Capítulo 04: Mujer, si puedes tú con Dios hablar.

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Sinceramente, una grata sorpresa se llevó al leer en voz alta lo que Daniela disfrutaba de leer. ¿Realmente una Dimitrescu estaba tan encantada por tontos libros de romance?

Manreet de verdad comenzaba a tener curiosidad por ese intrigante ser, al que con molestia en su cabeza solía llamar a las cansadas "Daniela". La misma Daniela que sonaba menos molesta e incomodante dentro de su cabeza. No era gran cambio, pero, realmente sintió por momentos que le estaba leyendo un tonto libro a un ser humano normal, y no a un monstruo despiadado y cachondo.

Sí, los coqueteos estuvieron presentes cada cierto tiempo. Notaba por el rabillo del ojo cómo le estaba mirando Daniela. Esa sonrisa ladina y de disfrute, ante el gratificante resultado de sus planes bien ejecutados. Daniela estaba disfrutando haber cumplido tan mundano capricho, y ahora tener a la sirvienta que mostró interés por uno de sus libros favoritos, justo a su lado haciendo lo que suponía, la joven debería estar también disfrutando de hacer.

Y es que, ¿por qué no lo disfrutaría, si también disfrutó hablar de romance literario con ella en medio de un pasillo?

Bien, ¿cómo defines algo que es falso y cierto en parte, a la vez y en su totalidad?

No se puede. No puedes definirlo, y por ello Manreet entraba en un pequeño conflicto interno tras cada vez que le daba vueltas al asunto, e intentaba pensarlo. ¿Realmente disfrutó leer con Daniela?

Bien, esquivar sus coqueteos fue sencillo. Sus miradas las ignoró por completo, o eso le hizo creer a la pelirroja, y continuó haciendo lo que se le ordenó. Quizás hacerlo más monótono lograría causar que Daniela perdiese el interés, en esa boba idea de tenerla tan cerca trabajando, y con los días le dé una responsabilidad o área de trabajo más cómoda.

Aún así, era una batalla perdida contra su orgullo, porque no la había pasado tan mal cómo lo imaginó. Mientras mantuvo su concentración en la lectura, Daniela jamás la tocó.

Eso le alivió. Al menos le veía con un interés un poco más prolongado, y no con la pura necesidad de satisfacer momentáneamente su hambre de intimar, y descartarla rápidamente después. No, Daniela le dio un plazo un poco más prolongado que solo hacía notar su extraña suerte. Debería alejarse de ella cuando la viese cachonda. Al menos así la mantendría a raya y podría hacer perdurar el interés que la pelirroja veía como algo mutuo.

Llegada la noche, los relojes sonaron en todo el castillo, y la hora de la cena llegó. Daniela se despidió de la sirvienta con una simple frase de coqueteo, y la insinuación de volver a verla pronto como una posibilidad.

Manreet simplemente aprovechó la oportunidad. Ni bien salió de la biblioteca, se escabulló asombrada de no haber sido derribada por ninguna otra Dimitrescu, y se dirigió a sus otras responsabilidades.

Debía esquivar a Cassandra y a Bela, si pretendía no tener que interactuar otra vez en el día con Daniela. Sí, eso sería lo mejor.


. . .


─¿Entonces?─ la voz suave de la joven sirvienta causó menos molestia en la impertinencia de tal pregunta. Lo cierto es que Aunitz siempre sabía cómo sacarle información a alguien; aprovechando su apariencia de niña tonta y bonachona. Manreet se sentía una buena maestra ante tal descubrimiento.

─Nada. Le ayudé a llevar sus libros. Organicé algunos estantes. Me hizo estornudar con el polvo como diez veces hasta que mis pulmones bailaron un pequeño vals entre mis costillas, y por último me dejó ir─.

Perfidia • 〚 ᴰᵃⁿⁱᵉˡᵃ ᴰⁱᵐⁱᵗʳᵉˢᶜᵘ ˣ ᴼᶜ 〛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora