thirty-six.

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36. | pesadillas

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—Eres un poco intimidante —Él responde y ella se echa a reír. Él observa mientras ella se ríe por unos segundos, una pequeña sonrisa aparece en sus labios mientras lo hace. Él sonríe mientras la señala—. Ahí está.

—¿Qué? —Le pregunta ella.

—Esa sonrisa que vuelve locos a los chicos —Él le responde y ella baja la mirada y se ríe de nuevo, antes de mirarlo.

—Quítate esa expresión de la cara, Flint —Ella le dice y él levanta una ceja—. Si, esa.

—¿Por qué? —Le pregunta él—. ¿Es una distracción?

—Sí. Por eso tienes tantas chicas enamoradas de ti —Ella le dice y ambos se echan a reír una vez más. Pero después de un rato de risa, ambos se miran fijamente. Flint es el que se inclina hacia adelante y presiona sus labios contra los de ella, provocando que ella brinque un poco. El beso no es mucho, pero es breve y rápido. Así que para cuando ella quiso alargarlo, se acabó—. ¿Por qué hiciste eso?

—Ya que probablemente nunca podré hacerlo —Flint le responde y ella inhala profundamente.

De repente, Flint comienza a ahogarse con sangre y los ojos de Vixen se agrandan. —¿Flint? —Ella susurra mientras lo ve colapsar a su lado. Ella levanta la vista para ver a la chica del Distrito Cuatro, que acababa de dispararle una flecha. Rápidamente se levanta y le arroja un cuchillo, golpeándola en la frente. Su cañón se disparó justo cuando se derrumbó en el suelo y Vixen rápidamente se volvió hacia Flint, que tenía una flecha en la espalda. Rápidamente se la arranca antes de inclinarse sobre él.

—Flint, escúchame, vas a estar bien —Ella le dice y él le sonríe. Podía sentirlo entrelazar sus dedos con los suyos y mira hacia abajo a sus manos, antes de volver a su rostro. Ella niega con la cabeza y él le da una pequeña sonrisa.

—Hazlos sufrir, Vix —Flint le dice, antes de que se escuche un cañón en el cielo. Ella aprieta la mandíbula mientras mira su cuerpo, hasta que sus ojos se posan en un brazalete en su muñeca. Ella lo alcanza, se lo arranca de la muñeca y se queda mirando el brazalete de cuero. Ella se lo pone alrededor de su propia muñeca y lo mira, antes de mirar hacia el cadáver de Akira Loraine, la chica que había matado a su compañero del Distrito.

Gotas de sudor caen de su rostro mientras se despierta. Mira a su alrededor para ver que estaba de regreso dentro de su celda. Le quitaron el maquillaje de la cara y pudo ver todos sus moretones, que aún pintaban su piel. Ella inhala profundamente, antes de pasarse las manos por la cara. Ella mira sus propias manos, respirando con dificultad mientras el recuerdo de la muerte de su compañero de Distrito se repite en su cabeza. Ella niega con la cabeza mientras una lágrima le cae por la mejilla.

Mirando hacia un lado, pudo ver que Peeta se había ido de nuevo. Ella frunce las cejas en confusión. No era su día para ser torturado. Era su día. No de él. Se suponía que ella era la que estaba atada a una silla y torturada con los sonidos de su amado gritándole pidiendo ayuda. No Peeta para ser insertado con veneno de rastrevíspula y torturado con imágenes que no eran parte de sus propios recuerdos.

Su cabeza se eleva hacia la celda de Johanna, para ver que estaba inconsciente. La sangre le salía por la nariz y caía al suelo de cemento. Vixen se arrastra hacia el frente de su celda, sus dedos agarrando las barras de metal. Mira fijamente el cuerpo inconsciente de Johanna. Preguntándose por qué estaba inconsciente. Pero luego se dio cuenta.

Ella acababa de ser devuelta a su celda. Ella acababa de terminar su última sesión de tortura. Lo que significaba que Peeta no había estado en la suya por mucho tiempo. Estaban presionando los tiempos. No darles el tiempo suficiente para recuperar las fuerzas de la última sesión. Iban a torturarlos una y otra vez, hasta que pudieran jugar con ellos. Sus mentes se convirtieron en algo que podrían convertir en otra cosa.

De repente, la puerta de la cárcel se abre a la fuerza, y vio como arrastraban a un débil Peeta a la habitación. Ella se sostiene, mirando como su cuerpo inerte fue traído. Vio como abrieron la puerta de la celda junto a ella y lo arrojaron dentro sin pensarlo dos veces. Ella se arrastra hacia la pared de su celda y agarra sus manos.

—Peeta... Peeta. Peeta —Ella le dice a él mientras frota sus pulgares en el dorso de su mano. Ella vio como su cabeza se levantaba levemente para mirarla. Sus una vez brillantes ojos azules, un gris apagado. Ella niega con la cabeza mientras lo mira, antes de tomar su rostro entre sus manos—. Peeta. ¿Qué te han hecho?

—Me obligaron de nuevo ante la cámara, Vix —Peeta le susurra—. Me obligaron a sostener una rosa blanca y hablar de nuevo. Pero fue peor que la primera vez. Me hicieron hablar por mí mismo. No me obligaron a leer algo en un Teleprónter. Tenía que decir lo que estaba en mi mente.

—Oh, Dios mío. Peeta, lamento mucho que te hayan obligado a volver delante de esas cámaras —Vixen le susurra y él niega con la cabeza.

—Te iban a obligar a ti frente a las cámaras —Peeta afirma mientras niega con la cabeza—. Iban a agarrarte mientras estabas fuera de la última sesión de tortura que hicieron ayer. Pero lo olvidaste cuando te volvieron a colocar en tu celda. Estaban a punto de agarrarte, pero yo los detuve.

—¿Por qué arriesgaste tu vida por la mía? —Vixen le pregunta.

—Porque sé que lo harías por mí —Peeta le responde. Ella lo mira por unos segundos, antes de presionar un pequeño beso en su mano. Luego apoya la mejilla contra su mano, antes de que los dos se vuelvan a dormir.

BLOOD SPORT ━━ finnick odair ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora