¡Puaj!

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Podían pasar unas semanas o quince años más, Sasuke no se iba a costumbrar a tener el techo a medio metro de la cama. El teléfono de Suigetsu lo había sobresaltado, y seguía sonando, haciendo vibrar la mesa, acercándose peligrosamente al borde. Sin embargo, su dueño solo gruñía en su cama y fue Jūgo quien finalmente lo detuvo.

—¿Diga?

Tras unos segundos, el chico tomó por el hombro a Suigetsu y los sacudió con violencia mientras Sasuke encendía la luz.

—¿Qué pasa? —preguntó Sasuke.

—Es una mujer que dice vivir en el edificio, algo está pasando en el departamento.

—¿Qué cosa?

—No lo sabe. Pero hay mucho ruido, quiere saber si es alguno de nosotros o llama a la policía.

El gesto de Sasuke se volvió más severo de lo usual.

—¿Crees que sea "eso"? —preguntó Suigetsu.

—No hay otra opción.

Jūgo volvió a atender la llamada, asegurándole que estarían ahí en breve, que seguramente se trataba de un colega.

Los tres se vistieron a toda prisa, y el revuelo despertó a Karin, que solo se puso los zapatos y una sudadera por encima para que no la dejaran.

Debido a la hora, no les quedó más remedio que pedir el taxi por teléfono, y para cuando llegaron, varios vecinos estaban en el pasillo mirando con espanto la puerta.

En el interior del departamento se escuchaban chillidos y arañazos persistentes, pero no sutilmente, como si una rata estuviese tranquilamente royendo algo que encontró para comer, era como si dentro estuvieran masacrando una colonia de roedores.

—Es un yūrei —aseguró una de las vecinas apenas los vio llegar —. Sukishima-san se convirtió en un espíritu sin descanso.

Sasuke resopló.

Si supiera.

Suigetsu se acercó primero, pero ni bien ponía la mano en el pomo de la puerta, cuando se detuvo, girando la vista hacia los demás.

¿Y si abro esa puerta y miles de cucaratas nos devoran?

—¿Qué mierda es una cucarata? —preguntó Karin.

Suigetsu tartamudeó un poco, había querido decir ratas, pero también pensó en cucarachas, que por algún motivo odiaba más. Y mientras el seguía dudando, Sasuke se adelantó con la llave en mano y abrió la puerta.

Todos gritaron, no solo sus compañeros, sino también los vecinos que estaban en el pasillo, lo que le hizo mirar abajo, pensando que alguna rata había pasado por entre sus piernas, pero estaba seguro de que, en el interior, no había absolutamente nada.

El silencio subsecuente fue aún más atemorizante.

Como líder de la comitiva, a Sasuke le correspondió encender la luz, confirmando que todo estaba exactamente igual a como lo dejaron antes de irse. No había absolutamente nada dañado ni fuera de lugar.

Detrás de él, entraron Karin, Suigetsu y al final Jūgo. Cuando miró por sobre su hombro, no pudo evitar el pensar en una caricatura que veía de chico y la idea de que, al menor ruido todos iban a saltar sobre Jūgo, fue lo único que evitó que saliera corriendo cuando sintió una mano helada en su hombro, acercándose a su cuello.

"La muerte te espera"

—¡Sasuke! —chilló Karin cuando algo tiró de él, arrastrándolo hasta un armario en el fondo. Se tiró hacia el frente, alcanzando a tomarlo por la mano sana, pero esa misma fuerza la arrastró a ella también, y cuando los dos estuvieron dentro, la puerta se cerró con violencia.

—¡¿Qué diablos es esto?!

—Karin, mi mano —se quejó Sasuke. Ella trató de acomodarse, pero sentían una presión limitándola, como si se estuvieran moviendo en una piscina de pegamento a medio secar.

Afuera, sus otros dos compañeros habían dejado de intentar abrir la puerta y, según escucharon, iban a quitar todo el marco de la puerta.

—Sasuke, ¿estás bien?

—Si, ¿por qué no lo estaría? Solo un maldito fantasma me acaba de encerrar en un armario.

Karin se mordió un labio.

Pudo ver perfectamente la expresión de su rostro, jamás, nunca, desde que lo conocía, lo había visto asustado. Ni siquiera el día que él mismo había despertado completamente cubierto del líquido rojo que había salido de quién sabe dónde. Incluso en ese momento, podía escuchar su respiración agitada, pero estaba convencida que era solo por el dolor.

Suigetsu empezó a golpear, y la madera a crujir.

—Solo un poco más —susurró Karin, empujando desde dentro cuando la primera moldura cedió.

Jūgo la sacó con una sola mano, apartándola apenas se dieron cuenta de que Sasuke no se movía.

Asustados, lo sacaron incluso del departamento, recostándolo en el pasillo de afuera y una de las vecinas volvió a su casa para traer agua.

No se había desmayado, pero estaba perlado de sudor, más pálido de lo que era y la expresión de la mirada ausente.

—¡Hey! —gritó Karin palpándole el rostro —¡Sasuke!

Sasuke parpadeó, liberándose del influjo de lo que fuera que lo había sometido, incluso halo aire.

—Tal vez si necesitamos un exorcismo —dijo.

La conjura de los INcrédulosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora