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Mala Noticias

No podía creer lo que nos estaba diciendo Harrison, su estaba se volvió loca; ¿Cómo pudo hacerle eso a Atenea? teníamos que sacarla de ahí, no iba  a permitir que le hicieran daño

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No podía creer lo que nos estaba diciendo Harrison, su estaba se volvió loca; ¿Cómo pudo hacerle eso a Atenea? teníamos que sacarla de ahí, no iba  a permitir que le hicieran daño. Mientras ideábamos un plan, el timbre la casa empezó a sonar, me levanté para abrir la puerta y estaba un hombre de traje con un portafolio enfrente de mi.

—Hola buenas tardes ¿usted es Sam Holland?

—Depende ¿para que?

—Esto es un citatorio, mi cliente lo esta demandado por la patria potestad de Theo y Malena Holland. Deberá presentarse en dos días si no lo hace, vendremos por los niños y se quedaran en un casa hogar hasta que se resuelva el problema.

—Ustedes no se van a llevar a mis hijos.

—Eso lo decide un juez, con su permio.

El señor se dio me vuelta, dejándome confundido; mire el citatorio y cerré la puerta. Mire a mis hermanos y a los demás.

—Okay—dije reaccionando— no se por que me esta pasando esto pero necesitamos soluciones, no podemos dejar que Atenea se quede ahí como sien verdad estuviera loca. Se que suena descabellado pero les juro que ella ve a Erin, no se como explicárselos pero solo créanme y sobre este citatorio, voy a ir y voy a pelear por mis hijos, nadie me los va a quitar. Tengo que llamar a mamá, necesito que los niños se queden con ellos. Los mandare a Londres hasta que todo esto se resuelva.

Todos asistieron y mire la foto de Erin, todo esto era su culpa.

—¡Que no estoy loca!—dije detrás de unas rejas.

—Eso dicen todas—dijo una mujer que estaba enfrente de mi, la mire asustada— no estoy loca—mire a mi alrededor; todo era gris, las paredes estaban rayadas—¡Sáquenme de aquí!

Pase mis manos por mi cabello y comencé a caminar por todos lados; pasaron unos minutos cuando una mujer se acerco a mi, cabello negro, largo hasta la cintura, anteojos de la vista, un vestido negro hasta las rodillas y encima una bata blanca.

—Es ella Doctora—ella asintió.

—Tráiganla.

Dos mujeres se acercaron a mi, me agarraron de los brazos y me hicieron caminar por un pasillo blanco hasta llegar a una oficina del mismo color, había una silla en medio de toda habitación y dos sillas, enfrente de esta estaba un vidrio enorme pero no se podía ver detrás de el, me sentaron y me amarraron las manos en ambos lados de la silla.

—No te voy a matar ¿lo sabe no?

—Uno nunca sabe.

𝐘𝐮𝐚𝐧𝐟𝐞𝐧; 𝐒𝐚𝐦 𝐇𝐨𝐥𝐥𝐚𝐧𝐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora