Suigetsu miró a Karin. La ligera curvatura de sus labios, la forma en la que sus cejas se fruncían e incluso la tensión en sus dedos.
Tenía una mala mano.
Luego miró a Sasuke: tranquilo, con un dejo de aburrimiento, incluso podría pensar que ni siquiera entendía el juego, pero debía de ser una trampa. Aun así, hizo su jugada.
Karin suspiró con desanimo y bajó sus cartas, Suigetsu sonrió mostrando su mano, pero la pausa de Sasuke lo hizo dudar, quizás se había precipitado y pensó en lo peor. Él había sugerido ese juego porque se le daba bastante bien y aunque sospechaba que Sasuke podría ser bastante bueno, sabía que no jugaba.
¡Estaba seguro de ir con ventaja!
—¡No necesitamos suspenso innecesario! —se quejó.
Sasuke bajó sus cartas: tenía peor mano que incluso Karin.
—¡Sí!
Suigetsu saltó derribando la silla.
—¡No seré yo el que pondrá cara de idiota!
Karin se llevó una mano al pecho, apenas suspirando, estaba tan agradecida como Suigetsu, pero no podía evitar sentir pena por Sasuke.
Sin embargo, además de una necedad que tendía al infinito, algo que también caracterizaba Sasuke, era un orgullo que lo obligaba a cumplir con su palabra, sin importar sus implicaciones, y tomando su mejor saco, salió del departamento.
La idea no le causaba gracia, hubiera preferido mirar a la distancia, mejor aún, disfrutar de una venganza burocrática, pero con la insistencia de Orochimaru para humillarlos, ya no estaba tan convencido de conformarse con una ruina económica, como era su plan original.
"Un grupo de niños tontos que buscan formar otro esquema de fraudes", había dicho.
Quería que sufriera el mismo infierno que ellos habían pasado en esos meses. Y mejor aún, que llegara a estar tan desesperado, que sus opciones se agotaran al punto en que los llamara a ellos para suplicar ayuda.
La secretaria lo miró con una ceja enarcada, preguntó dos veces por su nombre y el asunto de su visita. Por supuesto que estaba agendado, el propio Orochimaru lo había invitado, pero esa mujer solo buscaba saciar una insana curiosidad sobre si era la misma persona sobre la que su jefe había hecho algunos comentarios para una revista especializada, la misma que una eufórica Karin les había restregado en la cara a los dos, exigiéndoles que no pospusieran más la venganza contra esa serpiente traicionera.
A punto de perder la paciencia, el hombre que había ido a buscar apareció casualmente en la recepción.
—¡Ah! —exclamó con falsa sorpresa —Sasuke-kun, un placer contar contigo. ¿Has venido solo? Invité a todos tus amigos. Ven, pasa, estamos por comenzar.
Decir que se apegó a los requisitos mínimos de la cordialidad, era exagerar. Si no fuera porque Orochimaru lo estaba disfrutando, sería considerado obviamente grosero, ya que ni siquiera estaba poniendo atención a lo que decía.
Lo condujo a un salón acondicionado a modo de auditorio, algo más parecido a las clases magistrales de la universidad, con una gran pantalla de proyección al frente. Había varios jóvenes ahí, definitivamente mucho más entusiasmados que él y miraban con ridícula emoción sus gafetes de plástico que los acreditaba como participantes del "Coloquio internacional de negocios para jóvenes emprendedores", que generosamente ofrecía la compañía de Orochimaru, nominado al absurdo premio a la innovación que daba el País del Fuego, a la empresa con mayor crecimiento durante el año fiscal.
Como adolescente enfurruñado en escuela nueva, buscó un lugar en la última fila, después de todo, no iba realmente a tomar clases y solo estaba ahí porque perdió la partida de cartas, ya que bien podían haber hecho esa tarea Suigetsu o Karin. Solo tendría que resistir hasta colocar todos los pequeños fetiches que diligentemente habían armado para la ocasión. En cada descanso se las arreglaba para moverse en distintos puntos, dejando en ductos de ventilación y paneles móviles del techo, inodoros y cualquier otra parte con poco o nulo movimiento, sus pequeñas semillas de la venganza.
—Sasuke-kun, ¿no piensas quedarte a la ceremonia de clausura? Pienso que te sería de mucha utilidad, de ese modo, dejarías de ser el hazmerreír de tus antiguos socios. Es tiempo de que retomes el control de tu vida con la seriedad que se debe.
Sasuke sintió que cada parte de su ser se estremecía. Se detuvo en seco, razonando que no era un chiquillo impulsivo que cedía a las provocaciones... aunque Orochimaru tenía un talento especial para empujarlo a sus límites.
Se giró levemente, extendiendo la mano hacia él, cerrando los ojos por unos segundos para concentrarse, repasando mentalmente los sitios en los que había escondido los fetiches.
Tal como lo esperaba, el edificio completo empezó a temblar. La alarma sísmica saltó enseguida, y aunque no hubo pánico, y el personal siguió ordenadamente el protocolo de evacuación.
Orochimaru no relacionó los eventos y Sasuke no se molestó en explicarle, tan solo giró sobre sus talones y siguió su camino.
Entonces, un rugido bastante familiar lo detuvo de nuevo.
—¿Lo escuchas? —preguntó —. Es el tren al infierno.
Orochimaru estaba demasiado confundido como para entender que no era una amenaza cualquiera, y solo se quedó de pie, mirándolo alejarse.
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La conjura de los INcrédulos
FanficQuebrados, desempleados, abandonados y muy endeudados, Sasuke, Karin, Suigetsu y Jūgo deberán enfrentar su fracaso como adultos profesionales independientes, en un sitio del que no podrán escapar... tal como pasó a los últimos inquilinos. /•/ Ficto...