Cicatrices

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- ¿Estás completamente segura de esto? - Era la tercera vez que Roy Mustang hacía la misma pregunta. 

- Completamente. Te lo dije después de la guerra y te lo vuelvo a repetir ahora: quema mi espalda, no quiero que nadie más vuelva a usar la alquimia de fuego. No después de lo que he visto. 

Ambos estaban en la antigua casa de Riza, en un pequeño pueblo del Este. ¿Quién iba a pensar que volverían a esa casa después de todo lo que habían pasado? Pero, aunque la casa seguía exactamente igual que cuando Riza la abandonó, después de la muerte de su padre, para unirse al ejército, ni ella ni Roy eran los mismos. Ambos habían sufrido demasiado pese a lo jóvenes que eran y ambos sabían que, para cumplir el sueño de Mustang de convertir el país en un lugar mejor, aún les quedaba mucho camino por recorrer. 

- Está bien -Roy seguía sin estar convencido del todo. - Lo haremos en tu dormitorio, quiero que estés lo más cómoda posible. 

Ambos subieron a la habitación en la que Riza dormía cuando vivía allí. La estancia era grande y, aunque sus únicos muebles eran una cama doble, una cómoda, un escritorio y un armario, era la más acogedora de toda la casa. 

La última vez que estuvimos en esta habitación recorrí cada parte de tu cuerpo con mis manos, ahora voy a dañarlo para siempre.  Pensó Roy mientras ambos entraban en la estancia. Al cabo de unos minutos, Riza estaba tumbada boca abajo en la cama, con la espalda desnuda y miraba fijamente a Roy, que había cogido la silla del escritorio y se había sentado frente a ella. 

- Riza, no me pidas que queme toda tu espalda porque no puedo hacerlo, no sin matarte. Así que voy a quemar las partes más importantes. No te voy a engañar, te va a doler mucho. Siento de antemano todo esto, de verdad. Recuerda, si quieres parar solo tienes que decírmelo y pararemos. Por última vez, ¿estás completamente segura? 

- Lo estoy -la voz de Riza era firme, si estaba asustada no lo demostró - puedes empezar cuando quieras. 

Roy se puso los guantes que le permitían realizar su alquimia de fuego y comenzó. El primer contacto con el fuego hizo que Riza soltara un grito que hizo que Roy se estremeciera, pero su mirada era firme, le decía que siguiera, que no parara ahora. Después de un segundo chasquido de dedos por parte de él, Riza se desmayó del dolor. 

Después de varios minutos quemando, poco a poco, la espalda de Riza, Roy consideró que todo lo importante estaba eliminado y comenzó a curar las heridas con vendas que había encontrado en el botiquín de la casa. Con una delicadeza infinita, fue poniendo un trozo de venda en cada herida y esperó a que Riza se despertara. En su interior rezaba porque las heridas no se infectaran, porque él no sabía nada de medicina y no sabría cómo explicar lo que había pasado a un médico. 

Sin embargo, la suerte no estaba de su parte y Riza comenzó a sudar. Roy puso una mano en su frente, estaba ardiendo. 

- Mierda -se dijo para sí mismo - tengo que bajar la fiebre como sea. -Rápidamente bajó hacia la cocina, cogió un cubo y lo llenó de agua fría. También cogió un trapo y más vendas del botiquín y subió de nuevo. Cuando llegó a la habitación rápidamente mojó el trapo con el agua fría y se lo puso en la frente. Cogió las vendas que estaban sobre su espalda, las quitó, lavó las heridas con otra venda y puso nuevos trozos limpios para taparlas. 

Roy sabía que, si la fiebre no bajaba en las próximas 24 horas, la vida de Riza estaría en serio peligro y no se separó de ella en durante todo el tiempo. Por fin, al día siguiente, a media tarde, la temperatura de la chica comenzó a estabilizarse y él puso sentarse en la silla a descansar un poco. 

Al anochecer, Riza abrió los ojos y lo primero que vio fue a Mustang profundamente dormido, sentado frente a ella en una silla. Estiró un poco el brazo y le tocó la rodilla. Él enseguida se despertó y ella pudo ver el alivio que inundaba su rostro al verla despierta. 

- ¿Qué ha pasado? - preguntó Riza. Tenía la voz débil. - Lo último que recuerdo fue el dolor. 

- Te desmayaste -contestó Roy- después comenzaste a tener mucha fiebre. Pensaba que te perdía. Has estado inconsciente un día entero. Pero la fiebre ha bajado. Te vas a recuperar. 

- Gracias por hacerlo, me has liberado de una enorme carga. -Los ojos de Riza estaban cerrándose de nuevo, aunque ella estaba luchando por mantenerse despierta. 

- Descansa -Roy se acercó hacia a ella y le dio un pequeño beso en la frente. - Yo cuidaré de ti. 

Siempre cuidaré de ti 

One Shots "Royai"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora