Capítulo 38

2.2K 230 54
                                    

Salí de esa habitación en cuanto pude, su sonrisa me daba escalofríos. Volví a la mía a cambiarme los pantalones, no podía continuar con estos manchados, como acto de rebeldía me había surgido perfecto, pero tampoco era una dejada.

Me puse unos leggings de deporte que encontré en un cajón. No pegaba una mierda con el jersey azul, pero no podía importarme menos.

Des del vestidor podía oír la conversación de Alexandra con mi madre. Me senté en el suelo y escuché.

- ¿Dónde están?

- Te he dicho que no lo sé.

- Que no te lo hayan dicho no significa que no sepas dónde están.

- ¿Porqué iba a decirte nada?

- Por tu hija.

- Ella estará bien.

- ¿Bien? Amanda, vives engañada, a tu hija podrían encerrarla por un montón de cargos.

Un momento ¿qué? Lo que me faltaba. Puse oreja para oír mejor.

- Ella no ha hecho nada, no tenéis nada contra ella.

- Tu marido puso a su nombre varios hoteles y propiedades que usa para blanquear dinero, sobre el papel, ella ha fingido su propia muerte y huyó del país después de ser cómplice de varios delitos graves como el homicidio.

Joder, menudo historial que tenía y yo sin saber nada. ¿Eso significaba que me iría a la cárcel? ¿Mi bebé nacería en la cárcel? Una bola de pánico se me implantó en la garganta, tenía ganas de llorar, o de vomitar, no estaba segura.

- Ella no irá a la cárcel, tendrá los mejores abogados y...

- Venga ya, ¿en serio crees que un abogado puede salvar a tu hija? Piénsalo con un poco de lógica, por dios.

- Mete en la cárcel a Samantha y déjanos fuera a mi marido y a mí.

Qué zorra. Mi boca se transformó en una O. Tenía que hacer algo, de ninguna manera iba a permitir que mi bebé se criase en una cárcel.

Me levanté del suelo y caminé con cuidado hasta asomarme por la puerta abierta del baño. Alexandra estaba de pie delante de mi madre y me estaba dando la espalda.

- Todos os vais a ir al pozo juntos.

No dejé que hablara más.

Como bien me habían enseñado en las clases de defensa personal, rodeé el cuello de Alexandra con mi brazo. Mi pie golpeó su rodilla para hacerla caer y mi otra mano sujetó mi brazo para ejercer presión en su cuello.

Los dedos de Alexandra me añararon el brazo mientras la ahogaba con fuerza, vi cómo su cabeza se ponía roja y después dejó caer todo su peso. Por dios, como pesaba.

Me tumbé en el suelo y esperé dos segundos más por si estaba fingiendo, cuando comprobé que estaba inconsciente, dejé de apretar.

- ¿Que has hecho? - dijo mi madre horrorizada.

- No voy a permitir que me arrastreis con vosotros zorra traicionera.

Me levanté del suelo y arrastré el cuerpo de la agente por el baño, para alejarlo de la entrada.

- Pues salvanos.

- Y una mierda, que os den a ti y a Caspian, salvaré mi culo.

Dejé el cuerpo apoyado en la pared y saqué de sus bolsillos varias cosas: su móvil, su pistola, llaves... Todo, básicamente. Me incorporé y cogí una toalla.

20cm InolvidablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora