Ken Ryuguji siente la necesidad de tener a alguien que lo cuide como él cuida a Mikey y a sus amigos. Satoru Sadao siente la necesidad de tener a alguien para darle amor incondicional, ser correspondido y cuidarlo con su vida.
Ambos muchachos serán...
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Chifuyu comenzó a sospechar enormemente de su superior apenas este comenzó a cocinar su platillo favorito. El rubio tuvo real miedo, nunca sabe que esperar del otro y es por eso que invitó también a Baji, una para que lo proteja y otra para que vea que no es el único loco que ve algo extraño en el Sadao.
Baji lo ve y no lo cree aún. Desde hace unos días está raro, el pelinegro tiene un aura demasiado madura, fue de un día para el otro que pasó de ser alguien frío a una amorosa figura de superioridad. Ambos lo quieren seguir odiando por el accidente de invierno, pero tampoco pueden porque ya se disculpó y seguir enojados sería muy estúpido.
Eso y que Baji lo quiere mucho como para estar verdaderamente enojado con Sadao.
—¡Ya está listo el almuerzo! — avisa el mayor cuando ya terminó de preparar todo.
Ambos adolescentes babearon por el delicioso aroma que producía la carne de cerdo dentro de aquel caldo, el platillo maestro, y su favorito, de Satoru; Katsudon. Los otros dos observaron como este comenzaba a comer muy natural, sospecharon de sus platillos, hasta los revolvieron buscando algo y con el regaño del otro sospecharon más.
—No jueguen con la comida. — regaña herido ¿así se sentía sus cocineros cuando les despreciaba la comida? — ¿Qué tienen, 5 años? Agarren bien sus palillos.
—¡Esto tiene algo! — acusa Baji con los mismos.
—¿Me ves agonizando en el suelo? — pregunta el mayor molesto. Suspiró con exasperación cuando lo siguieron viendo con ojos de desconfianza — Dame eso.
Intercambió su plato con el de Baji y lo acabó en menos de 3 minutos, ambos veían con la boca abierta como el otro acababa con toda la sopa, la carne y las verduras en un santiamén. Satoru enseñó su plato limpio, brillando de lo blanco que lo dejó, y por estar molesto se fue de esa casa, justo cruzándose a la madre del rubio que le dio su dinero por haber cuidado a su hijo cuando ella no estaba.
Satoru se tomó un tiempo para descansar en la banca, el estómago le daba demasiadas vueltas y se regañó mentalmente. No estuvo bien comer tan rápido, tampoco el haberse enrabietado y encima haberse movido apenas acabó de comer. Su madre bien que le advirtió de pequeño y ahora se arrepiente de no haber hecho caso al sabio consejo de la Sadao.
—Ugh... Quiero vomitar... — se lamenta demasiado empachado. Su teléfono en el bolsillo comenzó a emitir una incesante vibración que le hizo atender a quien sea que esté del otro lado — ¿Bueno?
—¡Satchin!
—Ah, eres tú... — tal vez en otro momento habría reído de la rabieta de su comandante, pero en verdad se sentía demasiado mal del estómago. Necesitaba reposar 1 hora — ¿Ah? ¿Peleas clandestinas...?