Capítulo 02: Partir de un redondeo o un "ni siquiera".

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Los pasillos eran más frecuentados por las sirvientas, quienes parecían tener menos temor a vagar de un lado a otro, puesto que solo una de las hermanas merodeaba los alrededores. Cassandra y Bela se habían ausentado toda la mañana, al igual que cierta joven que erizaba los cabellos de su madre, tras no aparecer.

─Eugenia, escolta a las nuevas, Clementina y Elizabeth a la lavandería. Asegúrate de que Lady Cassandra se dirija a ti solamente, si es que necesita de ayuda─.

─Lady Cassandra está ausente. Puede contar con que no habrá problema, señora Anthea─.

─Bien. Ve a tu lugar, y asegúrate de que las demás jóvenes de la zona de Cassandra no se relajen demasiado con el trabajo, solo porque la señorita está ausente. ¿Entendido?─.

─Sí, señora Anthea─ la joven criada de alta estatura y cabellos oscuros, cruzó la puerta escoltando a dos jóvenes con atados de ropa en brazos.

Eugenia era una de las tantas infortunadas, que servía en la zona de la hija del medio de la casa. De allí partía la conclusión de que su actitud fría y metódica, había sido un medio necesario para asegurar la supervivencia mientras trabajase allí.

Lo cierto es que las criadas que más duraron en el castillo, se habían "contagiado" levemente de la personalidad de sus amas, principalmente de las que más solían encontrarse donde trabajaban.

Por ello, las criadas de la zona de Bela eran muy amables y pacientes. Las de la zona de Cassandra eran frías; organizadas, e implementaban estrategias para ofrecer un buen servicio. Y las criadas de Daniela eran... eran ejemplares. La mayoría fantaseaba con su ama, sí, pero también tenían muchas cicatrices en diversas partes del cuerpo gracias a ella, y lo imperdonable que consideraba la clase de errores que atentaban contra ella. Un buen ejemplo eran las cicatrices en el rostro que le dejó a las que llegaron a pisarle parte del vestido, o a mirarle mal.

Pero, en cuanto a actitudes se les caracterizaba también por ser muy eufóricas y osadas. Eran respetuosas, sí, pero normalmente eran las que se atrevían a hablar con alguna de las señoras de la casa, cuando nadie se animaba por simple miedo o por inercia.

Hablando de las siervas de Daniela, la puerta de la cocina se abrió abruptamente; asustando y casi petrificando a varias sirvientas de la zona, que agradecidas pero bufando contemplaron a la impertinente sirvienta.

─Despina, no patees las puertas. Esta es la decimoctava vez que lo reitero─.

─Perdone, señora Anthea, no quería causar infortunio. Me gustan las entradas dramáticas─.

─Sigue utilizándolas y serás parte de la cena si te llegan a ver. Estás al tanto, ¿no?─.

─Por supuesto. Vine a pedir la escoba. Lady Daniela rompió unos cuantos jarrones mientras volaba por los pasillos. Estoy segura de que fue accidentalmente, pero creo que alguien debería comunicarle a su Señoría sobre esto─.

─Déjala. Nuestra señora sabrá muy bien cómo educar a sus hijas. No creo que admita sugerencias. De cualquier forma, ¿dónde está la joven a la que mandé barrer?─.

─¿Margarita?─.

─Sí, ella─.

─Oh... pensé que la sopa estaba servida. Vaya, que holgazanas están en la cocina, ¿eh?─.

Anthea suspiró y apretó el rosario en su cuello. Otro de esos días en los que despedía a una pobre joven, que tendría la misma edad que sus hijas, y que muy probablemente no recibiría sepultura alguna, como todas las demás.

Perfidia • 〚 ᴰᵃⁿⁱᵉˡᵃ ᴰⁱᵐⁱᵗʳᵉˢᶜᵘ ˣ ᴼᶜ 〛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora