaban para nada a jovencitas agradecidas.
─¡Madre, por favor, esto es injusto!─ reconocería esa voz en cualquier lado. Era la mediadora de Bela; Bela Dimitrescu. La hija mayor de Alcina.
Dios, incluso enojada uno podría caer ante los encantos que acredita su presencia. Encantos que no venían al caso, y por ello Manreet recitó diez veces un versículo de la Biblia en su cabeza, y continuó trapeando la sangre que sobre el suelo había sido esparcida. Sí, había visto cuando el cuerpo fue llevado a la cocina. Esa debía ser Margarita.
Ah, Margarita. Que joven tan agradable, aunque hablaba mucho y se iba por las ramas fácilmente, quizás por ello estaba muerta. Manreet no quería saber, porque seguía pensando en Bela.
Tontas ilusiones de una criada. La rubia jamás le prestaría un gramo de atención ni para escoltarla fielmente a las mazmorras. Probabilidades de que una Dimitrescu se sintiera encantada por una sirvienta, y no fuesen para destriparla o para jugar un corto tiempo con ella, eran casi inexistentes.
La única que coqueteaba con sirvientas comúnmente, era Daniela. Agh, cuanto la repudiaba. Era la típica escuincla mimada que grita y patalea por atención. Sí o sí debe acaparar las labores de las pobres condenadas siervas de aquella casa, con tal de obtener aunque sea algo de desquite para su frustración sexual y promiscuidad notables.
Menos mal que las Dimitrescu no leían la mente, porque sino hace bastante tiempo Manreet estaría tiesa.
─Ni una palabra más. Tus objeciones no son válidas, Bela. No puedes pretender siempre tener la razón, por favor. Eres la mayor. Admite tus errores y sé un buen ejemplo para tus hermanas─.
Esa debía ser Alcina, seguramente. Siempre discursando y fingiendo diplomacia ante todo, y bien sabía que su Casa era una carnicería. Pero sí, diplomacia. Claro que sí, Señoría.
─Madre, escúchanos─ ah, la firme y siempre venenosa voz de Cassandra. Extrañas eran las ocasiones en las que la discusión se tornaba con Bela y Cassandra de aliadas ─Estás siendo demasiado blanda con Daniela. Fue su culpa haber dejado la puerta abierta ante las nuevas jóvenes recién llegadas. Era evidente que aprovecharían cualquier descuido para salir dispersadas en busca de la libertad. ¿Por qué Bela y yo debemos pagar por el error de Daniela y su indiscutible incompetencia?─.
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Perfidia • 〚 ᴰᵃⁿⁱᵉˡᵃ ᴰⁱᵐⁱᵗʳᵉˢᶜᵘ ˣ ᴼᶜ 〛
Fanfiction❝ Mujer, si puedes tú con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez, te he dejado de adorar...❞ Órdenes son órdenes. Peticiones son oportunidades. Juegos son perdición asegurada. O eso pensaba la esclava griega que vivía esquivando a las señorita...