Los cuatro se quedaron quietos cuando las tuberías empezaron a rugir.
Increíblemente, habían descubierto que, si no empezaban a gritar, pasaba más rápido, como si ignorándolo le restara poder sobre ellos. Sin embargo, era más fácil decirlo que hacerlo; el rugido venía acompañado de una peste espantosa, como si el desagüe de la ciudad cayera directo en el departamento, y un cambio de presión considerable. A veces Karin sangraba por la nariz, y Jūgo decía que percibía un zumbido que le daba náuseas.
Sasuke salvó el documento en que estaba trabajando cuando el voltaje empezó a fluctuar.
—Si pagara renta, no me molestaría que fuera roomie —murmulló Suigetsu, intentando acomodarse en su silla, que empezaba a realmente odiar.
No podía negar que aún le daban escalofríos, sobre todo cuando en la madrugada susurraba bajo su almohada, recordándole los peores días de su vida, lo que a veces le hacía temer que aquél ser no era nadie más que su padre, molesto por haber empeñado la estúpida espada de la que estaba tan orgulloso.
—Solo cinco meses —suspiró Karin, cuando finalmente se estabilizó la corriente eléctrica.
—Cinco meses —gimió Suigetsu.
—Cinco meses —repitió Sasuke, llevándose las manos a la cien. No estaba seguro de que pudieran seguir ese ritmo, apenas durmiendo, trabajando fuera por las mañanas, y toda la tarde y parte de la noche en el departamento.
Karin había sugerido usar la biblioteca, al menos hasta las 7, que estaba abierto, y aunque era bueno para cambiar de ambiente, no servía de mucho, porque esa cosa les había arrojado algunos libros en la cabeza.
—Me voy a dormir —dijo Suigetsu, bajando la tapa de la computadora —. Quedé de ver a alguien en la mañana.
—¿A quién? —preguntó Sasuke.
—Si consigo el trato, te va a encantar.
—Más te vale que sea la casa de la avenida Mokuton.
Suigetsu agitó la mano y se fue a la habitación. Jūgo se excusó poco después, él seguía teniendo el turno completo en la tienda, así que no se le podía reprochar nada.
—¿Quieres té? —preguntó Karin —. O también puedo hacer café. Pude comprar un poco ayer.
Sasuke levantó la mirada, asintiendo en silencio, y de alguna manera ella entendió que quería el café.
La miró desde su sitio, acercándose con precaución a la estufa. Ya una vez la llama se había descontrolado, quemándole los vellos del brazo, sin embargo, ahí estaba de nuevo, enfrentándose a la incertidumbre del temperamento de lo que fuera que habitaba el departamento.
"Cinco meses", pensó de nuevo Sasuke.
Quizás sería buen momento para ceder un poco su orgullo y pedir ayuda, si bien dudaba que pudiera encontrar algo que no hubiesen intentado ya los inquilinos anteriores, y no se veía a sí mismo haciendo desfilar a cada sacerdote, charlatán y psíquico de la ciudad.
Además, lo sabían de antemano, la casera se los repitió varias veces antes de firmar el contrato. De momento, ellos tenían el récord de permanencia, y aunque podría ser motivo de vanagloriarse, lo realmente preocupante, era que los últimos inquilinos, antes de ellos, habían perdido a dos de sus miembros de manera horrorosa.
Básicamente por eso habían conseguido una renta tan accesible en un barrio decente, y sirvió de inspiración para una estrategia de capitalización, aunque legal y basada en su propia experiencia, no particularmente honesta.
Si Suigetsu conseguía cerrar el trato, estarían un paso adelante.
Miró de nuevo las fotos de las propiedades en su teléfono: un departamento donde el cadáver de un anciano se momificó y fue encontrado por un indigente que lo creía abandonado y pensaba hacer una ocupación ilegal, una casa de dos plantas donde un hombre se ahorcó tras descubrir la infidelidad de su mujer, otra donde una pareja fue asesinada por un adicto buscando dinero rápido, y otro departamento que había pertenecido a un tipo que asesinó a su novia.
Suigetsu le mandó uno más en ese preciso momento. Sasuke miró por sobre su hombro en dirección a la habitación.
—Podríamos mudarnos a este —dijo.
Era bastante grande, tanto que cada uno tendría su propia habitación, y contaba con una pequeña terraza, un baño y medio, cuarto de lavado y no es que lo fueran a ocupar pronto, pero un cajón de estacionamiento subterráneo también, junto con una pequeña bodega.
—¿Cuál es su rareza? —preguntó Karin, sabiendo de lo que hablaba porque de eso habían estado revisando toda la tarde.
—El dueño asegura ser abducido por las noches.
—¿Aliens? —preguntó, tan escéptica como él.
Volvió a la sala con las dos tazas.
No debería juzgar las experiencias anormales de la gente. Hasta hacía un mes, ella misma se hubiera burlado de que alguien dijera que su casa estaba embrujada.
—También le podríamos sacar una buena tajada con inquilinos—dijo Sasuke.
—Hmm, no creo que los aliens tengan dinero.
Sasuke sonrió de medio lado.
—Está cerca de la universidad.
Karin le dio un sorbo a su taza. Cuando no estaba con los nervios de punta, Sasuke podía ser bastante agradable.
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La conjura de los INcrédulos
FanfictionQuebrados, desempleados, abandonados y muy endeudados, Sasuke, Karin, Suigetsu y Jūgo deberán enfrentar su fracaso como adultos profesionales independientes, en un sitio del que no podrán escapar... tal como pasó a los últimos inquilinos. /•/ Ficto...