Yum

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—Fuiste de compras —dijo Sasuke, cuando el silencio en el taxi se volvió demasiado incómodo. Sin embargo, debido a sus deficientes habilidades se socialización, nunca consideró que eso solo lo volvería aún más incómodo.

Karin se puso completamente roja. Había pensado que Suigetsu había guardado el secreto, pero si bien, nunca lo usó en su contra, claramente sí le había contado a Sasuke.

—Ofertas de cambio de temporada —dijo.

Sasuke no hizo nada más que ese desesperante gruñido/bufido que solía hacer para cualquier cosa.

La chica, sin embargo, demasiado acostumbrada a él, sospechó que se había dado cuenta de su desliz y ahora solo ignoraría la situación, aunque no estaba tan segura sobre si quería o no, preguntar sobre de dónde había sacado el dinero extra. Se limitó entonces a revisar la carpeta del día.

Se dirigían a las afueras, una familia pedía ayuda por lo que creían era el espíritu de una antigua vecina que, en vida había sido demasiado molesta, y ya muerta se había vuelto peor. No daban más detalles, pero pese a la publicación en Internet, pedían discreción en el asunto y respeto a su privacidad, sobre todo porque tenían hijos en escuela y no querían hacer su vida más difícil aún.

—¿Te importa si yo entrevisto a la familia? —preguntó Karin, convencida por completo de que si lo hacía él solo quedarían dos opciones posibles: los ofendería o los humillaría —¿Qué necesitas saber?

Él se encogió de hombros.

—Nada en realidad. Si es real, la información la puedo obtener directamente.

Karin se llevó el bolígrafo a los labios, sin morderlo. No podían simplemente llegar con su cara de póker, pasearse por la casa sin decir nada, y dar una cotización si era real o irse sin más.

Sasuke pagó al chofer, se acomodó el cabestrillo y miró la casa desde el jardín.

—Mierda —masculló.

—¿Pasa algo?

—Sí tienen una vecina entrometida.

Karin tembló. En la teoría del pizarrón parecía fácil, pero ya no se sentía segura respecto a que "los muertos no pueden hacer nada".

Alguien salió de la casa, preguntando si eran las personas con las que habían hecho cita y los invitó a pasar.

La casa era de una sola planta, pero bastante amplia, tan solo la sala de estar era del mismo tamaño que todo su departamento, y la altura les había permitido conservar un estilo campirano de vigas altas con grandes lámparas colgantes. Sobre la chimenea había algunas cabezas de ciervos, un pato o algo así y lo que parecía un tejón, como rodeando una colección de tres armas largas.

—¿Y cuándo empezó? —preguntó Karin, para guardar las apariencias.

—Hace cuatro meses, quizás, es que ha escalado. Al principio solo creíamos que pasaba algo: pequeños golpes en las puertas y ventanas, pero nunca vimos a nadie.

—¿Qué es lo más grave que ha hecho?

—Mis hijos dicen que la ven en el pasillo, que quiere entrar a sus cuartos. No sé si quiere hacerles daño, era molesta, pero nunca los trató mal, a veces les regalaba galletas y pastelitos.

—¿Molesta como del tipo que se cree de la familia?

La mujer asintió.

—Siempre necesitaba algo; azúcar, café, agua... cualquier excusa para venir a la casa, y cuando entraba, tomaba todo, revisaba todo, se comportaba como si fuera mi más íntima amiga.

—No tenía familia —dijo Sasuke, interesándose muy levemente en la entrevista.

—No. Sus padres murieron cuando era muy joven, y su esposo ni siquiera vivió lo suficiente como para que tuvieran hijos. Tenía dos hermanos mucho más jóvenes, ahora están en la universidad, así que casi no estaban por aquí. Supongo que por eso tampoco fui estricta con ella, es decir, era una mujer sola que solo quería alguien para querer.

Sasuke hizo su gruñido/bufido otra vez, Karin sintió ganas de patearlo para que se comportara, pero la mujer parecía no haberse percatado del tono de burla que había hecho.

—Insisto, no es cruel, pero... mis hijos no pueden vivir así.

—Sí. Lo entiendo. Disculpe, ¿su casa la pusieron a la venta?

Ella negó con la cabeza.

—Sus hermanos tienen planes de volver una vez que terminen sus estudios, supongo que hasta entonces verán qué hacer.

—¿Y de casualidad tiene acceso a la casa?

—Sí, de hecho, los muchachos me pidieron cuidarla.

—¿Podemos ir?

—Por supuesto.

Salieron por la puerta trasera. Al parecer, la vecina vivía más al interior en el bosque. Caminaron cerca de quince minutos por un camino de tierra delimitado más por el uso que por alguna intervención de planeación urbana.

La casa, más pequeña que la de su clienta, pero con un acogedor encanto. Estaba rodeada de árboles, ya en tonos rojizos por la época, que dejaban una alfombra en el césped amarillento y desordenado.

No olía a abandono, aunque sí se le sentía fría.

—Quédense aquí —ordenó Sasuke.

Las dos se sentaron en una banca colgante en el pórtico.

—¿Él es...? —intentó preguntar la mujer.

—¿El médium? Sí, pero no le diga así, odia este tipo de cosas.

—Entonces, ¿por qué lo hace?

—Tenemos un problema muy grande y... opciones no nos quedan.

—¿Dinero?

Karin se puso roja. Era obvio que iban a cobrar.

—Si realmente se deshacen del problema, no tengo problema con pagar lo que sea.

—¡Karin!

La chica saltó en su sitio y se apresuró a entrar, aunque no estaba segura de dónde encontrarlo, no se sintió con la confianza para empezar a gritar su nombre. Sin embargo, lo encontró en la cocina.

—Llama a Suigetsu —le dijo —. Que venga ahora mismo.

—¿Qué sucede?

Karin se acercó, mirando alrededor. Las puertas de las alacenas estaban abiertas, y en todas había bastantes frascos de Nutella, más de los que incluso podría necesitar una familia con muchos hijos, algunos llenos y otros ya vacíos.

Creo que este espíritu de verdad ama la Nutella —dijo, sin entender cuál era la urgencia de Sasuke.

—No es la Nutella el problema. No dejes que entre la mujer, al menos no hasta que llegue Suigetsu, voy al sótano.

La conjura de los INcrédulosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora