—Creí que solo iba por huevo —dijo Karin, mirando a Sasuke lavar los platos mientras Suigetsu los secaba.
—Pues tiene que pagar —respondió Suigetsu, con su sonrisa burlona.
—No puedo creer que haya caído tan bajo.
—¿Tú no lo harías?
—¡Por supuesto que no!
—Estoy seguro de que, si te abrieras una cuenta para webcam, ganarías más en una hora que lo que ganas en la recepción por toda la mañana.
Karin quería gritarle que era un imbécil, pero la furtiva mirada que le dirigió Sasuke la contuvo, y se sintió verdaderamente confundida.
¿A él le importaba si lo hacía o no?
Bajó la mirada, volviendo a sentarse en la silla, recargando los codos en la barra.
Lo peor, era que Suigetsu tenía razón.
Cuando estaba en la preparatoria, un hombre la abordó en el tren cuando iba de vuelta a casa, y le ofreció dos mil ryō a cambio de que lo dejara fotografiarla en ropa interior.
Su primer impulso, al menos en su mente, había sido usar su mochila para golpearlo en la cabeza, patearlo en la entrepierna y hacer tal escándalo que la policía de la estación tuviera que intervenir. Pero no lo hizo.
El dinero del hombre estaba ahí, en su mano, y era justo la cantidad que necesitaba para comprar el medicamento de su madre, que se había acabado hacía dos días y el seguro médico no cubría por su alta especialidad.
Después de todo, era así como su madre se ganaba la vida.
Ella creía que no lo sabía, estaba convencida de que la había engañado haciéndola creer que era la gerente de una pequeña cafetería a las afueras de la ciudad, pero hacía tiempo que la había descubierto subiéndose en uno de los autos que merodeaban el barrio rojo, y a la noche siguiente en otro. Aunque en realidad, lo había sospechado desde la vez que pudo acceder a su expediente médico, celosamente guardado en el cajón bajo llave en la mesa junto a su cama.
Nunca la juzgó. A eso la había orillado su falta de preparación en cualquier otra labor y el abandono de un marido alcohólico que jamás la dejó ganar experiencia en nada, pero su cuerpo no soportaba más.
Suigetsu sintió un escalofrío cuando levantó de nuevo la mirada, enfrentándolo.
—¿Lo estás pensando? —preguntó Sasuke, secándose las manos.
Karin continuó en silencio. Estaba total y absolutamente segura de que ninguno de sus tres compañeros de piso sabía que sí había vendido fotografías y videos para pagarse la matrícula de la universidad. Si lo supieran, era seguro que jamás la habrían tomado en serio, y Suigetsu no habría perdido la oportunidad de usarlo para humillarla frente a Sasuke.
Sin embargo, el día de su examen recepcional, juró que jamás iba a hacerlo de nuevo, que tenía lo necesario para destacar por su ingenio e intelecto.
Pero ahí estaba, con un trabajo "honesto" que no le daba lo suficiente para resolver sus problemas, y ninguna perspectiva laboral mejor remunerada por el escándalo que había seguido a la bancarrota de su proyecto.
—Es tu decisión —continuó Sasuke.
Karin iba a replicar, pero la puerta del departamento se abrió bruscamente. Suigetsu asomó la cabeza, esperando encontrar nada como siempre, en cambio, en el vano de la puerta, con una expresión desencajada, estaba Jūgo.
—¡Van a morir todos! —gritó, corriendo hacia él.
Suigetsu, en ningún momento pensó en recibir la embestida. Jūgo era mucho más grande y pesado que él, además, había entrenado futbol desde la secundaria, sería un suicidio. No obstante, no fue lo suficientemente rápido y quedó atrapado entre el muro y el muchacho, sintiendo que le había roto las costillas.
Sin darle tregua, Jūgo rodeo su cuello con las manos, eran tan grandes que el agarre era absoluto.
Sasuke y Karin corrieron hacia él, pero mientras Sasuke trataba de romper el agarre, Karin, sabiendo que ninguno de los tres era físicamente más fuerte, volvió a la cocina y tomó una sartén, para enseguida golpear con toda su fuerza.
Tuvo miedo de lo que podría pasar, solo hasta después de que lo hizo y el cuerpo del inmenso muchacho cayó pesadamente, liberando a su víctima.
—Oh por dios, creo que lo maté.
Jūgo frunció el ceño, entreabriendo los ojos con dificultad.
—¿Qué pasó?
—Trataste de matar a Suigetsu —dijo Sasuke, inauditamente tranquilo.
—¿Por qué?
—No lo sé. Entraste como loco. ¿Qué es lo último que recuerdas?
—Había un hombre en el pasillo... dijo que todos teníamos que morir, y...
Sasuke chasqueó la lengua.
—¿Por qué ninguna entidad quiere poseerme? ¡Soy un buen candidato! —dijo Suigetsu, sonriendo como siempre, pero con un ligero temblor en los labios, aun trasudando, y encogido en un rincón.
![](https://img.wattpad.com/cover/286912585-288-k683753.jpg)
ESTÁS LEYENDO
La conjura de los INcrédulos
FanfictionQuebrados, desempleados, abandonados y muy endeudados, Sasuke, Karin, Suigetsu y Jūgo deberán enfrentar su fracaso como adultos profesionales independientes, en un sitio del que no podrán escapar... tal como pasó a los últimos inquilinos. /•/ Ficto...