—Que no, maldita sea —se quejó Sasuke, recuperando su maleta.
Itachi no opuso resistencia, sin embargo, Sasuke jadeó y casi perdió el equilibrio. Luego, simplemente lo miró avanzando despacio, luchando por entrar solo al taxi.
Sasuke podía ser tan testarudo que llegaba a lo cómico. Lo recordaba a sus cuatro años, tardando hasta una hora para anudarse los cordeles de los zapatos con tal de hacerlo por su cuenta.
—¿No vas a venir? —preguntó, una vez sentado.
Asintió en silencio, convencido de que tampoco le iba a dejar pagar. Ya había cerrado los detalles de las fechas de pago de la transferencia que le había hecho. No le preocupaba exageradamente, sabía que esa misma necedad le haría devolverle hasta el último centavo así acabara por construir un centro de investigación paranormal, por mucho que lo odiara, si es que llegaba ser el negocio más lucrativo.
Con la mano recargada en la ventana, simplemente miró su perfil, la expresión impávida de su rostro, pero con esa pequeña chispa que delataba un interior mucho más suave de lo que estaba dispuesto a admitir nunca.
Aún no podía creer que hubiera roto su juramento de nunca usar su peculiar talento, sobre todo, después del lío en que se metió con Naruto a causa de eso. Tanto como no podía creer la forma en la que se abría al mundo.
Si no supiera lo que había pasado con ella, diría que su madre estaría feliz.
Llegaron al edificio departamental al cabo de un rato, e Itachi no pudo evitar mirar de arriba abajo. No estaba mal realmente, pero tampoco sería su primera opción si tenía la posibilidad de permitirse otra cosa, y en cuanto al departamento en sí mismo... le sorprendía que no se hubiera desquiciado, más aún cuando supo que originalmente Sasuke dormía en la litera de arriba, casi pegado al techo.
—¿En serio se van a quedar con este lugar? —preguntó.
—Es un buen punto de canalización. Será la bodega, por así decirlo. La casera nos dará un buen precio por renovar el contrato.
—¿Eso significa que ya se pueden permitir otro sitio para vivir?
Sasuke se giró con media sonrisa sardónica que solía irritar bastante a las personas, y delataba que algo había hecho para darse un empujón financiero y muy seguramente no tenía que ver con el dinero de su última transferencia.
—Aún no está listo, así que nos quedaremos unos días más —le dijo.
Itachi respiró profundamente.
—Si necesitas algo...
—Estaré bien ¡hey!
Sasuke se llevó la mano a la frente, su hermano le había dado un golpecillo con dos dedos, tal como lo hacía cuando era niño.
—Si necesitas algo, llámame. No seas testarudo. Tonto hermano menor.
Sin esperar más respuesta, Itachi lo dejó solo.
El sitio estaba inusualmente silencioso, casi parecía tranquilo, pero en el fondo sabía que simplemente su roomie estaba satisfecho, deleitándose aún con el atracón que se había dado.
Dejó la maleta en el piso y se sentó en el sofá, mirando con solemne admiración la excelente reparación que había hecho Suigetsu en el piso. De alguna manera había conseguido que no se notara el espacio que habían destruido para sacar el cadáver, al que ya habían acomodado en un butsudan* cerrado con llave.
No era como si eso pudiera detenerlo realmente, pero el espíritu se encontraba cómodo con el arreglo y eso significaba que no estaría fastidiando.
Pensó entonces en lo que había dicho Jūgo, siempre sensato. Y ahora que sabía de lo que era realmente capaz, parecía menos tentador tenerlo cerca.
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La conjura de los INcrédulos
FanfictionQuebrados, desempleados, abandonados y muy endeudados, Sasuke, Karin, Suigetsu y Jūgo deberán enfrentar su fracaso como adultos profesionales independientes, en un sitio del que no podrán escapar... tal como pasó a los últimos inquilinos. /•/ Ficto...