Una preparación adecuada, tal como se ha sugerido en las páginas precedentes, aliviará grandemente la tarea de la revolución social y asegurará su desarrollo y su funcionamiento.
Ahora bien, ¿cuáles serán las principales funciones de la revolución?
Cada país tiene sus condiciones específicas, su propia psicología, costumbres y tradiciones y el proceso de la revolución reflejará naturalmente las peculiaridades de cada país y de su pueblo. Pero fundamentalmente todos los países son semejantes en su carácter social (más bien antisocial): sean cuales fueren las formas políticas o las condiciones económicas, están edificadas todas ellas sobre la autoridad que invade, sobre el monopolio, sobre la explotación de los trabajadores. La tarea principal de la revolución social es por ello esencialmente la misma en todas partes: la abolición del gobierno y de la desigualdad económica y la socialización de los medios de producción y distribución.
La producción, la distribución y la comunicación son las fuentes básicas de la existencia; sobre ellas descansa el poder de la autoridad coercitiva y del capital. Privados de ese poder, los gobernantes y autoridades se convierten sin más en hombres ordinarios, como tú y como yo, ciudadanos comunes entre millones de otros. Realizar eso es, por consiguiente, la función primaria y más vital de la revolución social.
Sabemos que la revolución comienza con disturbios y estallidos callejeros: es la fase inicial que implica fuerza y violencia. Pero eso es meramente el prólogo espectacular de la revolución real. La larga miseria y afrenta sufrida por las masas estalla en desorden y tumulto, la humillación y la injusticia, mansamente soportadas durante décadas, descargan en actos de furia y de destrucción. Esto es inevitable, y es únicamente la clase de los amos la que es responsable de este carácter preliminar de la revolución. Pues es incluso más verdad social que individualmente de «siembra vientos recogerá tempestades»; cuanto más grande sea la opresión y la miseria a la que hayan estado sometidas las masas, tanto más ferozmente estallará la tormenta social. Toda la historia lo prueba, pero los señores de la vida nunca han escuchado su voz de advertencia.
Esta fase de la revolución es de corta duración. La sigue de ordinario la destrucción más consciente, pero todavía espontánea, de las ciudades de la autoridad, los símbolos visibles de la violencia y la brutalidad organizadas: cárceles, jefaturas de policía y otros edificios gubernamentales son atacados, los presos son liberados, se destruyen documentos legales. Es la manifestación de la justicia popular instintiva. Así, uno de los primeros gestos de la Revolución francesa fue la demolición de la Bastilla. De modo semejante, en Rusia fueron asaltadas las cárceles y fueron liberados los presos al comienzo de la revolución. La sana intuición del pueblo ve justamente en los presos desgraciados sociales, víctimas de las condiciones y simpatiza con ellos como tales. Las masas consideran los tribunales y los registros como instrumentos de la injusticia de clase y éstos son destruidos al comienzo de la revolución y con razón.
Pero este estadio para rápidamente; la ira del pueblo se apaga pronto. Simultáneamente la revolución comienza su trabajo constructivo.
«¿Realmente piensas que la reconstrucción podría comenzar tan pronto?», preguntas.
Amigo mío, tienen que comenzar inmediatamente. De hecho, cuanta más ilustración hayan recibido las masas, cuanto más claramente constaten los trabajadores sus objetivos y cuanto mejor estén preparados para llevarlos a cabo, tanto menos destructora será la revolución y tanto más rápida y efectivamente comenzará el trabajo de reconstrucción.
«¿No eres demasiado optimista?»
No, no lo creo. Estoy convencido de que la revolución social no va a «ocurrir sin más». Tendrá que ser preparada, organizada. Sí, ciertamente, organizada, lo mismo que se organiza una huelga. En realidad, será una huelga, la huelga de los trabajadores unidos de un país entero, una huelga general.
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El ABC del comunismo libertario
Non-FictionEl ABC del comunismo libertario es una de las obras fundamentales para comprender el anarquismo. En un lenguaje claro y directo, Alexander Berkman nos muestra los grandes males de la sociedad: el trabajo asalariado, el Estado, la religión, la guerra...