La calidad superior de la literatura anarquista, comparada con los escritos de otras escuelas sociales, consiste en su simplicidad de estilo. Mijail Bakunin, Elisee Réclus, Errico Malatesta y otros escribieron de un modo que sus ideas pudieron ser entendidas fácilmente por los trabajadores. Esto es particularmente verdad de Kropotkin y Malatesta. Sin embargo, sería verdad de que incluso ellos, apenas pensaban en el hombre medio, el hombre medio de mentalidad anglosajona. No se puede eludir el hecho de que existe una considerable diferencia entre la mentalidad del trabajador latina y la de su hermano en los Estados Unidos y en Inglaterra: el primero se ha empapado en las tradiciones y luchas revolucionarias por la libertad y otras causas, mientras que el último ha sido educado en las «bendiciones» del parlamentarismo. Por consiguiente, era esencial un tratamiento diferente, si se quería llegar de algún modo a la mentalidad anglosajona.
Fue este factor el que decidió a Alexander Berkman a escribir este libro El ABC del comunismo libertario y a escribirlo en el estilo sencillo de la conversación, un estilo que se dirigirá al hombre de la calle, cuyo conocimiento y uso del lenguaje inglés no va mucho más allá del estadio elemental, esto era lo más necesario, pues es precisamente el hombre de la calle el que está saturado con las nociones más extravagantes sobre el anarquismo. La prensa diaria se ha encargado de esto: un día sí y otro no, llenan a sus lectores con historias horripilantes de bombas, puñales, complots para asesinar presidentes y otras espeluznantes descripciones de esos terribles criminales, los anarquistas empeñados en el asesinato y en la destrucción.
Tampoco sería verdad asumir que tan sólo son las masas ignorantes de la humanidad las que están imbuidas con esas nociones estúpidas sobre el anarquismo comunista. Existe un número considerable entre las denominadas clases educadas que no han escapada al influjo funesto ejercido por la prensa capitalista y que no están más informadas con respecto al significado del anarquismo comunista. Aun cuando no ven más bombas y dagas en el aire, todavía se aferran a la creencia de que los anarquistas son individuos chiflados y que el anarquismo es una idea totalmente absurda, y que sólo cuando los humanos se conviertan en ángeles podría ser posible poner en práctica el anarquismo.
Toda esa gente necesita un libro de texto elemental sobre el anarquismo, un ABC, por decirlo así, que les enseñe los principios rudimentarios del anarquismo comunista y les estimule el deseo por algo más profundo. El ABC del comunismo libertario tenía la intención de servir este objetivo. Nadie que haya leído este librito negará que ha cumplido su propósito.
Había, además, otro motivo que impulsó a Alexander Berkman a emprender este trabajo. Era la necesidad urgente de una nueva orientación en la táctica revolucionaria, extraída de la Revolución rusa. Los anarquistas, lo mismo que todos los revolucionarios sociales se han impregnado con el hechizo romántico de la Revolución francesa. Todos nosotros creíamos (no me incluyo a mí misma) que la revolución social tenía un poder mágico no sólo para destruir el viejo sistema caduco, sino que podría, por su propia fuerza terrible, construir el nuevo edificio social. La Revolución rusa demolió este sueño romántico. Probó que, aunque puede elevar las masas hasta el mismo cenit del fervor revolucionario, no puede mantenerlas en esa altura durante mucho tiempo. El propio hecho de que Lenin y sus camaradas consiguieran en un espacio de tiempo muy breve alienar a las masas rusas de la revolución y que Stalin fuera capaz de mutilar a esta última del todo, mostraron que no bastaba el mero fervor revolucionario. Se necesitaba más para salvaguardar la revolución de las intenciones del Estado político de los nuevos amos de Rusia. Se necesitaba la voluntad para el trabajo constructivo, la preparación económica y social para dirigir la revolución hacia los canales por los que se tenía la intención de marchar.
Ninguno de los escritos anarquistas posteriores a la revolución ha intentado tratar la nueva orientación. Se le dejó a Alexander Berkman llevar a cabo esta tarea difícil, y sin embargo de la máxima importancia. ¿Y quién había tan eminentemente cualificado, tan capaz y con un entendimiento tan penetrante como para tratar debidamente un asunto así?
Ni en sus fantasías más exaltadas anticipó Alexander Berkman que la lección de la Revolución rusa, discutida por él con tanta habilidad en este volumen, se convertiría en un factor vital escasamente a los seis años de su creación. La Revolución española del 19 de julio de 1936 y la parte que desempeñaron en ella los anarco-sindicalistas y los anarquistas dotaron de un sentido mucho más profundo las ideas presentadas en el presente volumen de El ABC de comunismo libertario de Alexander Berkman de lo que su autor se atrevió alguna vez a esperar. Desde el primer momento mismo del 19 de julio, la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y la Federación Anarquista Ibérica (FAI) —las organizaciones más dominantes, ardientes y atrevidas— fueron las fuerzas que hicieron retroceder a las hordas fascistas de Cataluña. Su realización maravillosa es la primera de su género en cualquier revolución. Meramente hace patente la evidencia afirmada por Alexander Berkman con respecto a la necesidad imperativa de una preparación constructiva si la revolución social no va a repetir los errores del pasado.
¡Cómo se hubiera enorgullecido mi viejo amigo y camarada con la Revolución española, con la determinación heroica del pueblo de luchar contra el fascismo! Sobre todo, ¡qué compensación hubiera sido para él ver al pueblo español que daba señales de un sentimiento y una comprensión profundos del Comunismo Libertario! ¡Cómo hubiera sido esta rejuvenecedor para nuestro camarada y le hubiera dado a él nuevas fuerzas, nueva esperanza! ¡Si hubiera vivido tan sólo un poco más! Pero los muchos años en el exilio, las increíbles humillaciones a las que estuvo sometido, teniendo que suplicar el derecho a respirar a unos oficiales horribles, la lucha enervante y agotadora por la existencia, y su grave enfermedad se combinaron para hacerle la vida intolerable. Alexander Berkman odiaba la dependencia, odiaba convertirse en una carga para los que amaba, y de este modo hizo lo que siempre había dicho que haría: acortó su fin mediante su propia mano.
Alexander Berkman se entregó a su ideal y le sirvió resueltamente, excluyendo cualquier consideración de sí mismo. Si hubiera anticipado remotamente la llegada de la Revolución española, habría hecho un esfuerzo para continuar viviendo a pesar de su siquismo quebrantado y de otros muchos handicaps. La posibilidad de servir a nuestros camaradas españoles en su lucha valiente habría fortalecido su arraigo a la vida, pero el cielo político de Europa en junio de 1936 estaba tan nublado que no mostraba rayo alguno de esperanza revolucionaria y por ello la vida no tenía incentivo alguno para él.
Alexander Berkman yace sepultado en una tumba sencilla en Niza. Pero su idea había renacido en España el 19 de julio de 1936.
Londres, julio de 1937. Emma Goldman.
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El ABC del comunismo libertario
Non-FictionEl ABC del comunismo libertario es una de las obras fundamentales para comprender el anarquismo. En un lenguaje claro y directo, Alexander Berkman nos muestra los grandes males de la sociedad: el trabajo asalariado, el Estado, la religión, la guerra...