Sasuke encendió el motor como le había enseñado Suigetsu hacía tanto tiempo. Mientras conducía, intentó calmar sus pensamientos, necesitaba de toda su concentración, alejar cualquier pensamiento que comprometiera su única oportunidad de salvar a Karin.
El departamento estaba en silencio, aun en oscuridad, y caminó al centro.
Cerró los ojos, desprendiéndose de todas las restricciones y barreras que había levantado con los años para alejar todas esas voces, ignorar las súplicas y las maldiciones.
—Estoy aquí —susurró —. Muéstrate.
No hubo respuesta.
—Parece que no estás entendiendo, que no es una petición.
El bien conocido crujido de las tuberías fue toda la respuesta que obtuvo.
—Hicimos un maldito trato —dijo, apretando los dientes —. Nosotros te vamos a alimentar, vamos a soportar toda tu mierda, y tú vas a responder a nuestro llamado.
Por un momento todo el departamento se estremeció, como si un tren pasara justo en el piso de arriba. Sasuke sonrió con suficiencia.
—¿No puedes salir? Entonces no eres tan bueno como presumes.
La provocación funcionó como lo esperaba, las puertas de las alacenas se abrieron de golpe y todo lo que estaba dentro salió volando.
—¡¿Eso es todo lo que puedes hacer?! ¡¿Pusimos nuestro proyecto en un fracasado que mueve cosas?!
Sintió cómo algo lo presionaba contra el suelo, luchó para que no le estrellara la cara, aunque sabía que la fuerza física no tenía importancia. Cerro los ojos y volvió a concentrarse, tenía que sacárselo de encima de la única forma que había aprendido a hacer. De pronto, una imagen llegó a su cabeza: justo debajo de esa sala de estar.
Cuando por fin lo soltó, fue a la cocina, debajo del fregadero había una caja de herramientas, de las que habían comprado para las reparaciones que necesitaban. Tomó el martillo y volvió a la sala, golpeando con todas sus fuerzas, sin embargo, no fue suficiente, el dolor le recorrió el brazo, aunque se trataba del sano.
—¡¿Qué estás haciendo?! —exclamó Jūgo, entrando al departamento y corriendo a su lado.
—No tenemos tiempo, ayúdame a sacarlo.
—¿A quién?
—A nuestro roomie.
Jūgo le quitó el martillo, golpeando él con mejores resultados. La madera cedió en poco tiempo y a partir de ahí empezó a arrancar las tablas como podía. Debajo había una alfombra enrollada que sacó con facilidad, apenas pesaba, lo que significaba que quedaban apenas los huesos. Desenrollarla apenas costó un poco más de trabajo por todas las adherencias, y no reconocieron absolutamente nada del cadáver.
Después de meses infernales, finalmente conocían a su roomie.
Controlando su asco, Sasuke empezó a quitarse los vendajes de la mano izquierda. La herida casi cerraba, pero no lo suficiente como para decir que había sanado, sin embargo, ya estaba herida, y realmente no le importaba mucho perder la mano si conseguía lo que quería.
Revisó por última vez las indicaciones que habían seguido para hacer el Kodoku, fue por un cuchillo a la cocina y volvió a abrirse la herida, tirando gotas de sangre directamente sobre los viejos huesos.
—Así que esta es tu orden, busca a Karin, y mata a esos infelices.
El olor a podredumbre se intensificó, y se alejaron del cuerpo en cuanto notaron que empezaba a resplandecer, aunque Sasuke pronto se percató de que solo él lo podía ver, su compañero estaba tanto o más confundido que cuando llegó, y a juzgar por su reacción, también se dio cuenta de que no parecía ver que se movía, que se levantaba, adoptando una forma humanoide acorazada.
Las ventanas estallaron, la bombilla reventó y los muros crujieron como nunca antes.
Jūgo no apartó la mirada de los huesos en la vieja alfombra, al menos hasta que Sasuke se movió, buscando su teléfono para llamar a Suigetsu.
—¿Qué ha pasado?
No hubo una respuesta clara, jamás lo había escuchado tan afectado, pero al poco rato Shino le quitó el teléfono.
—Algo está pasando, el asunto es que se cortó la transmisión, no tuve una dirección precisa, pero pude cerrar un área de doscientos metros. Ya envié la información a la policía, me dieron un margen de quince minutos. Ya te la envío a ti también.
—Estoy en camino.
Sasuke salió apenas envolviéndose la mano sangrante con la misma venda, y Jūgo detrás de él.
—¿Qué pasó? —insistió.
—Secuestraron a Karin.
—¡¿Qué?!
—¡Maldita sea! —exclamó Sasuke cuando vio el auto en que había llegado con las llantas bajas y una nota en el parabrisas que le recordaba que se había estacionado en sitio para discapacitados.
Jūgo, intentando procesar la información suelta que le habían dado, lo tomó por el brazo, conduciéndolo por la calle hacia la tienda en que trabajaba, abrió con sus llaves solo para entrar y tomar del cajón del dinero las llaves de la camioneta de reparto.
—Vamos —le dijo, me cuentas en el camino.
Sasuke no le dio muchos detalles, solo lo suficiente como para que estuviera enterado de la situación, y no se mostrara tan respetuoso de las leyes de tránsito. La policía iba en camino, pero no se iban a perdonar si no hacían lo posible por llegar.
—Y lo que hiciste con nuestro roomie —susurró —¿Realmente funcionará?
No le respondió. Se había puesto sombrío de nuevo.
—Hace tiempo —dijo Jūgo, relamiéndose los labios. Sentía la boca demasiado seca —, escuché de una historia sobre una mujer que fue a buscar venganza. Un grupo de mafiosos la asesinó... uno por uno los encontró en sus casas, dicen que no había sangre, pero la expresión de su rostro era horrible. Eso si salió en las noticias, no se explicaban cómo fue que murieron...
—¡Cállate! Sé la historia, porque fue a mí a quien le ocurrió.
Jūgo intentó no distraerse del camino. Sasuke, siempre se controlaba, incluso el día que dio la cara a sus acreedores se mantuvo impávido, aunque lo llamaron estafador y mentiroso.
—Mi madre iba a verme primero a mi habitación, me decía que todo estaría bien y luego iba a buscarlos, uno por uno, todos los que estuvieron relacionados con el caso...
Como si se diera cuenta de lo que acababa de decir, dejó caer los hombros, mirando nada en particular.
—Se convirtió en un onryō*... dejó de ser la que era... incluso trató de matarme a mi... fue Itachi el que encontró a una sacerdotisa capaz de devolverla a la tumba. Los muertos normalmente no pueden hacer daño, pero los que pueden...
El tren les cortó el paso, por lo que Jūgo se permitió girarse para buscar contacto visual con él.
—No podemos conservar a nuestro roomie —le dijo con severidad —. Pero ahora, lo único que importa es Karin.
*Los onryō, son los espíritus sin descanso que específicamente buscan venganza, pero a veces esa línea llega a ser medio torcida y no precisamente siguen los conceptos de la justicia.
¡Gracias por leer!
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La conjura de los INcrédulos
FanfictionQuebrados, desempleados, abandonados y muy endeudados, Sasuke, Karin, Suigetsu y Jūgo deberán enfrentar su fracaso como adultos profesionales independientes, en un sitio del que no podrán escapar... tal como pasó a los últimos inquilinos. /•/ Ficto...