Señora Denisse XIV

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Señora Denisse

Si hubiera sido una caricatura, mí mandíbula hubiera caído hasta el suelo y mis ojos habrían saltado de mis cuencas.

Mí mirada recorrió las cortas pero preciosas piernas blancas de Denisse hasta llegar a lo que parecía una mezcla de pantalón corto con una braga negra. Cubría su coño y llegaba hasta su pequeña cintura. Una porción de su torso estaba desnuda para que después apareciera una remera cerrada sin mangas del mismo color, pegada a sus tetas. Pude ver, por la poca luz de mí departamento, sus pezones duros bajo la pequeña remera. Eso quería decir que no tenía sujetador.

Mí mano se aflojó tanto que soltó mí remera, mis ojos no podían apartarse de su cuerpo y mí lengua parecía que se había quedado enrollada en mí garganta.

Pero no necesité decir nada cuando ella se adelantó unos pasos. Yo caminé hacia atrás, todavía en shock por verla en mí apartamento. ¿Cómo me había encontrado? ¿Cómo sabía que era mí cumpleaños?

Quería preguntarle todas esas cosas, pero no podía hacer que mí boca funcionará. Denisse cerró la puerta una vez que estuvo dentro y dejó caer su tapado. Tragué en seco, sin saber si podría decirle que se vaya...

Obviamente no podría, ni lo haría.

Denisse siguió avanzando y yo reculando hasta que la parte de atrás de mis rodillas golpearon mí sofá viejo y caí sentado. Estaba demasiado aturdido cuando ella sonrió y se subió a horcajadas sobre mí regazo. Ella levantó sus manos frías y suaves y acarició mis mejillas. Mis ojos cerrados para disfrutar ese contacto y su exquisito olor a lavanda que tanto había extrañado.

Un quejido se escapó de mí boca cuando ella pasó su nariz por mí mandíbula y sentí sus pechos pegarse al mío.

—He pensado mucho en ti, Mateo—, me susurró para después morder mí mentón.

Aspiré aire de golpe por la sensación, mis manos temblorosas llendo a su espalda, sobre la curvatura que daba lugar a su grandioso culo. Creí que podría ser un sueño, pero se sentía bastante real cuando ella besó el lugar donde había mordido.

—¿Tú también pensaste en mí?

Yo asentí. Diablos, aún no podía hablar, sentía mí cara caliente mientras mis manos bajaban para apretar su trasero. Gemí de nuevo cuando mí polla dura hizo contacto con el calor de su coño. Mí respiración comenzó a ser más rápida cuando mi cadera se movió, mí pene comenzó a frotarse contra su cuerpo y me hizo recordar a nuestro único encuentro. Mis manos llegaron a la parte baja de su abundante trasero y las apreté al sentir piel desnuda.

—Oh, si—. Denisse gimió sobre mí—. Soñé con esa polla, bebé.

Me quejé mientras mis párpados se apretaban con fuerza. Quería decirle que yo también había soñado con ella, con sus tetas y que quería comer su coño, probar su corrida. Pero seguía sin voz.

Ella movió sus caderas en forma circular mientras las mías subían, queriendo traspasar la tela y meterme en su caliente coño.

—¿Quieres que chupe tu polla?— Mis dientes se apretaron tan fuerte como lo hicieron mis bolas con su pregunta—. O ¿Quieres follarme?

—¡Joder! Si, si. Quiero follarte— mí voz por fin saliendo con un siseo.

Eso pareció desatar algo en mí. Mis movimientos se volvieron frenéticos mientras sacaba mí remera por mí cabeza. Luego fueron a las bragas-pantalón que ella tenía, pero Denisse me detuvo, negando con la cabeza.

Mí ceño se frunció y quise agarrarla de nuevo cuando se levantó de mí regazo. Denisse dió un paso atrás, esquivando mí mano y me dejó extrañando su contacto mientras llevaba su mano a su montículo. Movió sus dedos pero no parecía estar tocándose. Cuando su mano salió de ahí, me di cuenta que la prenda tenía un agujero justo en todo su coño. Me mordí el labio, dejando caer mí espalda contra el respaldo del sofá y levanté mis caderas para bajarme de un tirón mí chandal y dejar libre mí polla llena de líquido pre-seminal. Miré una vez más su coño rosa y sin bello, estaba brilloso, toda húmeda para mí.

Señora DenisseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora