Señora Denisse XVIII

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Señora Denisse

Denisse dió varios pasos hacía atrás mientras yo avanzaba, hasta que su culo golpeó en la mesada central. Sus manos se agarraron del borde y yo la encerré con mis brazos. Mí cuerpo más grande, dominando al suyo, mí ceño ferozmente fruncido y mí cara casi sobre la suya.

—No es lo que parece Mateo...

—¿En serio me dirás esa mierda?— la interrumpí—. ¿Qué?¿ Ahora me vas a decir que es tu amigo? ¿Casi un hermano?— susurré furiosamente.

Denisse frunció el ceño también, su actitud cautelosa se fue cuando cuadro sus hombros.

—Pues si, es mí amigo hace años.

Yo le mostré los dientes.

—¿Amigos? Amigos son mis huevos y se golpean. No me jodas  Denisse.

Ella alzó una ceja con mis palabras y su expresión enojada se borró por una sonrisa fugaz.

—¿Acabas de decir eso?

—No cambies el tema, maldición— gruñí bajo—. Y no me digas esa mierda que él no te ve de esa forma, Delicia. Cualquier hombre va a querer doblarte y meter su polla hasta el fondo—. Ella hizo una mueca con mí lenguaje poco caballeroso, pero los celos era un mal dictador de palabras—. ¿Que mierda hace aquí? No olvidé que la última vez que lo ví, me dijo que era tu maldito novio.

Denisse se mordió el labio.

—Todo tiene una explicación, Mateo. Si te calmas voy a poder hablarte— sus pequeñas manos llendo a mí pecho.

—Estoy calmado— gruñí.

Denisse me miró con una ceja alzada, hasta yo sabía que no sonaba calmado, pero era lo máximo que conseguiría de mí si no me explicaba esto rápido. Una de mis manos fue al borde de su falda y acaricié la piel suave de su muslo mientras subía por abajo de la tela.

—Soy muy impulsivo, Delicia—, bajé la cabeza para tener mis labios a la altura de su oído, mí voz volviéndose más grave—. Te recomiendo que me expliques rápido si no quieres que te ponga sobre mis rodillas para golpear estas hermosas nalgas—. Mí mano llego a su trasero desnudo y lo apreté con fuerza. Denisse jadeó suavemente—, hasta que estén rojas y estés bien mojada.

La respiración de Denisse se volvió un poco más fuerte y mí polla se agitó en mis jeans. Mí mano se movió un poco más y acaricié su raja cubierta por una tanga y volví a apretar su carne.

—¿Y Delicia?

— Thomas... Él es...

Una risita nos hizo saltar a ambos y me separé rápidamente de Denisse. Ambos volteándonos a la puerta por dónde habían entrado dos amigos de Alma. Los chicos se sorprendieron que vernos ahí y la chica se sonrojó fuertemente.

—Estaba buscando el baño— dijo ella algo cohibida.

Denisse había controlado su respiración y sonrió a la chica que no debía tener más de 17 años.

—Claro cariño, por aquí—. Denisse me dió una mirada de disculpa para guiar a la chica a lavadero dónde estaba el baño.

Mí mirada se quedó clavada en su falda que se balanceaba, dando la impresión que se vería un pedazo de culo en cualquier momento. Cuando me dí cuenta de eso miré al chico que había acompañado a la niña. Su mirada también estaba mirando el culo de Denisse y apreté los dientes.

—¿Se te perdió algo?— le pregunté mientras cruzaba mis brazos, que eran mucho más grandes que los suyos, sobre mí pecho.

—¿Eh?— me preguntó para mirarme, pareció salir de un trance.

—Si se te perdió algo—. Él chico me miró desconcertado hasta que captó la indirecta, negando fuerte con la cabeza. Me separé de la mesada y lo miré furioso—. Entonces no mires, niño. Vete— gruñí dando un paso hacía él.

El chico se asustó y asintió, se giró sobre sus talones y se marchó rápido. Me sentí algo culpable por desquitarme con él, pero Denisse aún no me había contestado.

Denisse salió del lavadero y frunció el ceño cuando no vió al chico.

—¿Dónde fue?

—Ven aquí —, dije señalando frente a mi—, y dime lo que me ibas a decir.

Denisse me hizo una seña de que esperara a que la niña saliera del baño y yo cruce mis brazos. Cada vez más impaciente por la respuesta. Pero antes de que la niña saliera, Thomas volvió con una carpeta y su estúpida sonrisa.

Denisse se adelantó hasta que llegó a él, mí cuerpo crispándose.

—¡Que bien que llegaste Thomas! Debo acompañar a Mateo al baño de arriba, porque este está ocupado. ¿Puedes fijarte que los chicos no hagan problemas?

Thomas alzó sus cejas mientras me miraba para luego mirar a Denisse, con una pregunta silenciosa. Denisse asintió levemente, pero yo lo capté perfectamente.

Mis dientes se apretaron.

—De acuerdo, preciosa. Lo que quieras—, dijo Thomas con su sonrisa de nuevo.

— Mateo, por favor sígueme— Denisse me miró pidiendo silenciosamente que no haga una escena.

Yo asentí, le dí unas palmadas en el hombro a Thomas, tal vez un poco más fuertes de las necesarias, pero él no dijo nada.

Ambos nos movimos rápido por la sala y yo la seguí por las escaleras. De paso disfrutando de la vista. La música no se escuchaba tanto en esa parte de la casa y Denisse se metió en su habitación en vez del baño. Yo la seguí y cerré la puerta con llave.

Me volteé mostrándole la pequeña y llamativa llave de su habitación.

—No saldrás de aquí hasta que me digas la mierda de Thomas—, y guardé la llave en mí bolsillo.

Denisse alzó una ceja y se cruzó de brazos.

—¿Planeas retenerme en contra de mí voluntad?

Mí boca se torció en una sonrisa de lado.

— Planeo muchas cosas contigo, pero primero dime Delicia. ¿O quieres que cumpla mí promesa?

Denisse se mojó los labios, su rostro sonrojado y sus ojos vidriosos. La idea la excitaba... y a mí también. Pero primero quería respuestas.

—¿Y? No me estoy haciendo más joven, Delicia.

—¿Quieres saber la verdad?— Asentí—. Thomas es mí mejor amigo desde la infancia. Él jamás me miró de la forma que tu piensas—, yo resoplé.

—Cualquier hombre sano, y no tanto, te miraría Denisse.

—No Thomas...

—¿Que carajo? ¿Es un santo?

Denisse agitó la cabeza.

— Thomas es gay.

Parpadeé sin entender.

—¿Eh?

— Thomas es homosexual. Él se hace pasar por mí novio en las fiestas de Santiago, para que él no tuviera sus ataques de celos—. Denisse se encogió de hombros.

—¿Eh?

Continuará...

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