Señora Denisse V

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Señora Denisse

Esa media hora se terminó convirtiendo en una hora y media y Emma ya me estaba dando miradas asesinas sin disimulo. Mucho más cuando Denisse se terminó quedando allí, entre todos los amigos de su hijo. La mayoría de los hombres la miraban con disimuló cuando se agachaba o se movía por la habitación. La novia de Santiago y Tamara, que eran las que más conocían a la señora Denisse, la seguían ayudando o hablando con ella sin parar.

Yo estaba en un sillón sentado y Emma estaba sentada de mí regazo. Intentaba duro no mirar a Denise, más que nada porque Emma se daría cuenta si tenía una erección y las cosas ya estaban suficientemente tensas sin agregar eso a la ecuación.

Pero mí mirada se iba, involuntariamente, hacía el balanceo de sus caderas o la redondes de su trasero parado. Y cuando mí polla comenzaba a endurecerse, cerraba los ojos y pensaba en cosas horribles... como la vez que vi a Pedro en pelotas, mí padrino.

Eso ayudaba a mantenerme en raya.

Emma se estaba moviendo en mí regazo y la agarre de la cintura para que se quedará quieta.

—¿Qué pasa?— le susurré al oído cuando me acerqué a su espalda.

— Tengo que ir al baño— murmuró con una mueca.

Yo sonreí y le hice una seña para que se levantará. Una vez que ambos estuvimos parados me acerqué a Santiago.

—Hey, hombre. ¿El baño? Emma tiene que pasar—, le dije en voz baja una vez que estuve a su lado.

Santiago asintió.

—¿La cocina? Hay una puerta del lado izquierdo. Esa es la lavandería, entras allí y habrá otra puerta. Ese es el baño.

—Gracias, hombre.

—Cuidado con lo que haces en mí casa, idiota—, gruñó.

—No seas cabrón—, le dije con una sonrisa para golpear su hombro antes de llevar de la mano a Emma a la cocina.

La llevé a la cocina y abrí la puerta para que entrara en la lavandería y ella se metió rápido en el baño. Esperé en la cocina, no me cansaba de observar lo grande y moderna que era. Me acerqué para mirar una cafetera que tenía miles de botones mientras esperaba que Emma saliera del baño.

—¿Te gusta el café?

Salté sin poder evitarlo y me giré, medio asustado por saber quién era la que estaba allí.

—Lo siento—, rió Denisse—. No era mí intensión asustarte— dijo mientras se acercaba con platos vacíos y los dejaba sobre la mesada central.

Yo sonreí, sabía que era muy forzada, pero no quería ser mal educado con Denisse. Después de todo ella no tenía la culpa de la respuesta que tenía mí cuerpo al verla. Por un segundo recordé como su cuerpo tembló cuando se corrió sobre la almohada y sentí mí cara caliente.

¿Me estaba sonrojando de nuevo?

Maldita sea...

—¿Qué me había preguntado?— hablé intentando distraerme de la imagen que se repetía en mí cabeza.

—Si te gusta el café. Como estabas mirando mí cafetera.

—Ah... Mmm, si. Me gusta. Jamás había visto una cafetera con tantos botones, por eso la estaba mirando—, me expliqué rápido sin saber el porqué de mis nervios.

—¿Te gustaría uno?

Mientras mí cerebro procesaba lo que ella me había dicho, mí cabeza ya estaba asintiendo. Ella sonrió mientras se limpiaba las manos con un trapo limpio y se movió a dónde estaba. Yo me quedé congelado y con la respiración contenida cuando se quedó parada justo al frente de mí.

Señora DenisseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora