Capítulo 11: Improvisa, niega y espera.

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Ya estaba hastiada. Cansada. Adolorida. Ofendida. Y completamente harta de todo.

Maldita sea su suerte. Maldita sea su vida. Maldito sea el pueblo. Malditas sean sus compañeras. Maldito sea este plan horrible. Malditas sean las Dimitrescu. Maldita sea Bela. Maldita sea Cassandra, y maldita sea Daniela.

Bueno... Daniela quizás no tanto. Últimamente no era un dolor muy incómodo en el culo, o al menos no para ella.

Pero no estaba para maldecir ni bien despertaba, por ello Manreet gimió ligeramente de dolor, mientras retorció cada extremidad de su cuerpo y mantuvo los ojos cerrados. Intentaba localizar el pilar de mármol para saber si al final terminó dormida allí.

Tanteó con una mano todo lo que lograba hallarse a su derecha, y logró localizar el pilar, aunque al abrir los ojos, notó que no se hallaba detrás de este; oculta y donde la luz no lograba reflejarse. No, Manreet se hallaba del otro lado. La cara donde recibía toda la luz de los candelabros, y por donde pasaban algunas sirvientas mirándola y susurrando cosas inaudibles.

«Malditas perras envidiosas» pensó, mientras continuó estirándose aún sin poder siquiera sentarse, y retorció sus huesos hasta hacerlos crujir y sentir cada tirón en sus articulaciones.

Como toda una dama, finalmente chilló de dolor una vez logró sentarse, y continuó estirando todo lo que tenía adormecido. No tenía idea de si la habrían profanado o no, pero con su suerte y lo mucho que la quería el universo, probablemente sí.

No venía al caso. Tenía tareas y crisis existenciales que cumplir en el día, y quien sabría hace cuanto estaría dormida allí.

Gruñó molesta cuando notó en el reflejo de un candelabro, los garabatos que tenía pintados con una sustancia roja y oxidada en la cara y brazos.

─Que graciosas─ acto seguido mojó la palma de una de sus manos con saliva, y la restregó con rabia sobre sus brazos, frente, mejillas y pómulos, hasta que comenzasen a tornarse de un color rojizo a causa de la irritación en su piel por el roce extremadamente cálido.

¿Debería decirle a las hermanas la clase de bromas que parecían querer gastarle las criadas? No, quizás no. Bela había sido clara cuando le explicó en un principio la clase de repudio que generaría su actitud y sus privilegios como sirvienta, así que eso debía tomarse como no pretender hacerse cargo de las consecuencias de sus actos.

Lo mismo con Cassandra, aunque a esta jamás le pediría o reclamaría nada, sabiendo muy bien que ni siquiera le importaría si un día Manreet terminaba colgada por desgraciada, a menos que eso afecte sus fases del plan.

Y con Daniela, bueno... ¿qué le importaría a Daniela si una amante más era molestada por las demás criadas? Más sabiendo que Manreet no llegó a concluir nada con ella, así que probablemente tanto afecto de esta no debería tener. Daniela estaba en su mundo, y no valía la pena sacarla de este por... ella.

Una vez se puso de pie, fue directo a las duchas para higienizarse, puesto que no vería a Daniela oliendo a pollo sudado y masacrado por un palo oxidado. ¿A qué equivaldría ese olor? Manreet no lo sabía, pero sonaba interesante usarlo como comparación.

Primero iría a las duchas, luego a la cocina a desayunar y a buscar a alguna de sus amigas. Si no aparecía ninguna iría a la zona de lavandería para buscar su uniforme limpio, y luego vagaría por el castillo tratando de hallar la forma para adquirir conocimientos, y saber cómo comportarse siendo doncella privada.

Que asco le daba ser ella misma ahora.


. . .

Perfidia • 〚 ᴰᵃⁿⁱᵉˡᵃ ᴰⁱᵐⁱᵗʳᵉˢᶜᵘ ˣ ᴼᶜ 〛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora