Ken Ryuguji siente la necesidad de tener a alguien que lo cuide como él cuida a Mikey y a sus amigos. Satoru Sadao siente la necesidad de tener a alguien para darle amor incondicional, ser correspondido y cuidarlo con su vida.
Ambos muchachos serán...
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Los miembros de la Toman negaban rotundamente que sus superiores estén en una relación ¿Por qué? Ahora mismo, Draken y Satoru estaban dándose a puño limpio en un mano a mano, porque ninguno quiere aceptar que el otro tiene la razón. Los golpes no eran nada grave, sólo empujones, insultos y algún que otro jalón de pelo.
Una pelea de niños.
La disputa se calmó gracias a los capitanes de las 5 divisiones, el comandante observaba todo con una tranquila sonrisa en su rostro y, en ese momento, tuvieron que darle algo de razón. Draken iba hacia Mikey para darle de sus dulces y Satoru limpiaba algo brusco el rostro de Pachin que estaba manchado con pequeñas migajas de las botanas que hasta hace poco devoraba.
Ambos tienen esos arranques paternos, en eso pueden darle la razón al comandante, pero... ¿Pareja? ¿Sadao Satoru y Ryuguji Ken? Es el mejor chiste que les hayan contado.
—Casi me arrancas la trenza, bruto. — se quejaba el medio pelado, con un rostro que demostraba su fastidio.
—¡¿Yo?! ¡Me rompiste el uniforme! — tuvo que callarse por la punta pie que le lanzó el capitán de la segunda división con enojo — ¡No te la agarres conmigo! Tobogán de piojos comenzó.
—¡¿Cómo me dijiste?!
—Piojoso.
Así inició una nueva disputa entre ambos sub capitanes que no se detuvo hasta que llegó el sub capitán de la segunda división y comenzaron con la reunión. Todos tuvieron sus ojos en Mikey, por eso nadie pudo ver esa pequeña muestra de afecto entre los seguidores del jefe de la Toman que dieron pequeños toques con sus índices en la palma del otro, un juego de palabras entre ellos que expresa el mismo sentimiento aún después de muchos años.
—"Lo siento, me pasé."
—"Está todo bien."
Nunca duraban mucho tiempo peleados o con bronca, solamente se picaban entre ellos por orgullo y capricho, por tener esa presión en el pecho del otro, esa angustia y miedo a que descubran su mayor secreto o, peor, que el otro lo haga y arruine aquello invisible que tienen.
—Gracias a los trillizos Kawata pudimos averiguar a aquellos insectos que organizan peleas clandestinas en nombre de Toman sin ser parte ¡Acabaremos con cada uno de ellos hasta que no quede ninguno!
Todos alzaron sus puños junto a un fuerte grito de guerra que resonó por las oscuras y silenciosas calles de Tokio, que pronto comenzaron a ser ruidosas por el motor de las motos y el volumen de las voces de los delincuentes nocturnos. En frente de todos ellos iban los altos mandos, que entre risas y pequeñas peleas competían de forma sana como los buenos amigos que eran.