XXV. La idea es lo importante

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¿Te has preguntado alguna vez cómo ocurre que el gobierno y el capitalismo continúan existiendo, a pesar de todo el mal y de toda la perturbación que causan en el mundo?

Si lo hiciste, entonces tu respuesta tiene que ser que se debe a que el pueblo sostiene esas instituciones y que los sostiene porque cree en ellas. Esta es la clave de toda la cuestión: la sociedad actual descansa en la creencia del pueblo de que es buena y útil. Está basada en la idea de la autoridad y de la propiedad privada. Son las ideas las que mantienen esas condiciones. El gobierno y el capitalismo son las formas en las que las ideas populares se expresan a sí mismas. Las ideas son la base; las instituciones son la casa construida sobre ella.

Una nueva estructura social tiene que tener una nueva base, nuevas ideas como base. Por más que puedas cambiar la forma de una institución, su carácter y su significado permanecerán el mismo, como la base sobre la que está construida. Mira de cerca de la vida y te darás cuenta de la verdad de esto. Existe toda clase y formas de gobiernos en el mundo, pero su naturaleza real es la misma en todas partes, lo mismo que son iguales sus efectos: siempre significa autoridad y obediencia.

Ahora bien, ¿qué hace que exista el gobierno? ¿Los ejércitos y las armadas? Sí, pero sólo en apariencia es así. ¿Qué es lo que sostiene a los ejércitos y a las armadas? Es la creencia del pueblo, de las masas, en que el gobierno es necesario, es la idea generalmente aceptada de la necesidad del gobierno. Esa es su base real y sólida. Siempre esa idea o creencia y ningún gobierno podrá durar un día más.

Lo mismo se aplica a la propiedad privada. La idea de que es correcta y necesaria es el pilar que la sostiene y que le da seguridad.

Ni una sola institución existe actualmente que no esté basada en la creencia popular de que es buena y beneficiosa.

Veamos un caso; los Estados Unidos, por ejemplo. Pregúntate por qué la propaganda revolucionaria ha tenido tan poco efecto en ese país, a pesar de los cincuenta años de esfuerzo socialista y anarquista. ¿No está el obrero americano más intensamente explotado que el trabajador en otros países? ¿Es la corrupción política tan desenfrenada en algún otro país? ¿No es la clase capitalista en América la más arbitraria y despótica en el mundo? Es verdad que el obrero en los Estados Unidos está mejor situado materialmente que en Europa, pero ¿no es tratado al mismo tiempo con la más extrema brutalidad y terrorismo en cuanto que muestra el menor descontento? Y, sin embargo, el obrero americano permanece fiel al gobierno y es el primero en defenderlo contra las críticas. El es todavía el campeón más ferviente de las «grandes y nobles instituciones del país más grande en la tierra». ¿Por qué? Porque cree que son sus instituciones, que él, como ciudadano soberano y libre, las está dirigiendo y que él podría, si lo deseara, cambiarlas. Es su fe en el orden existente lo que constituye la seguridad más grande de éste contra la revolución. Su fe es estúpida e injustificada, y algún día se vendrá abajo, y con ella el capitalismo y el despotismo americanos. Pero mientras que persista esa fe, la plutocracia está segura contra la revolución.

A medida que se amplían y desarrollan las mentes de los hombres, a medida que avanzan hacia nuevas ideas y pierden la fe en sus antiguas creencias, las instituciones comienzan a cambiar y en último término quedan eliminadas. El pueblo progresa en la comprensión de que sus puntos de vista anteriores eran falsos, que no eran la verdad, sino prejuicio y superstición.

De esta forma, muchas ideas, que una vez fueron consideradas como verdaderas, han llegado a ser consideradas como falsas y depravadas. Así ocurrió con las ideas del derecho divino de los reyes y con las ideas de la esclavitud y la servidumbre. Hubo un tiempo cuando el mundo entero creía que esas instituciones eran correctas, justas e inmutables. En la medida en que esas supersticiones y falsas creencias fueron combatidas por pensadores avanzados, quedaron desacreditadas y perdieron su sostén en el pueblo, y finalmente quedaron abolidas las instituciones que incorporaban esas ideas. Los intelectuales te dirán que «pervivían más allá de su utilidad» y que, por consiguiente, «murieron». Pero, ¿cómo es que «pervivían» a su «utilidad»? ¿A quiénes eran útiles y cómo «murieron»?

El  ABC del comunismo libertarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora