Señora Denisse II

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Señora Denisse

Pasé mí mano por mis ojos por quinta vez tal vez en media hora.

Era cerca de las tres de la mañana y Diego ya estaba roncando en la mesa y babeando en sus anotaciones. Santiago parecía más dormido que despierto, pero yo me esforzaba para permanecer más activo.

Estaba acostumbrado, después de todo.

Después de conocer a la señora Denisse pude concentrarme muy poco. No quise admitirlo delante de Diego, me patearía a mí mismo antes de hacerlo. Pero la mujer me dejó encandilado, totalmente estúpido. Mis neuronas sólo funcionaban para pensar en sus piernas torneadas y blancas, en sus grandes tetas suaves y mullidas o en su trasero parado y esponjoso.

La madre de Santiago se había ido antes de que subieramos a la habitación de su hijo para hacer el proyecto. Pero en mí cabeza no dejaba de aparecer, su cuerpo de infarto, ni su sonrisa dulce y amable.

Apreté mis manos en mí cabeza y cerré los ojos con fuerza. Esto no estaba bien, y por varias razones.

1- Yo tenía novia y aunque no recuerdo cuándo fue la última vez que tuvimos sexo con Emma, yo la amaba y respetaba. No podía estar pensando en otra mujer...

2- Era la madre de Santiago, un amigo que había conseguido hace poco, pero además de Gustavo, era el que mejor me caía. El chico era serio y centrado, de novio con una chica que aún estaba en preparatoria e inteligente. Santiago fue el primero en hablar conmigo, fue amable y directo. Desde el día de orientación no nos habíamos separado.

3- La mujer tenía 35, más de diez años de diferencia...

Aunque no lo aparentaba, su piel suave y sin una arruga, parecía no más grande que yo. Su estatura era baja, aunque había traído tacones era más bajita que yo...

Con un suspiró me enderece y miré a Santiago que cabeceaba sobre la mesa. Mis ojos estaban tan cansados como lo parecían los suyos. Estiré mis músculos adoloridos de la espalda y Santiago me miró, más dormido que despierto.

— Iré al baño—, dije mientras me levantaba.

Santiago asintió, no hizo ademán de levantarse.

— La puerta del final del pasillo—, me dijo señalando hacía la derecha.

Moví mí cabeza en afirmación y salí de la habitación, cerrando la puerta. Había una puerta más antes de llegar a la que era del baño, estaba asomada con una luz tenue pero ni siquiera me acerqué. Suponía que era la habitación de la madre de Santiago y tal vez ella ya había llegado de su salida.

Entre al baño e hice mis necesidades para después lavarme las manos y la cara. Suspiré mientras veía mis facciones cansadas y la barba que comenzaba a notarse. Me moje el pelo también, intentando permanecer despierto. Después de secarme y un poco más despabilado, salí del baño.

Hice unos pasos hasta que escuche un ruido ahogado provenir de la puerta asomada. Me detuve en seco a dos metros de la puerta y ni siquiera respire para escuchar mejor. Mí garganta tragó en seco al escuchar el ruido de nuevo. Un gemido suave y femenino.

Mí polla se agitó en mis pantalones y comenzó a endurecerse mientras daba unos pasos más a la habitación. Con el corazón corriendo rápido y mis movimientos lentos y silenciosos, me pegue a la pared al lado de la puerta y escuché. Otro gemido amortiguado que fue directo a mí pene que se alzó como mástil.

Mí respiración comenzó a agitarse cuando me di cuenta lo que estaba pasando allí adentro. Tal vez la señora Denisse tenía un novio y ese hombre la estaba haciendo gemir, pero no se escuchaba una voz masculina.

La señora Denisse se quejó un poco más fuerte y me mordí el labio, mí mano llendo a mí polla erecta y ansiosa de escucharla más.

¿Qué carajos me pasaba?

Yo no era así, no era un voyerista. Ni siquiera era muy amante del porno, cuando me masturbaba dejaba a mí imaginación volar y era lo mejor... Y en ese momento lo peor, porque mí cabeza voló con imágenes y situaciones conmigo y la señora Denisse. Yo haciendo cosas sucias a su cuerpo infartante.

Ni siquiera sé de dónde vino el coraje, pero me asomé por la puerta y lo que vi me dejó congelado y a un paso de correrme.

Denisse estaba arriba de la cama, pero no había ningún hombre a la vista. Tenía lo que parecía un cuero negro en forma de T que rodeaba sus pechos, sobre sus pezones y bajaba a su coño. Ella estaba sentada arriba de un almohadón y se movía casi violentamente, frotando su coño contra el suave material. Sus pechos saltaban, haciendo que el cuero frotara sus pezones erectos. Su rostro pálido estaba sonrojado mientras mantenía los ojos cerrados con fuerza y su hermosa boquita abierta por los jadeos que salían cada vez más fuerte.

Mis piernas se aflojaron mientras ella se agitaba más fuerte y de repente comenzaba a temblar, de pies a cabeza. Lloriqueo mientras se corría y mis bolas se contrajeron mientras apretaba mí polla con la mano, contra el pantalón. Ella no abrió los ojos cuando pasó su mano pequeña por sus pechos grandes, su estómago tensó y sus dedos se perdieron en su coño.

Tragando con fuerza e intentando no hacer ruido, me fui. Sintiendo que estaba a punto de correrme, me moví rápido al baño. A penas cerré la puerta, me saqué desesperado los pantalones y boxer, y comencé a masajearme de arriba a abajo, una y otra vez, con mí mano llena de mí saliva y líquido pre-seminal. Mis ojos se cerraron mientras apoyaba mí mano en la pared de azulejos. La imagen de Denisse no se me iba de la cabeza, como tembló cuando se había corrido, la piel de gallina había reventado en sus brazos y su boca se había abierto con deliciosos ruidos.

Mí respiración errática llegó a mis oídos mientras era más duro con mí polla. Mí trasero apretándose mientras sentía la inconfundible sensación del clímax.

—Oh, si. Mierda...— susurré cuando la imaginé montando mí polla y no esa almohada—. Que delicia. Joodeerrr...

Tomé el borde de mí camiseta y la lleve a mí boca para morderla con fuerza y amortiguar mis gruñidos. Mí respiración se hizo más superficial, mientras mis bolas dolían, mí mano bajando allí para masajearlas, pero no sirvió de nada. Tenía que correrme, y había pasado tanto desde que me masturbé, que no me dió vergüenza correrme tan rápido. Gruñí en voz baja mientras chorro tras chorro de semen salía de mí polla hacia mí estómago tenso. Mis piernas eran gelatina pero pude mantenerme a pesar de los temblores.

Mientras me limpiaba y mí respiración volvía a la normalidad, pensé:

¿Qué carajos me hizo la señora Denisse?

Continuará...

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