Capítulo 21: Los últimos privilegios de la confianza (Parte II)

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Hubo una época en la que creyó que su vida no tenía mayor sentido que el de ser espectadora de sus propios sucesos. Los logros adornaban su apariencia como partes de un vestido demasiado grande para su pequeño cuerpo, y los fracasos se convertían en una espina punzante alrededor de la corona sobre su cabeza. Nunca estuvo hecha para aprender de los errores según creía; sino para sufrirlos y lucirlos en vergüenza.

Hasta que conoció a la mujer que rompía floreros y botellas de vino por accidente en el castillo, y aún así de sus errores se reía. Ella aprendía y los corregía cuando podía, pero no se sentía menos por equivocarse tantas veces.

Daniela fue una luz en la oscuridad sin darse cuenta. Un faro de esperanza para una marinera cuya barcaza iba a la deriva desde hace tiempo, en un océano tempestuoso bajo una eterna cantidad de vacío y lobreguez; su continua lucha consigo misma y sus errores. Su interminable noche oscura del alma.

La única criatura diferente entre lo que siempre la rodeó la mayor parte de su vida.

Una figura materna que se sentía distante y a la que siempre decepcionaba de igual forma. Una hermana mayor ejemplar respecto a inteligencia, practicidad y astucia, con quien siempre fue comparada. Una hermana menor que era un rayo de sol iluminando todo a su paso en el transcurso de su primavera inocente. Un padre amoroso pero que nunca la entendió. Amores sin sentido en el medio del camino y una vida simple en una granja donde fuera de sus labores y rutinas, nada tenía propósito. La paz a su alrededor la rodeaba pero dentro de ella un huracán de melancolía reinaba en silencio, ante todos ausente.

Nunca supo cómo llamar a esa pesadez abrumante que la acompañaba respecto a sus sentimientos; siempre callada y solitaria, sin saber cómo abrirse. Harta de los típicos «¿de qué estás cansada?» o los «¿para qué estás triste?». Nada tiene sentido, absolutamente nada cuando tu existencia parece ser innecesaria, cuando sabes que nadie se perdería de nada si no estás. Tú no te perderías de nada en absoluto.

Sintió como si una mano posada sobre su pecho empujara a su alma a lo más profundo de su ser, hasta perderse en el dominio de un cuerpo de carne y piel, que actuaba en automático para una mente propensa a perderse del presente en búsqueda de sueños que la despertaran. Siempre espectadora de sus acciones, buscando esa prudencia que su madre le hizo valorar cuando su vida comenzó a correr peligro. La moderación que supuestamente debe alcanzar un ser para que los extremos no lo maten, ¿pero es de verdad alcanzable el equilibrio en todos los aspectos de la vida?

Amar con moderación, por ejemplo. ¿Eso es posible realmente?

Manreet nunca amó, no de la manera apasionada y romántica que expresan los enamorados y describen en los libros de esa índole. Fuera del amor familiar o de amistad, Manreet nunca experimentó ese tirón en el corazón que se siente cuando una persona reconoce su lazo especial con otra, a la que aprecia de esa tan específica forma. El poder de algo más grande que un sentimiento y que con el tiempo conforma una gran decisión, como lo es amar a alguien y entregarse totalmente a ese ser. Desnudar todas tus virtudes y abrazar tus defectos; hacerle el amor al alma en un castillo con suelo de nubes y un techo cristalino conformado por sueños. ¿Un amante con moderación de verdad puede hacer todo eso?

Hay muchos mitos sobre el amor, desde que siempre tiene que doler hasta que uno soporta todo por ello. A menudo es confundido con dependencia o el deseo de poseer a alguien más; de decir que el amor es un sentimiento hasta una decisión egoísta que involucra marcar con posesividad.

Lo cierto es que el amor es tan libre como un ave en la naturaleza; cuando se lo aprisiona para que cante, perece rápidamente. Cuando se lo deja ir y venir, y uno confía en que el amor es recíproco, el ave regresa a cantar a su nido una canción que ningún otro amante en el cielo podría escuchar. Quien ama es libre de cuidar sus oídos mientras perfecciona el hábito de componer y cantar; de recitar aquella y solo aquella bendita canción escrita en un papel con tinta, en el que se pone una parte del alma para que otro o uno mismo reciba el mensaje. Porque amar es cuidar y ser cuidado, pero también es cuidarse. Es querer y ser querido; soltar y liberarse, pero a uno mismo jamás permitirse olvidarse.

Perfidia • 〚 ᴰᵃⁿⁱᵉˡᵃ ᴰⁱᵐⁱᵗʳᵉˢᶜᵘ ˣ ᴼᶜ 〛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora