3. Sol

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Si había algo que en serio le molestaba, era un día como el que había en ese momento, sin sol, pero caluroso, lleno de nubes y con viento caliente, parecía un horno. El día era horrible para ir a refrescarse, así que se quedó en su casa, con aire acondicionado y encendiendo la computadora para buscar información de universidades en Tokio.

No quería entrar a ALO, Yui había salido de “cacería” con Liz y Silica, Klein, Sinon y Agil trabajaban en ese horario y sobretodo, Asuna había tenido que ir con su familia Kioto.

Kirito siempre había sido solitario, se había aislado y sumergirse en su mundo es lo que mejor se le daba. Pero todo había cambiado con SAO, después de conocer y compartir con Asuna. No podía llamarlo dependencia, pero era un hecho de que algo le faltaba cuando ella no estaba. Se había dado cuenta hace mucho tiempo ya cuánto la necesitaba; y decir que no podría vivir sin ella, a esas alturas, ya no parecía exageración.
Sonrió ante sus propios pensamientos. ¿Alguien podría culparlo? Sinceramente sabía que nadie podía. Esa chica que había aparecido en su vida como un cometa, se había metido profundo en su pecho y había hecho estragos en su vida, se abrió paso por su soledad y se instaló con asiento propio y exclusivo en su corazón. Y lo había elegido por sobre todo cuando decidió quedarse 200 años atrapada con él. Kirito podía asegurar que él en su lugar, habría hecho, sin dudas, lo mismo que ella.

«Qué día más aburrido»

Movió el mouse de su computadora y navegó con el cursor por algunas pestañas abiertas y en la esquina inferior, un pequeño mensaje apareció.

¡Conseguí internet! Entraré a ALO.

Asuna.

Una sonrisa se dibujó en los labios de él casi instantáneamente. Tomó rápidamente el amusphere y lo posicionó sobre su cabeza. En pocos segundos su avatar se materializaba en esa pequeña cabaña de madera en el piso 22 del nuevo aincrad.

La buscó con la vista e inmediatamente después, con efectos de luz y sonidos suaves, la figura esbelta con matices azules se dibujaba ante sus ojos. La sonrisa que le dedicó disipó su mal humor de ese día.

—Kirito kun.

—Bienvenida, Asuna.

Kirito sonrió y ella le respondió de la misma manera. Era tan solo un gesto, pero qué poder tenía sobre ellos. Guardaron un largo silencio, mientras lentamente cortaron las distancias entre los dos. Sus cuerpos en ese mundo eran virtuales, pero el calor que emanaba el cuerpo de Asuna, para Kirito, ya sea en la virtualidad o en la vida real, siempre había sido fascinante.

El silencio los acompañó algunos instantes más. Se sentaron en el sofá de la sala y aún sin emitir palabras, ambos se rozaban cada cierto momento mientras Asuna recargaba su cabeza sobre el pecho de él.

—Te extrañé. — Fue Asuna quien habló con voz suave, casi como un ronroneo que vibró en el pecho de Kirito.

Con suavidad, Kirito acarició el cabello azulado de Asuna, tan delicado y despacio, que ella sintió que demoraba una eternidad en el trayecto de su frente a su nunca. Kirito dejó escapar un pequeño sonido, algo amortiguado. —Yo también te eché de menos.

Su voz parecía flotar, como drogada. Solamente se habían dejado de ver unos pocos días. Pero volver a sentirse y en esa intimidad, parecía ser un sueño.
Una luz cálida se filtró desde los ventanales. —Afuera hay un maravilloso clima. Fue Asuna la que lo murmuró.
Así era. El sol parecía estar radiante fuera de su cabaña.

— ¿Quieres salir a tomar sol?

Kirito lo pensó algunos segundos. Sus yemas delinearon dulcemente el mentón de Asuna y luego lo elevó hacia él para mirar sus ojos azules.

—Tengo a mi sol justo aquí.

Asuna se sonrojó. Las manos de Kirito se elevaron recorriendo el cuerpo de Asuna hasta cerrarse en la espalda de ella, levantándola solo un poco, lo suficiente para hacerla quedar sobre su regazo. Asuna soltó un suspiro sonoro ante la acción.

—Me encanta tú voz cuando haces eso.
Ella ya no podía volverse más roja de lo que estaba.

—Eres un tonto. — Respondió recuperándose del ataque de su amado spriggan. —Entonces… ¿por qué soy tu sol?

Kirito carcajeó. Pensó en bromear sobre que nunca dijo que fuera ella exactamente, pero Asuna estaba cediendo demasiado bien a ese juego y verbalizar sus pensamientos podría quitarle el placer de tenerla sobre él.

—Bueno, por muchas cosas… — hizo una pausa, besando la curvatura del cuello femenino. — me calientas…

Asuna dio un respingo ante las palabras de Kirito.

— ¿Eso hago?

—Lo haces… me iluminas también… — la nariz de Kirito jugueteaba tras la oreja de la Undine — me das vida… y siento que cuando me acerco, me quemo… y me gusta, me encanta.

El aire estaba denso, pero se sentía tan ligera como una pluma. Su espadachín ya no era un niño tímido. Era un hombre capaz de desmoronarla pieza a pieza y volver a armarla.

La nariz de Kirito se deslizaba con ternura y lentamente rozaba la mandíbula de Asuna, como si de un gato se tratara; y le seducía sobremanera.
Aunque todo acabó con una sombra materializándose y obstruyendo la luz del sol. Como si el gato que parecía restregándose contra ella cobrara en verdad el sentido literal, ambos saltaron de sus posiciones, uno a cada lado del sofá, solo para ver a la rubia de ojos azules mirándolos mientras parpadeaba repetidamente.

— ¡Alice!

Antes de que Asuna pudiese decirle algo más que su nombre a la recién llegada, Kirito se puso de pie e indicó la ventana por donde entraba el sol.

—Vamos a salir, hay un día hermoso fuera.

La rubia lo miró asintiendo pero notándose dudosa.

— ¿Interrumpo?

— ¡No! No… — Asuna se apresuró a responder. Pero Kirito tranquilamente respondió.

—Hay un sol radiante, ¿vamos?

Asuna sonrió, es que Kirito no miraba la ventana, sino a ella. Después de todo, para él, Asuna era su sol.

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Nota de autor
Día 3 💪
Siento que sigo interrumpiendolos 🤭

31 días EndulzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora