¡Duh!

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—Gracias.

Suigetsu, sentado en el piso del pasillo justo frente a la puerta, tomó el onigiri que le ofreció la vecina del departamento mientras veían correr al chico de las gafas oscuras que había llegado con un estilo despreocupado y bastante altivez, asegurando que podría resolver el problema, aunque dos monjes y una sacerdotisa tan solo esa misma mañana, se fueron por donde llegaron.

—¿Entonces no ha pasado nada en tu casa? —preguntó a la muchacha.

Ella negó con la cabeza, estrechando la bandeja contra su pecho.

—Podemos escuchar algunos ruidos, como si hubiera alguien ahí, pero nada como la otra noche, y tampoco nada se mueve dentro.

Suigatsu suspiró.

"Entonces, el problema somos nosotros", pensó.

—Realmente los admiro mucho —siguió diciendo —, se toman esto con tanta calma y profesionalismo, que les encomendaré departamento cuando me vaya a la universidad.

Suigetsu le sonrió.

—Tú también te lo estás tomando con calma.

Fue turno de ella para reírse.

—Por supuesto que no. Estoy muerta de miedo, pero me siento segura cuando están aquí, en serio, tienen todo bajo control.

—¿Ya se fue? —preguntó Sasuke acercándose por el pasillo.

Sakura le había inmovilizado el brazo completamente y le había puesto un cabestrillo, estaba completamente furiosa por su necedad de seguir "haciendo trabajos de reparaciones" sin esperar a que cerrara la herida. Por supuesto que no le habían dado absolutamente ningún detalle al respecto de sus verdaderos inconvenientes en el nuevo giro de bienes raíces de su empresa, aunque tal vez sería cuestión de tiempo que se enterara, si bien que lo creyera sería otro asunto.

—Duró más que el monje que nos regañó por apóstatas.

La chica volvió a reírse, se despidió deseándoles suerte.

Sasuke no tenía ánimos de entrar tan pronto, así que se tumbó en el suelo junto a Suigetsu.

—Saliste temprano —le dijo, ofreciéndole el otro onigiri que había tomado a la chica. Sasuke lo aceptó, y por respuesta solo levantó el brazo.

—La última vez que le denegaron a alguien un permiso por incapacidad médica, les costó doscientos mil ryō.

—A mí me despidieron —se quejó Suigetsu.

—Por idiota, te dije que no firmaras la carta de renuncia.

—Necesitábamos dinero rápido, no en meses de litigio.

Los dos suspiraron al mismo tiempo.

—¿Ya no nos quedan opciones? —preguntó Suigetsu.

—A menos que quieras dejar desfilar a todos los estafadores de los infomerciales de la madrugada.

—¿Entonces? Todo mi conocimiento del tema es por películas de terror. Pero tú...

—No —interrumpió Sasuke.

—Vamos, incluso nos saldría más barato.

—No fui a la maldita universidad para...

—Yo fui a la maldita universidad y las últimas semanas he limpiado y resanado muros, reparado molduras, instalado pisos y clasificado basura para ahorrarnos el tener que pagarle a alguien más. Jūgo fue a la maldita universidad, fue el jugador más valioso por dos años consecutivos y trabaja de almacenista de una tienda pequeña, y se folla a su jefa para compensar ingresos. Karin fue a la maldita universidad y trabaja de recepcionista en las mañanas y nudista en las noches.

Sasuke se quedó en blanco, y para cuando Suigetsu fue consciente de lo que dijo, se mordió los labios, esperando que no ahondara en eso. Pero sabía que no era posible, que, de entre las todas cosas que se estaba preguntando, seguramente estaba la duda de cómo diablos lo sabía.

—Si le dices que te dije, me arranca los testículos.

Sasuke giró el rostro, mirando la puerta del departamento con determinación y la respiración pesada. De pronto, se puso de pie y entró, cerrando a su espalda.

Suigetsu solo miraba completamente anonadado.

¿Lo de Karin lo había provocado?

¿Tanto así le importaba?

Lo cierto era que, de cualquier forma, él ya estaba en problemas, y todo por entrar a la habitación de la remolacha sin llamar solo para molestarla, atrapándola justo en el momento en que no podía alegar que se trataba de un malentendido.

No sabía cómo no se le había ocurrido antes. Aun cuando Sakura estaba muy dispuesta a ayudarlos en todo lo posible, inflarle el sueldo no era siquiera posible para la economía de la pequeña clínica que recién cumplía dos años, por lo que llenar la despensa, tener su parte de la renta a tiempo y aportar al "proyecto", no era lógico.

El silencio se prolongó aún más y empezó a temer que lo hubiesen encerrado en el armario otra vez. No quería entrar, pero tampoco podía dejarlo así hasta que Jūgo llegara a la noche.

Una opción menos factible y con menos sentido sería llamar a su hermano, y si bien Itachi no tendría problemas en llegar desde el otro lado de la ciudad, Sasuke lo echaría a la calle.

Respiró profundo, se armó de valor y abrió la puerta.

Se quedó sin aire cuando todo el peso de Sasuke lo golpeó de lleno, empujándolo de vuelta hasta el piso del pasillo. Todo lo que Jūgo-poseído no logró romper la primera vez que lo tacleó, se estremeció, recodándole que todavía le dolía.

Por su parte, Sasuke se tomó su tiempo para incorporarse, acomodarse el cabestrillo y limpiarse la nariz, que sangraba un poco.

—Pues no es la maldita cosa del otro departamento —dijo.

—¡¿Qué?! ¿Es el viejo?

—Sí.

—¡¿Cómo mierda puede hacer eso?! ¡Tenía como cien años! ¿Y por qué antes no había hecho nada? Seguro que con algo de escándalo encontraban antes su cadáver.

—No le molestaba estar solo.

—Muerto y solo —puntualizó Suigetsu.

—Cuando sacamos sus cosas e hicimos las reformas se puso furioso. Quiere todo de vuelta.

—Pues, aunque queramos, muy seguramente ya empezaron a procesarlo en las recicladoras.

Sasuke mantuvo el gesto pensativo.

—Tampoco es como que el sitio se venda si lo dejamos como antes. Ya invertimos demasiado en esto como para dejarlo perder.

—¿No da opciones? Aparte de devolver todas sus cosas, obvio.

—Sí, puede matarnos a todos.

Suigetsu suspiró.

Eres el peor negociando con los espíritus.

—¿Por qué crees que no me dedico a esto?

¿Ahora entienden por qué diablos están tan calmados?

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¿Ahora entienden por qué diablos están tan calmados?

¡Gracias por leer!  

La conjura de los INcrédulosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora