Ken Ryuguji siente la necesidad de tener a alguien que lo cuide como él cuida a Mikey y a sus amigos. Satoru Sadao siente la necesidad de tener a alguien para darle amor incondicional, ser correspondido y cuidarlo con su vida.
Ambos muchachos serán...
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Cuando Takemichi volvió al pasado notó que las cosas eran algo diferentes a como las dejó, recuerda que estaba en la casa de los Tachibana, pero ahora se encuentra en uno de esos baños grupales con los tres altos mandos de la Toman. Se sentía nervioso y es que en su mente una frase se repite como disco rayado, poniéndolo más tenso cuando ve la ancha espalda de Satoru Sadao.
"Yo también soy un viajero."
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—Ustedes dos, dejen de jugar. — regaña Draken. — No son unos niños para hacer eso en un lugar como este.
—No quiero ser sermoneado por alguien que usa un gorro de baño a pesar de estar en último año de secundaria. — burla Mikey que se lanzó a un lado de Takemichi con una gran sonrisa. — ¿No es divertido? Tiene un cuerpo gigante, pero tiene miedo de que le entre shampoo a los ojos.
—CÁLLATE.
Takemichi entró en pánico, no entendía que hacía en un baño público con el alto mando de la Toman. Sus ojos escanearon a los tres hasta que se le quedó viendo al pelinegro más alto que se lanzó un balde de agua encima de su cuerpo y, por la queja que soltó su pareja, supo que era agua helada.
— ¡Qué fría! ¡¿En serio te lanzaste eso encima?!
—Cállate o te meteré el shampoo en los ojos, llorón. — amenaza muy serio. Hace solo un momento llegó al pasado y necesitaba despertar de algún modo, a parte se debía calmar y recordar dónde estaba. — "Soy Satoru Sadao, ahora tengo 17 años. Estoy en una relación secreta con Ken Ryuguji, ah, devuelta. Que fastidio."
—Luego no te quiero llorando porque estás enfermo. — murmura enojado el otro, a veces le duele tener que fingir que se odia con el otro frente a sus amigos.
Su ceño fruncido se relajó cuando sintió un pequeño piqueteo en su pierna por parte del pelinegro, le estiró disimuladamente su mano para que la acaricie y ahí sintió un enorme alivio en su alma. Entonces mientras se lanzaba agua encima agradeció a los dioses el vendito gorro porque si no fuera por este no podría disfrutar de un esculpido Satoru paseándose desnudo por el baño hasta la gran pileta de agua caliente.
