No, amigo mío, aunque es terrible admitirlo, no hay justicia en el mundo.
Peor aún: no puede haber justicia alguna, mientras que vivamos bajo las condiciones que hacen posible que una persona se aproveche de la necesidad de otra, que la convierta en ventaja para él, y que explote a su prójimo.
No puede haber justicia mientras que un hombre sea gobernado por otro, mientras que uno tenga autoridad y poder para obligar a otro contra su voluntad.
No puede haber justicia entre amo y siervo. Ni tampoco igualdad.
La justicia y la igualdad sólo pueden existir entre iguales. ¿Es el pobre barrendero socialmente igual que Morgan? ¿Es la limpiadora igual que Lady Astor?
Haz que la limpiadora y Lady Astor entren en cualquier lugar, público o privado. ¿Recibirían una bienvenida y un tratamiento igual? El mero atavío de ellas determinará su respectiva recepción. Puesto que incluso sus vestidos indican, en las presentes circunstancias, la diferencia en su posición social, su situación en la vida, su influencia y su riqueza.
Puede ser que la limpiadora haya trabajado con fatiga y duramente toda su vida, puede ser que haya sido un miembro de los más laboriosos y útiles de la comunidad. Puede ser que la Lady nunca haya dado un golpe en cuanto a trabajo, puede ser que nunca haya sido útil en lo más mínimo a la sociedad. A pesar de todo, será bien recibida la señora rica y ella será preferida.
He recogido este ejemplo casero porque es típico de todo el carácter de nuestra sociedad, típico de toda nuestra civilización.
Sólo el dinero, y el influjo y la autoridad que impone el dinero, es lo que cuenta en el mundo.
No la justicia, sino la posesión. Amplía este ejemplo para que cubra tu propia vida y encontrarás que la justicia y la igualdad sólo son habladuría barata, mentiras que te enseñan, mientras que el dinero y el poder son las cosas verdaderas, las realidades.
Sin embargo, existe un sentido de justicia profundamente asentado en la humanidad, y tu mejor naturaleza se resiente siempre que ves que se comete injusticia con alguien. Te sientes ultrajado y te indignas de ello; porque todos nosotros tenemos una simpatía instintiva hacia nuestros prójimos, pues por naturaleza y por costumbre somos seres sociales. Pero cuando están implicados tus intereses o tu seguridad, tú actúas de un modo diferente; incluso sientes de un modo diferente.
Supón que ves que tu hermano hace daño a un extraño. Le llamarás la atención por esto, le reprocharás esto.
Cuando ves a tu patrón cometer una injusticia con algún compañero obrero, también te resientes y sientes el deseo de protestar. Pero lo más probable es que te contengas de expresar tus sentimientos, porque podrías perder tu puesto o quedar en malas relaciones con tu patrón.
Tus intereses suprimen el mejor impulso de tu naturaleza. Tu dependencia con respecto al patrón y a su poder económico sobre ti influyen en tu conducta.
Supón que tú ves a John que golpea y da patadas a Bill cuando este último está en el suelo. Puede ser que ambos te sean extraños, pero si no le tienes miedo a John, le dirás que deje de dar patadas a un sujeto que está tendido.
Pero cuando ves un policía que hace lo mismo a un ciudadano, te lo pensarás dos veces antes de interferir, porque también te podría golpear a ti y detenerte también. El tiene la autoridad.
John, que no tiene autoridad y que sabe que alguien podría interferir cuando él está actuando injustamente, por lo general será cuidadoso en lo que está haciendo.
El policía que está investido con alguna autoridad y que sabe que existe poca probabilidad de que alguien interfiera en sus cosas, es más probable que actúe injustamente.
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El ABC del comunismo libertario
Non-FictionEl ABC del comunismo libertario es una de las obras fundamentales para comprender el anarquismo. En un lenguaje claro y directo, Alexander Berkman nos muestra los grandes males de la sociedad: el trabajo asalariado, el Estado, la religión, la guerra...