Señora Denisse XX

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Señora Denisse

Pasar el viernes toda la noche y parte del sábado encerrado en la habitación con Denisse fue una de las mejores cosas que me pasaron en la vida. Aunque fue incómodo esperar y escabullirme para entrar al baño.

Ella se despertaba temprano los sábados, así que fue bueno tener el sueño ligero. Pude ir al baño tranquilo, sin temor que Santiago se levantará y me viera en su casa con la misma ropa de ayer (a medias, porque sólo llevaba la remera y el boxer). Lo único que tuve que esperar en la habitación mientras Denisse preparaba el desayuno para ambos. Me habría encandilado estar trás ella, molestándola o simplemente viéndola moverse en la cocina, hablando con ella y riéndonos de las cosas más simples.

Estaba revisando mí celular, que tenía varios mensajes de Gustavo, y hasta de Santiago, preguntándome si estaba bien, cuando Denisse golpeó suavemente la puerta tres veces para que la abriera. Salté de la cama y me moví rápido, le abrí la puerta y una vez que estuvo adentro la cerré con llave de nuevo.

El olor a café llenó la habitación, la bandeja llena con algunos aperitivos salados y dulces.

—No sabía con qué tomabas tu café, bebé—, susurró Denisse mientras dejaba la bandeja sobre la mesita que despejé para desayunar—. Traje de todo un poco.

Esperé en su espalda hasta que dejó completamente la bandeja y luego rodee su cintura con mis brazos desde atrás. Cumpliendo mí sueño de restregar la erección que tenía en ese momento contra su grandioso trasero. Besé su cuello y gemí cuando tiró su culo hacia atrás.

—Puedo comer cualquier cosa, Delicia. Pero si te como a ti, no me quejó— le susurré al oído, amando al notar como su piel se ponía de gallina.

—Deja de jugar y vamos a desayunar— aunque era un reclamo, su voz salió temblorosa.

Mí polla se apretó más fuerte contra su trasero.

—¿Segura?— pregunté mientras mis manos se cerraban en sus pechos suaves y desbordantes.

Las rodillas de Denisse se aflojaron y gimoteo suavemente.

—Basta —, susurró sin aliento, golpeando suavemente mis manos.

Yo reí entre dientes mientras la soltaba lentamente y daba un paso hacía atrás.

—Tus deseos son mis órdenes, Delicia.

Denisse se sentó en el colchón y me miró divertida, mientras me movía para el otro lado de la cama.

—¿No tienes un interruptor de apagado?

Yo me senté en la cama y me reí bajo (nunca olvidando que podrían escucharnos).

—No cuando estoy cerca de ti— dije subiendo y bajando mis cejas.

Denisse se tapó la boca para reír.

—Come, bestia insaciable—, ella tomó su taza de café y la sopló un poco.

Yo sonreí e hice mí mejor imitación de un gruñido y un ronroneo.

— Tú también, recupérate con comida porque definitivamente no terminé contigo—. Agarré mí taza y le dí un sorbo, saboreando el líquido caliente. Le detecté un gusto a chocolate por allá atrás y sonreí.

A pesar de mis bromas, me estaba muriendo de hambre y ataque casi todo lo que encontré en la bandeja. Cuando casi no quedaba nada, miré a Denisse y ella me observaba detenidamente, su taza de café entre sus dos manitas cerca de su boca. Mis mejillas se sonrojaron un poco.

—¿No comerás?

Denisse negó con la cabeza cuando terminó de tomar un poco más de su café.

Señora DenisseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora