10. Bajo las Estrellas

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Corrían por las escaleras de la gran catedral. Las risas de ambos reyes flotaban con un eco particular, es que se suponía que debían guardar silencio. Ellos escapaban como dos niños pequeños haciendo travesuras.

—Se darán cuenta, Kirito kun. — Asuna le susurró con un aire gracioso.

El rey se detuvo demasiado rápido y tiró de la delgada mano de su reina hasta atraer completamente su cuerpo a él.

—Eso no importa, mi reina.

No importaban los años que llevaban en ese mundo ni el título que ahora poseían. Su amado siempre lograba erizarle la piel. Sus simples palabras habían resonado en el interior de Asuna, con voz profunda y sensual, sobremanera varonil. Ella podía derretirse en sus brazos, una y otra vez.

Asuna mordió su labio inferior y le sonrió. Ahora era el turno del rey de enloquecer con cada gesto de ella. Desde su boca delineada en una sonrisa hasta el color rosado en que brillaban sus labios, o el reflejo en sus ojos avellana ¡Cuán enamorado estaba de ella!

—Quiero a mi reina solo mía está noche.
El tono era todavía más gutural, más intenso. Asuna podía notarlo.

—No hay noche en que no sea suya, mi rey.

Solo eso bastó para que estallara en la mente de Kirito un caos completamente delicioso.

Su pequeño e intenso intercambio de palabras los había hecho olvidar que se encontraban en medio de las escaleras rumbo al piso 95 de la gran catedral. Estaban tan cerca el uno del otro, que besarse fue inevitable. Tantearon dulcemente sus labios, mientras los brazos de Asuna se encaminaron lentamente hasta los hombros anchos de Kirito, él solo sostenía su cintura con firmeza, tratando de acercarla aún más a su cuerpo, en un abrazo que hacía sentir a la ropa estorbar.

—Ki-Kirito kun… aquí no…

Apenas fue un murullo, con su cálido aliento chocando contra la boca del rey. Se miraron con complicidad y continuaron rumbo al Mirador de las Estrellas. Era uno de los lugares favoritos de Asuna por el sentimiento nostálgico que le provocaba contemplar el firmamento nocturno, lleno de estrellas y silencio, con la sola compañía de su amado.

¿Cuántas veces habían contemplado un cielo oscuro lleno de estrellas juntos? Sin importar la respuesta, no tenían dudas que no quisieran que llegase una última vez jamás. Y como si Kirito verbalizara ese sentimiento que vibraba en sus corazones, habló con voz pacífica.

—Bajo las estrellas y junto a ti, siento que no hay nada más que necesite.

Asuna guardó silencio atesorando el momento y las palabras de su rey. Luego, volvió sus ojos al cielo y en un tono que mostraba nostalgia y anhelo, mencionó: —Bajo las estrellas, pienso en ti, en que un día lo volviste noche y las movilizaste en el cielo. Pero sobre todo, en que aquí bajo ellas, te he amado tantas veces.

Un sonrojo coloreó sus mejillas y Kirito la abrazó, ocultando su propio sonrojo en el cuello esbelto de su reina.

—Nos seguiremos amando bajo ellas, cuando no estén, cuando se nublen, cuando brillen más que nunca y cuando el sol las oculte, siempre, Asuna.

Los suspiros cosquillearon en el cuello femenino, pero no hubo ninguna risa. En cambio, una corriente eléctrica navegó por el cuerpo de Asuna, quien con calma se giró elevando el rostro amado. No hubo palabras, tampoco respiraron en esos breves segundos que se contemplaron en la inmensidad del silencio de esa noche. Y el momento culminó en un beso desesperado y el beso comenzó un encuentro que solo dos amantes pueden compartir.

Entre caricias se hicieron uno bajo las estrellas de esa silenciosa noche.

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Nota de autor:
Primeros 10 días cumplidos 💪

31 días EndulzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora