Capítulo 19: Pero no hay de otra...

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Desde que abrió los ojos aquella mañana, dedujo que efectivamente, sería un día muy especial comparado a otros. Y aunque no era cómo lo esperaba en un principio, así resultó ser. Ese día quedaría marcado como un antes y un después mucho más definitivo que todos los anteriores.

Pero ya se vería porqué.

Se rebulló entre las sábanas mientras buscaba abrazar al ser para el cual fue una fuente de calor toda la noche, o gran parte de esta más bien. Sorpresa suya fue abrir los ojos y, luego de acostumbrarse a la poca presencia de luz, ver que en efecto, Daniela se había ido.

Algo raro y decepcionante, pero supuso que la pelirroja tenía obligaciones que cumplir en la mañana, igual que ella como sirvienta en el castillo, por lo que se desperezó tratando de sentarse, mientras las sábanas se deslizaban por su blanca y desnuda piel, a medida que el sol iba proyectando pequeños haces de luz entre las cortinas de la habitación.

Bostezó permitiendo que sus pulmones se oxigenaran con mucha más intensidad de la normal, y luego se rascó la nuca, mirando entre la habitación oscura algún indicio sobre lo que tendría que hacer.

No le quedó otra que abrir las cortinas para encontrar parte de su ropa tirada en el suelo; a la Señora Escoba abandonada y seguramente agobiada por la intensa noche, y por supuesto, una pista de dónde estaría Daniela esa mañana.

Una nota sobre el tocador.

«Madre me ha llamado y Bela no está disponible para hacer mis tareas por hoy. Eres libre hasta las doce. Ven a la biblioteca cuando llegue la hora.»

Firmado con un «Siempre tuya, mi amante», la nota se resumía en claras indicaciones sobre lo que le brindaba bastante tiempo libre a Manreet, y lo que tendría que hacer cuando este se acabase. Quería aprovecharlo, por más que supiera bien que malo no era el tiempo pasado con Daniela, tampoco podía negar que realmente necesitaba un respiro.

Así que al vestirse provisionalmente con sus ropas, y llevarse a la Señora Escoba fuera de la habitación, su mañana libre se dio por iniciada.

─────────

No es que se creyese ama y señora del castillo, pero se tomó la libertad de invertir su tiempo como se le viniese en gana. Eran raras las ocasiones donde estaba completamente sola y por un tiempo prolongado, así que mucha idea de por cuál cosa específica iba a comenzar para entretenerse no tenía claro. Luego de la ducha tibia, y el cambio de ropa a la clásica vestimenta formal de las doncellas, con su atuendo negro y su delantal blanco, Manreet caminó por algunos pasillos solitarios esquivando a las demás doncellas, y buscó algo que limpiar.

Cualquier otra persona se habría puesto a leer algo; a invertir tiempo en sí misma arreglándose, o habría ido a la cocina a buscar algo que comer, mientras miraba por la ventana del comedor buscando tranquilidad en el frío paisaje. Pero no, Manreet consideraba más entretenido ponerse a limpiar. Al menos no se sentía tan parásita.

Así que con su plumero todopoderoso, comenzó a desempolvar los jarrones de cierta área del castillo, y posteriormente se enfocó en las telarañas de los cuadros. Lo último le parecía mucho más importante, puesto que tenía la leve sospecha de que las moscas de las Señoras podrían quedar atrapadas en dichas telarañas, y de cierta forma era una obligación encargarse de ello para que no pasara.

Tarareó un par de canciones; recogió trozos de jarrones rotos que guardó en los bolsillos de su delantal, y se perdió completamente y por milésima vez en sus pensamientos. Reflexiones del día. Recuerdos lindos como también traumatizantes, entre otros, hasta perder el hilo de la realidad casi por completo. Y así continuó por su recorrido en los pasillos hasta llegar al vestíbulo, donde se entretuvo encandilada por el precioso candelabro brillante que colgaba del techo; la luz la atraía cual polilla.

Perfidia • 〚 ᴰᵃⁿⁱᵉˡᵃ ᴰⁱᵐⁱᵗʳᵉˢᶜᵘ ˣ ᴼᶜ 〛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora