Señora Denisse IV

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Señora Denisse

-¿Podrías cambiar tu cara?- susurré lo suficientemente bajo para que sólo Emma me escuchará.

La sala no estaba tan llena de gente como me esperé, pero tampoco me asombraba. Santiago no era el alma de la fiesta y sólo quería hacer una reunión. Allí estaban todos nuestros conocidos, Diego, Gustavo y Tamara. Alma, que era la novia de Santiago con dos chicas más de su edad, amigas íntimas de la chica. Había un par más que no conocía, pero Santiago los presento como sus ex compañeros de preparatoria.

Desde que habíamos entrado en la sala, Emma se mantenía con el ceño fruncido y una mirada de pocos amigos. La mayoría solo hablaba unos segundos conmigo y luego huían al ver la cara gruñona de mí novia.

Ella, en ese momento, me estaba dando una de muerte, sus ojos azules prometiendo mucho dolor cuando estuviéramos solos.

-Ahora entiendo por qué quisiste venir- me gruñó bajo.

Mis cejas se alzaron y la miré asombrado.

-Yo te pregunté y tú quisiste. Te dije que no me importaba quedarme en casa-, contesté, mí mirada también dura.

-Y si pusiste esa mirada de cachorro mojado, Mateo. Obvio que querías venir para mirar a esa mujer.

Si, lo admito. Puse mirada de perro degollado, pero era para NO venir. Ella mal interpretó todo... Y el hecho que se diera cuenta que miré a la señora Denisse...

-No quería venir, Emma. Además no miré a la mamá de Santiago. ¿Estás loca?- esperaba que me creyera pero era malísimo para mentir.

Emma me miró con una ceja alzada, sus brazos cruzados abajo de su pecho.

-Vi como la mirabas, Mateo. No soy tonta- dijo entre dientes-. Y cuando ella te beso.. ¡Te sonrojaste!- susurró-. Nunca te sonrojas, sólo cuando tienes sexo- murmuró.

Mí garganta tragó saliva y desvíe la mirada a los demás, asegurándome que nadie nos prestaba atención. Emma golpeó en mí brazo disimuladamente, pero bastante fuerte.

-Esa vieja te calienta- gruñó.

-Emma, basta. ¿De verdad crees que querría a la mamá de Santiago si te tengo a ti?- mis manos apretaron su cintura mientras la acercaba a mí cuerpo. Ella se resistió, sólo un poco-. Sabes que eres mí nena.

Ella me miró con ojos escépticos mientras una sonrisa comenzaba a tirar de sus labios. Bajé un poco mí cabeza, con la idea de besarla, pero una dulce voz me detuvo.

-¡Es hora del pastel!

Mí cabeza se agitó a la dirección de la voz y vi a Denisse caminar tambaleante con una enorme torta en ambas manos. Diego se movió rápido y en un segundo estaba a su lado.

- Permítame, señora Denisse-, dijo mientras tomaba la bandeja donde ella llevaba el gran pastel con varias velas arriba.

-¡Ay!, gracias Diego. Eso ya me estaba haciendo sudar- rió la mamá de Santiago mientras se pasaba la mano por la frente bajo su flequillo.

Mis ojos se entrecerraron al ver cómo ella le sonreía y él le guiñaba un ojo. Emma me pellizcó el brazo haciéndome doler y mirarla con el ceño fruncido.

-Auch, eso dolió- me quejé mientras me frotaba la sección del brazo adolorida. Ella me pellizcó más fuerte aún al costado del torso-. Basta-, gruñí dando un paso hacía atrás.

- Deja de mirarla...

-Pero...

-Deja.De.Mirarla- gruñó un poco más fuerte y yo levanté la mirada para darme cuenta que varias personas nos miraban.

Sonreí tensó, restándole importancia hasta que me dí cuenta que Denisse nos miraba preocupada. Rápidamente desvíe mí mirada, no porque Emma me lo pidiera, sino porque no quería que se de cuenta que mí novia estaba celosa de ella.

Emma volvió a pellizcarme y me la aguante como un campeón, como si no me hubiera dolido la arrastré hasta donde todos estaban para cantar la canción a Sasuke. Me divertí mucho, ya que él tenía 20 y era algo grande para cantarle que Cumpla Feliz. Nos reímos con los chicos al hacer que pasará vergüenza a lo grande al frente de su novia y su madre.

Fue tierno ver también como Denisse lo abrazó y prácticamente lloró cuando lo felicitó. Se notaba a leguas que Denisse amaba a Santiago de una manera muy maternal y aunque ella jamás pasaría por su madre, por su aspecto y su edad, era su madre con todas las letras. Algo de ella me hizo acordar a la mía y me sentí algo melancólico por unos minutos. La extrañaba horrores, pero ya no la tenía hace unos tres años y aunque ya no lloraba, me dolía aún su partida.

Emma me sacó de mis pensamientos al tironear mí camisa, la miré sobre mí hombro.

-¿Cuándo vamos a tu casa?- me preguntó con un mohin.

Yo sonreí y pase mí brazo por sobre sus hombros.

-Dentro de un rato, nena. Esperemos una media hora más.

Ella hizo una mueca pero asintió. Mí mirada volvió hacia el cumpleañero y fruncí mí ceño al darme cuenta de algo...

¿Dónde estaba el novio de la señora Denisse?

Continuará...

Señora DenisseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora