Describir el estado del ser humano al pasar de la negación rotunda a una cansada aceptación es ciertamente complicado. Quedarse corto de detalles es muy probable, y, ciertamente, las emociones son ambiguas y confusas entre sí. Manreet solo podría confirmar que algo en su ser estaba acentuándose, y eso era la verdad que no quería ver y por la cual se obligaba a creer que estaba ciega.
Y esa verdad, era tan cierta para ella, como escalofriante.
Sentía miedo de sí misma. De sus propias pasiones. De la volubilidad de sus sentimientos. De lo ambiguos que eran sus pensamientos y la moral en estos. De lo sencillo que era romper su palabra cuando decía estar segura sobre lo que por dentro era ella.
La farsa había trascendido más allá de un juego de hermanas. Ella como marioneta también se había visto afectada por la tensión de aquellas cuerdas que la ataban, y que con el tiempo fueron volviéndose más ligeras, hasta el punto de olvidar que allí estaban, y darle la libertad a su cerebro de elegir cómo hacer que a continuación actuara.
Fue una tonta al cegarse en ello, pero realmente sentía miedo. Miedo de ser herida. Miedo de herir a alguien. Miedo del peso de sus sentimientos. Miedo del peso de los sentimientos ajenos. Miedo del qué tan lejos podría dejarse llevar por otra persona, y miedo de lo lejos que llegaría ella por sí misma.
Manreet nunca fue una devota cuando se trataba de cuestiones tan complejas y normalizadas como lo era el saber qué es lo que quería. No se comprendía a sí misma, y menos a sus sentimientos.
Se guiaba por impulsos, a fin de cuentas, y ahora, los impulsos más latentes eran los de su corazón latiendo, y los de su cerebro diciéndole que acepte de una vez la realidad que negó ver. Ella no había mentido cuando estuvo frente a Alcina Dimitrescu, ni ante Daniela.
De verdad había caído por ella, y mucho más allá de una amistad o un juego platónico.
Ella estaba enamorada de Daniela, y recién lo aceptaba.
Se sentó en un rincón de un pasillo, donde no podrían molestarla, y justo cerca de unos pilares de mármol. Escondió su cabeza entre sus rodillas y brazos, y trató de concentrarse en sus pensamientos. Enfrentarlos era la parte más difícil de su día a día, después de todo, porque Manreet siempre intentaba evitar conversar consigo misma.
Y ahora maldecía mientras apretaba los puños y pensaba en toda clase de blasfemias. ¿Por qué demonios debía pasarle esto? ¿Por qué se había permitido ablandar por una asesina? ¿Por qué rebajó tanto su moral hasta el punto de considerarla humana? ¿Por qué tenía que traicionar sus propias promesas?
Ella posiblemente jamás aceptaría un amor de esa clase. Que las demás dijesen lo que quisieran decir. Ellas no sabían. Ellas imaginaban un simple romance bobo de ama y sirvienta privilegiada que lo pasaba fantástico en un castillo-carnicería, y presumía de ello. No reconocían el temor que a sí misma Manreet se tenía al ver lo bajo que había caído. Lo lejos que se dejó llevar por un tonto juego. Había jurado ante la mismísima Lady Dimitrescu que moriría por una de sus hijas. ¿Qué mierda había sido eso?
«No puedes haber mentido tanto», se recriminó absorta en sus pensamientos. «No eres capaz de llegar a tanto»
De cualquier manera, lo había dicho, y lo sintió como algo real. De verdad cayó por Daniela. ¿Ahora qué haría? ¿Ir a buscarla y fingir un romance de telenovelas como si nada pasara? ¿Como si no acabase de enfrentar lo mucho que se desconoce como persona, y lo flexibles y fáciles de romper que son sus propias promesas?
Estuviese bien o no -que eso era juicio ajeno respecto a su situación-, en realidad, Manreet no pudo eliminar las lágrimas en su rostro. Seguían saliendo, y posiblemente lo hacían porque había pasado demasiado tiempo reprimiendo un sentimiento muy fuerte y una verdad que la descolocaría tarde o temprano. Porque tenía miedo de sí misma y de lo que le podría pasar. Porque Alcina tenía razones buenas para temer por el bienestar de su hija, y ella como sirvienta se había comprometido a cosas que, ciertamente, se comprometió por el miedo del momento y el querer salvar su pellejo. Estaba la inseguridad en el fondo, de que posiblemente sería una maldita cobarde incapaz de defender a alguien que de verdad quería.
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Perfidia • 〚 ᴰᵃⁿⁱᵉˡᵃ ᴰⁱᵐⁱᵗʳᵉˢᶜᵘ ˣ ᴼᶜ 〛
Fanfiction❝ Mujer, si puedes tú con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez, te he dejado de adorar...❞ Órdenes son órdenes. Peticiones son oportunidades. Juegos son perdición asegurada. O eso pensaba la esclava griega que vivía esquivando a las señorita...