G (Hwang Hyunjin)

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Aquel sonido le molestaba demasiado, su madre siempre le había regañado de la peor forma por mascar mal cuando era niño y por eso había optado no comer goma dé mascar nunca.

Así que no podía soportar a Changbin mascando goma de mascar de la forma más ruidosa del mundo.

— Hyung... ¿Puedes no hacer tanto ruido? – le pidió amablemente.

— Lo siento... – fue lo único que contestó antes de poner la goma de mascar en una servilleta y tirarla.

Pero aquello se repetía constantemente.

La siguiente vez que pasó Changbin tuvo una idea.

— Cierra los ojos, Hyunjin – le pidió.

No sabía si hacerlo, dudó hasta que se dio cuenta que no iba a convencer a su mayor de cambiar de idea y los cerró.

— Abre la boca – pidió después Changbin y así lo hizo.

— Muerde – instruyó después.

Aquella sensación lo hizo abrir los ojos de la impresión.

Volvió a morder una vez más. Y otra vez. Era la mejor sensación que había experimentado en su vida.

Todo este tiempo se había privado de la mejor cosa de la vida. Podía percibir el sabor a fresa. Tenía jugo dentro. Eran demasiado chicloso. Pegajoso. Delicioso.

Sonrió. Era lo mejor del mundo.

Con eso comenzó su obsesión.

Cada día comía al menos una goma de mascar, después se convirtió en dos al día, luego en tres. Hasta que llegó el momento en el que nunca soltaba la goma de mascar, solo para dormir.

Todos estaban preocupados por él, no sabían cómo intervenir con aquello porque comprendían su situación.

Lo que no sabían era que la quijada de Hyunjin dolía demasiado y a pesar de eso no podía parar aunque quisiera.

A veces su quijada tronaba.

A veces sentía que se desacomodaba y él presionaba un poco hasta que sonaba un click y podía continuar mascando.

Quería parar. Ya no estaba siendo divertido pero cada vez que lo intentaba dolía más que continuar.

Fue una noche que Changbin escuchó a alguien llamar a su puerta.

Pudo ver a Hyunjin sin la parte inferior de la quijada, su piel rota en una especie retorcida de sonrisa. Sostenía la parte faltante en sus manos, pudo ver qué en ella también estaba la lengua.

Fueron sus ojos los que le dijeron que el menor estaba sonriendo antes de caer fulminado en el pasillo.

Había podido dejar de mascar.

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ABC de la muerte  | Finalizada |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora