9. Manos

357 30 0
                                    

El día iba lento. Kirito jugaba con la hoja de papel blanco mientras oía sin prestar demasiada atención a la discusión que se estaba dando en el salón. Claro que no era el tema lo que no le importaba, sino el contexto en el que se daba. Él había sido nombrado hace solo un par de días como el primer espadachín del consejo de unificación del Imperio Humano, título que aún no lograba convencerlo del todo. Aunque había algo muy bueno en todo eso, y era precisamente una chica que en ese momento disimuladamente tocaba su pierna bajo la mesa, llamando su atención.

Era ella, Asuna. Nombrada junto con él como la vice primer espadachín, a quien él confiaría su vida y vista por todo Underworld y por él mismo, como una diosa, porque sí, Kirito definitivamente así lo sentía, aunque a su amada, fuera ese título, el que la incomodara.

Asuna con la mirada le regañaba que pusiera atención. Kirito cuadró sus hombros y enderezó su postura y eso a los ojos de Asuna no pasaba desapercibido. Era increíble para ella todo lo que su Kirito había crecido. Se veía imponente y tanto o más guapo de cómo ella lo recordaba en esas primeras veces en el viejo aincrad.

O quizá todo se resumía a una simple pero innegable verdad… ella lo amaba.

Sacudió sus pensamientos un instante, no era el momento no lugar para pensar en lo crecido que se veía su amado espadachín. Volvió su atención a aquella burocrática reunión.

Luego de un par de intervenciones, el aire se había tensado un poco más con los recién despertados caballeros de la integridad, Nergius y Entokia. Es que a ella la veían como la diosa y a él, bueno, como solo un niño. Aquello le molestaba a Asuna.

Kirito intuía cuando Asuna comenzaba a perder su paciencia, no por nada lucharon dos años juntos en el viejo castillo. Él la conocía mejor que nadie.
Sonrió con una encantadora inocencia y bajo la mesa, posó su mano en la pierna de Asuna. Un pequeño quejido fue aguantado en su garganta por ella.

—Me basta con que tú sepas que no soy un chiquillo.

Kirito le susurró de manera que solo ella había podido escucharlo. El sonrojo invadió sus mejillas y fue entonces que notó lo grande que se veía la mano de Kirito sobre su esbelto muslo.

Asuna le devolvió la sonrisa con un gesto de complicidad y secretamente grabó en sus pensamientos la imagen de la mano de su amado sobre su pierna, como un recuerdo de que él, definitivamente, no era un niño.

_____________________
Nota de autor:

Día 9 y sigo en pie 🤭💞

31 días EndulzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora