Señora Denisse XII

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Señora Denisse

Mí corazón palpitaba con fuerza mientras esperaba que la puerta del departamento de Emma se abriera. Sé que ella sabría qué algo iba mal una vez que me viera y temblaba porque sabía cuáles podrían ser sus reacciones.

1- Golpearme (que me lo merecía)

2- Llorar (que me rompería)

Ambas eran malas, muy malas. Pero ya estaba hecho y no podría seguir en una relación con ella con eso comiéndome por dentro.

Mí cuerpo se tensó cuando escuché su risa del otro lado de la puerta. Cuando Emma la abrió, su sonrisa se borró y me miró asombrada. Mis labios se estiraron con una sonrisa tensa.

—¿Mateo?

—Hola...— tartamudeé.

—¿Qué haces aquí? — Ella no se movió del umbral y yo tomé todo el valor que tenía para mirar sus ojos violetas con seriedad.

—Tengo que hablar contigo. ¿Podría pasar?

Emma dudó, como si no quisiera que entrara pero se movió dejándome espacio. Yo ya había estado en su departamento cerca de su universidad miles de veces. Conocía a su compañera y amiga, Samanta que vivía con ella. Entonces no me fue raro verla en el sofá, comiendo unas palomitas con los libros sueltos en la mesa de café.

—Hola, Samanta— ella sonrió y me hizo una inclinación de cabeza. Mi mirada volvió a Emma—¿Podemos hablar en tu habitación?

Emma asintió, parecía bastante pérdida y sorprendida aún. Cuando íbamos a empezar a ir, una voz me detuvo.

—¿Chicas para que se usa esto?

Me giré a mirar al hombre que venía del pasillo que llevaba al baño. Lo primero que note fue su falta de calzado, llevaba un chandal claro y una camiseta suelta. La típica ropa que llevas entre casa. El chico de cabello negro se detuvo y me miró con una ceja alzada.

Emma se puso a mí lado y nos presentó.

— Mateo, él es Leon. Es nuestro nuevo inquilino—, mis cejas se alzaron al escucharla.

El chico parecía bastante sorprendido también, pero se recuperó rápido y me extendió la mano.

—¿Qué hay hermano?

—¿Qué tal?— le pregunté mientras se la estrechaba.

Esperé, pensando que quizás el sentimiento de los celos se levantarían en mí pecho. Después de todo, un hombre atractivo y joven, iba a estar bajo el mismo techo de la que era mí novia... Pero jamás sucedió, sólo sentí curiosidad del por qué Emma no me lo había contado.

Eso sólo me dijo que era cierto. Ya no había ese amor que había tenido por ella desde el principio. Miré a Emma, ella sólo me miró con una ceja alzada, tal vez esperando que la mirará de alguna forma celosa como habían pasado tantas veces en el pasado. Pero sólo le hice la seña para que caminará a su habitación. Su ceño se frunció, pero lo hizo.

Una vez que estuvimos en su recámara, cerré la puerta y ella se sentó en la cama. Dudé, sin saber si debía sentarme junto a ella o buscar un lugar más separados, pero decidí no ser cobarde y sentarme a su lado.

Emma no me dió tiempo a hablar.

— Sé por lo que vienes—, mis cejas se alzaron al mirarla. Ella hizo una mueca parecida a una sonrisa—. ¿Creías que no me iba a dar cuenta de tu distanciamiento?

Suspiré, ella me conocía muy bien.

—Lo siento—, susurré sin valor de mirarla a los ojos.

Esperé una de las dos reacciones que pensé que serían, ella me sorprendió alargando su mano y tomando la mía. Mí mirada volando a la suya.

—Llevamos muchos años juntos ¿o no?— está vez, ella sonrió de verdad—. Te amaba mucho y te aprecio mucho más. Pero desde que empezaste la universidad nos hemos alejado cada vez más.

—No era mí intención...

—Lo sé— me interrumpió, sin borrar su sonrisa comprensiva—. Pero tampoco yo intenté cambiarlo ¿no?— Negué con la cabeza porque parecía esperar una respuesta mía.

Sus ojos azules se llenaron de lágrimas de repente y yo apreté su mano. »Por favor, por favor no llores« rogué en silencio. Emma las parpadeó y las contuvo como si me hubiera escuchado.

Ella tomó aire, llenando sus pulmones y aunque sus ojos quedaron brillosos, no parecía que soltaría lágrimas.

—Lo siento tanto, Emma. Pero creo que sabes que lo mejor es separarnos.

Ella asintió y bajo la mirada a nuestras manos que se sostenían entre sí.

—Me gustaría preguntarte qué te hizo darte cuenta de la situación—. Mi boca se abrió, queriendo decirle que no podía decirle eso. No le rompería más el corazón, pero ella habló más rápido—. Pero no lo haré. Sé que eres un cabeza dura y habrías peleado por nuestra relación, como llevas haciéndolo hace tiempo. Pero ya nada era lo mismo desde hace unos cuantos meses. Vengo preparándome para esto desde que te vi con tus nuevos amigos de universidad.

Aprovechando que tenía su mirada aún en nuestras manos, hice una mueca. Si supiera...

Emma levantó la mirada y me miró con ojos entre cerrados, analítica e inteligente. Supe en el momento que conectó los puntos y su mano se apartó de la mía de un tirón.

—¿Fue ella verdad?

—Y-yo..

Emma se alzó de la cama de un tirón y caminó dándome la espalda. Sentí que una nube negra se cernía sobre mí, la culpa de haber traicionado a mí novia. Ella se giró y me miró desde su altura.

—Puedes irte, Mateo—. Su mirada ahora fría y sin una chispa del cariño que había tenido antes—. No necesito nada de ti.

Emma apuntó la puerta y dudé en decirle algo más, pero por su expresión supe que ya no me escucharía. Me levanté y camine hacía la puerta.

Miré por última vez a la que fue mí novia de preparatoria por seis años y antes de abrir la puerta le dije:— Te mereces ser feliz Emma. Eres una gran mujer. Me duele no haber sido lo que esperabas de mí.

No quise ver su reacción y salí de la habitación. Saludé a Samanta con la mano y salí del departamento. Casi corrí hasta que estuve en la calle, sintiendo el viento frío golpearme en la cara. Miré el cielo despejado y anaranjado con el atardecer.

Decidí que era el inició de una nueva etapa de mí vida. Sin Emma, en la universidad, peleado con los nuevos amigos que había hecho y... Sin la señora Denisse.

Continuará...

Señora DenisseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora