20
El año pasa y las cartas llegan
Había una pequeña costumbre que Levi había adoptado desde que el pequeño Farlan nació, era algo totalmente simple e insignificante que seguramente el resto no podía entender pero, considerando que tanto Levi como Giselle fueron niños criados en el subterráneo, era algo de sumo valor para ellos.
Levi, como todas las mañanas, tomaba a su hijo entre sus brazos y caminaba con él por los alrededores del bosque, enseñándole cada pequeño detalle de la naturaleza, dejándolo impregnarse de ella y conectarse con esa vibración tan pacifica que solo el ulular del viento matutino podía entregar.
Era simplemente perfecto.
Y eso mismo pensaba Giselle mientras se desperezaba a lo largo de su gran cama, con el cabello enmarañado y las mejillas sonrojadas.
Ya había pasado un año desde el nacimiento de Farlan, y las cosas no habían cambiado tanto, sin considerar que ahora era la soldado de los pañales y biberones de leche. El animo de incertidumbre, de miedo e inseguridad permanecía en toda la isla y eso, además de generar un estado de aburrimiento en ella, le estaba comenzando a dar la secreta esperanza de que en realidad la eventual guerra nunca llegaría y que ese hermoso final que siempre pensó tener estaba más cerca que nunca.
Pero no.
Esa misma mañana, en medio de una humeante taza de té bajo los tibios rayos del sol matutino, Jean y Connie Springer llegaron a caballo con un rostro de pocos amigos. Algo, que no habían pensado que sucedería, acababa de ocurrir y había alterado no tan solo a la legión, sino que también, a la mitad de los ciudadanos que esperaban noticias del heroico Eren.
El chico titán finalmente había decidido dar señales de vida y, más allá de la felicidad de sus amigos por saber que estaba vivo, había algo que los tenía sumamente inquietos.
-No se que pretende -dijo Jean bajando de su caballo con evidente molestia. -Un día desaparece y ahora espera que la mitad de la legión preste refuerzos.
-¿De que hablas? -preguntó Giselle bajando las pequeñas escaleras del pórtico de su hogar -¿Quién necesita refuerzos?
Jean paso una de sus manos por su cabello, con evidente frustración, y en medio de resoplidos molestos, masculló.
-Eren maldito Yeager.
Connie, quien parecía bastante ansioso, carraspeo con nervios su garganta y se dirigió hacia Giselle entregándole un corto e incomodo abrazo. Se veía lo suficientemente preocupado como para que Giselle se percatara de el nivel de intensidad de la carta de Eren, ella siempre confiaba en las reacciones de su amigo y es que casi nada le preocupaba al siempre sonriente Connie Springer.
-Pasen -dijo Giselle haciéndose a un lado y permitiendo el paso a los dos gigantes soldados.
-¿El capitán Levi esta adentro? -pregunto Connie aferrándose a un pequeño trozo de tela en sus manos.
-No, pero puedo ir a buscarlo -comento Giselle apuntando el angosto sendero del bosque. -Salió con Farlan, como todas las mañanas.
-Es mejor que estemos todos -añadió Jean. -Por favor, Gi, ve por él.
-Claro.
Afortunadamente Levi nunca caminaba más de unos metros con Farlan, principalmente porque el pequeño había crecido mucho en un año y cada vez estaba más inquieto pero, por sobre todo, porque no quería dejar a Gi sola por mucho tiempo.
Cuando la castaña se apareció con la mirada perturbada, Levi no tuvo que decir nada, simplemente siguió a su esposa con paso grácil hacia la hermosa cabaña que llamaban hogar.
-Jean y Connie están adentro -murmuro Giselle con la vista fija en la puerta.
-¿Qué es lo que quieren? -masculló Levi con su voz matutina.
Giselle sonrió a medias y suspiró nerviosa, sabía que Levi no se lo tomaría bien, principalmente porque ya estaba cansado de hacer sacrificios por el chico titán, mucho más ahora que Farlan estaba en sus vidas.
-Eren apareció.
Levi sintió como todo el peso del mundo cayó sobre sus hombros, no podía siquiera comprender como tan solo escuchar el nombre de Eren Yeager lo podía hacer sentir de esa manera, pero así era. Sabía que la simple aparición de ese estúpido mocosos significaba que la guerra era cierta, que estaba aquí y que no había vuelta atrás, ahora solo quedaba saber ¿Qué es lo que harían?
Caminaron con los pies pesados los escasos metros que les quedaban hasta la puerta de entrada y, casi como si lo hubieran planeado, se observaron por varios segundos intentando entregarse mutuamente toda la fuerza necesaria para continuar. El panorama no era alentador, y eso lo sabían, ahora debían encontrar la manera adecuada de sobrellevar todo esto, no solo por el sueño de libertad, sino por el pequeño y dulce Farlan, por el mundo sin titanes y sin guerras, sin odio y sin muerte.
Cuando cruzaron el umbral de la puerta, tanto Connie como Jean los observaron con lastima. Ambos sabían lo que esto significaba, y nadie estaba de acuerdo con la aparición de Eren, ni siquiera Mikasa, quién era la persona más leal al chico titán.
-Esta bien -dijo Levi rompiendo esa gruesa barrera de silencio. -Hablen.
Connie se apresuro a entregar un trozo de pergamino sucio y arrugado que guardaba en su bolsillo izquierdo y, con las manos ansiosas, lo deposito en la gruesa mesa de madera del comedor familiar de la casa Ackerman.
Levi suspiró, dejó al bebé en los brazos de su esposa y caminó con evidente molestia los tres cortos pasos que le quedaban hasta llegar a la mesa. Allí una carta sucia y abierta lo esperaba, con las frases más atemorizantes que había leído en todos estos años, o al menos la que más lo hicieron flaquear.
-¿Qué dice, Levi? -pregunto una ansiosa Giselle.
-La guerra comenzó -avisó con la mirada fija en los rostros de los dos seres que mas ha amado en su vida. -Debemos visitar Marley de nuevo.
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Sueños sobre ti - Levi Ackerman
أدب الهواةLevi Ackerman nunca se imaginó que se encontraría en esa posición, con la espada en su cuello rogando por una muerte rápida entre sollozos desesperados, o al menos eso pensaba antes de conocer a Giselle Church. Ella le había entregado los mejores d...