Cuando preguntas esto, el socialista te dice:
«Vota la candidatura socialista. Elige a nuestro partido. Nosotros aboliremos el capitalismo y estableceremos el socialismo».
¿Qué desea el socialista y cómo se propone conseguirlo?
Hay muchas variedades de socialismo. Hay socialdemócratas, socialistas fabianos, nacionalsocialistas, socialistas cristianos y otras calificaciones. Generalmente hablando, todos ellos creen en la abolición de la pobreza y de las condiciones sociales injustas. Pero discrepan muchísimo en cuanto a cuáles serían las condiciones «justas» y todavía más, en cuanto a cómo hacerlas llegar.
En estos días incluso meros intentos de mejorar el capitalismo se denominan con frecuencia «socialismo», mientras que en realidad son tan sólo reformas. Pero tales reformas no se pueden considerar socialistas, porque el verdadero socialismo no significa «mejorar» el capitalismo, sino abolirlo por completo. El socialismo enseña que las condiciones de los trabajadores no se pueden mejorar esencialmente bajo el capitalismo; por el contrario, muestra que la suerte del trabajador se tiene que empeorar continuamente con el desarrollo progresivo del industrialismo, de modo que los esfuerzos por «reformar» y «mejorar» el capitalismo son directamente opuestos al socialismo y tan sólo retrasan su realización.
Hemos visto en los capítulos que preceden que la esclavitud de los trabajadores, la desigualdad, la injusticia y otros males sociales son el resultado del monopolio y de la explotación, y que el sistema es mantenido por la máquina política denominada gobierno. Por eso no serviría de nada discutir aquellas escuelas de socialismo (impropiamente denominadas así) que no sostienen la abolición del capitalismo y de la esclavitud asalariada. Igualmente inútil sería para nosotros penetrar en algunas propuestas pretendidamente socialistas como «una más justa distribución de la riqueza», «igualdad de ingresos», «impuestos únicos» u otros planes semejantes. Estos no son socialismos, son únicamente reformas. Es mero socialismo de salón, como el fabianismo, por ejemplo, y, por consiguiente, no es de interés vital alguno para las masas.
Examinemos, por consiguiente, esa escuela de socialismo que fundamentalmente trata del capitalismo y del sistema asalariado, que se refiere al trabajador, al desheredado, y que se conoce como el movimiento socialdemócrata. Considera todas las otras formas de socialismo como no prácticas y utópicas; se denomina a sí mismo la única teoría sólida y científica del verdadero socialismo, tal como la formuló Karl Marx, el autor de El Capital, que es el evangelio y guía de todos los socialdemócratas.
Ahora bien, ¿qué se proponen los socialistas que siguen a Karl Marx, conocidos como socialistas marxistas y a los que, por motivos de brevedad, denominaremos simplemente socialistas?
Dicen que los trabajadores nunca pueden llegar a ser libres y seguros a no ser que quede abolido el capitalismo. Hay que quitar de las manos privadas, enseñan ellos, las fuentes de la producción y los medios de distribución. Es decir, la tierra, la maquinaria, las industrias, las fábricas, las minas, los ferrocarriles y otros servicios públicos no deberían ser poseídos privadamente, pues una propiedad así esclaviza a los trabajadores lo mismo que a la humanidad en general. Debe, por tanto, cesar la posesión privada de las cosas sin las cuales no puede existir la humanidad. Los medios de producción y de distribución tienen que convertirse en propiedad pública. La oportunidad para el libre uso suprimiría el monopolio, el interés y la ganancia, la explotación y la esclavitud asalariada. Serían eliminadas la desigualdad y la injusticia, serían abolidas las clases y todos los hombres se convertirían en libres e iguales.
Estos puntos de vista del socialismo están, por tanto, en completo acuerdo con las ideas de la mayoría de los anarquistas.
Los propietarios actuales —sigue enseñando el socialismo— no abandonarán sus posesiones sin lucha. Lo prueba toda la historia y la experiencia pasada. Las clases privilegiadas siempre se han aferrado a sus ventajas, siempre se opusieron a cualquier intento de debilitar su poder sobre las masas. Incluso actualmente luchan implacablemente contra cualquier esfuerzo de los trabajadores por mejorar su situación. Es, por consiguiente, cierto que en un futuro, lo mismo que en el pasado, la plutocracia se resistirá si intentas privarla de sus monopolios, de sus derechos especiales y de sus privilegios. Esa resistencia traerá consigo una dura lucha, una revolución.
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El ABC del comunismo libertario
Non-FictionEl ABC del comunismo libertario es una de las obras fundamentales para comprender el anarquismo. En un lenguaje claro y directo, Alexander Berkman nos muestra los grandes males de la sociedad: el trabajo asalariado, el Estado, la religión, la guerra...