¡Crack!

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—¿Cuál es la maldita prisa? —preguntó Suigetsu, saltando del taxi y corriendo hacia el porche.

—No lo sé —respondió Karin —. Nos dijo que nos quedáramos afuera.

Suigetsu arrugó la nariz. Presentía que no iba a ser agradable, y Sasuke le iba a hacer pagar su brillante plan. Ni bien entró a la casa, lo recorrió un escalofrío, se había asustado al ver una sombra, pero al poco se dio cuenta de que era Sasuke, de pie en la oscuridad de un pasillo.

—¿Qué pasa?

—¿Hiciste los contratos?

—Recién estaba en eso... espera... no, no me digas que... ¡no!

Sasuke no se movió ni un ápice. La oscuridad, el frío y el silencio acentuaron esa personalidad suya que tanto lo inquietaba, y que lo ponía tan en sintonía con ese aspecto sobre sí que se negaba a aceptar y explotar hasta las últimas consecuencias.

Trago saliva cuando le vio poner la mano en el pomo de la puerta, invitándolo a ir primero, después de todo, era su proyecto. Sin embargo, no se acobardó, encendió la luz y empezó a bajar, con Sasuke detrás.

El sótano le pareció de lo más normal. Francamente, esperaba algún tipo de monstruo bajo la escalera, al menos por la gravedad con la que Karin lo había hecho sonar.

"Deja lo que sea que estés haciendo y trae tu culo acá en este preciso momento"

Una lavadora, la secadora, un estante con cajas que por las rotulaciones indicaba que ahí guardaba las decoraciones temáticas de cada fiesta.

—No estoy entendiendo —le dijo, girándose hacia él.

Sin decir palabra, Sasuke pasó a su lado, empujó una mesa de trabajo con rueditas que estaba al fondo, revelando una trampilla. Instintivamente, Suigetsu bajó los hombros.

—Maldito sabueso —le dijo, acercándose para ayudarle a levantarla, ya que con un solo brazo útil no podía. No encontró un apagador, así que sacó su teléfono para usar el flash y alumbrar una estrecha escalera recta que claramente llevaba a un segundo sótano.

—¿Cómo diablos construyó esto? —preguntó Suigetsu, mirando a su alrededor cuando encontró el apagador. Se trataba de una habitación completa, con un estante de libros, cajas de juguetes, unos sofás con forma de hongos.

—Era una cisterna —dijo Sasuke, mirando una de las esquinas.

—¿Y el niño? —preguntó Suigetsu —. Aquí tenía un niño, obviamente.

—No lo tengo muy claro, sé que lo sacó, pero no sé a dónde lo llevó.

—Voy arriba con la señora, necesita llamar a la policía y bueno, malditos embrollos. Mientras te puedes ir llevando a la vecina entrometida.

Suigetsu salió tan rápido que Sasuke bien pudo asegurar que poco le faltaba para ir gritando. Él se quedó un poco más, mirando a su alrededor, buscando algo que pudiera servir de anzuelo para que la mujer los siguiera, y entonces lo vio: un oso de peluche con un gran lazo en el cuello, ojos brillantes y almohadillas con forma de corazón.

—Suigetsu le está diciendo cómo explicar el descubrimiento.

Se giró para mirar a Karin, que bajaba con pasos temblorosos, seguramente más por la idea en sí de lo que significaba ese sitio, que por la incomodidad de la falta y los zapatos.

Al igual que Suigetsu, miró todo en el lugar, imaginándose lo que pudo haber pasado.

—Solo quería alguien para querer —susurró.

—No puedes compadecerte de alguien tan egoísta que solo le importaron sus propios sentimientos —dijo Sasuke, tomando el muñeco.

Karin miró su semblante relajarse por un momento, pero no de un modo tranquilizador, sino casi triste. Recogió los brazos a la altura de su pecho, podía sentir su propio corazón, y se animó a preguntar algo que hacía mucho tenía curiosidad por saber.

—¿Cómo fue la primera vez?

Sasuke salió de su ensimismamiento, e hizo contacto directo a sus ojos. Por un momento, ella dudó que fuera a responder, sin embargo, lo hizo.

—En la familia de mi padre, todos los hombres fueron policías desde tiempos de mi tatarabuelo. Mi padre lo odio cada momento, por eso se matriculó en la universidad nocturna, quería conseguir otro empleo y olvidarse de eso.

Sasuke levantó la vista, como si no estuviera en esa habitación, en ese momento.

—Resulta que mi papá odiaba ser policía, pero era uno honesto. Se negó a aceptar un soborno de una mafia. Creo que yo tenía unos ocho años, mi mamá le llevaba algo para cenar, se le hizo tarde y fue directo a la escuela, mi hermano estaba estudiando para un examen, así que me llevó a mi para que no lo molestara. Nos emboscaron poco antes de llegar al campus.

Karin contuvo el aliento.

—Nos retuvieron en un contenedor de embarque, según el reporte, por seis meses. Estaba muy caliente y oscuro. Mi madre trató de mantenerme tranquilo, que mantuviera la confianza en que mi padre nos iba a rescatar.

Se quedó en silencio, sujetando el oso de peluche con fuerza, aunque era difícil no notar cómo esa tención flaqueaba, y Karin se acercó muy despacio, luchando contra el impulso de abrazarlo.

—No dejaron suficiente agua ni comida, y cuando mi madre se dio cuenta de que las provisiones se estaban agotando, dejó de comer.

—Sasuke...

—Según el médico, mi madre murió al menos una semana antes de que abrieran el contenedor, pero yo la escuché hasta el último día.

Sacudió la cabeza, luchando por alejar ese recuerdo, sin embargo, antes de que pudiera decir nada más, un viento helado se apoderó de la habitación.

Karin se encogió.

—¿Es ella?

—Está molesta porque profanamos su santuario.

—Los fantasmas son terroríficos.

Los humanos son aún más terroríficos.

Lo siento, no tengo auto control, hice algo triste

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Lo siento, no tengo auto control, hice algo triste.

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La conjura de los INcrédulosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora