Ken Ryuguji siente la necesidad de tener a alguien que lo cuide como él cuida a Mikey y a sus amigos. Satoru Sadao siente la necesidad de tener a alguien para darle amor incondicional, ser correspondido y cuidarlo con su vida.
Ambos muchachos serán...
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Los más jóvenes no se daban cuenta, pero las historias que contaban sus abuelos de un protector eran ciertas. Los más viejos y adultos lo conocen; la historia del niño que se convirtió en un dragón. Cuenta la historia, que una trágica noche de media luna un niño perdió a sus madres en un trágico accidente. Dicen que a las 3 lunas, cuando ellas dejaron de volver a casa, ese niño comenzó a salir a buscarlas y en el camino salvó a una pobre pareja de ancianos de unos pandilleros que querían destruir el humilde negocio.
El pequeño niño los salvó sin pedir nada a cambio, así como vino se fue y la pareja cuenta que un dulce niño de tatuaje de dragón en el cuello camina por las noches protegiendo tus sueños y la vida de quienes amas, hasta el día de hoy lo sigue haciendo. Muchos no tienen la suerte de verlo, pero quienes lo hicieron constantemente dejan ofrendas frente a la tercera casa de la calle 5; comida y agua es lo fundamental, junto a un papel del santuario para desearle buena salud y suerte en su misión de defender aquel territorio.
Los que creen que es un fantasma van a rezarle a la estatua de dragón que hay en el parque principal, todas las noches de media luna, los creyentes de nuestro guardián van a rezar por él para que pueda encontrar paz en su alma y sea capaz de volver a casa con sus madres.
—Abuela, esas historias no son reales. — murmura desinteresada la nieta de la señora con su vista en el teléfono. Le parecía una completa tontería, es más, apostaba todo a que era un chico cualquiera que hacía todo eso para recibir comida gratis de los vecinos.
—Cree lo que quieras, yo sé que es real. — confirma convencida. Al ver que su nieta no le presta atención suspira triste y sale afuera con un frío vaso lleno de limonada. — Satoru-chan ¿Quieres algo de limonada?
—No, ya terminé. — avisa normal el adolescente, dejando la última caja con tomates bien acomodada para que la mujer pueda abrir su negocio de verdulería. — Si no le molesta, me esperan en un lugar.
El chico no esperó nada más antes de irse corriendo de ahí, luciendo orgulloso en su cuello aquel fino tatuaje de dragón y dejando que por el movimiento la trenza rebote en su espalda. Desde hace una semana todo le está yendo bien en su territorio, no hay pandilleros que lo molesten, ni tampoco debe preocuparse por las amenazas o qué va a comer más tarde.
Aprovechó en pasar por una tienda para comprar algunos ingredientes que necesitará para la cena de esa noche, tuvo que ir a tres tiendas diferentes para conseguir los productos específicos que necesitaba y una vez sintió que tenía todo volvió caminando a su casa, donde un azabache de ojos rasgados lo esperaba sentado en la puerta principal con un extraño peluche entre sus manos.
—... ¿Olvidaste la llave? — pregunta cuando lo ve ahí.
—Tu estúpido novio vino a dejarte esto y olvidé las llaves adentro porque no lo quería dejar pasar. — resume con un todo berrinchudo, Satoru sabía por qué y por la sonrisa que le dedicaba Koko tuvo que seguir hablando. — V-vino con Inupi...