12. Giselle en todo su esplendor

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Giselle en todo su esplendor

Levi decidió darle un poco de espacio a Giselle en su nuevo hogar, principalmente porque no quería presionarla y deseaba que se ambientara a todo lo que era la pequeña cabaña pero, por sobre todo, quería darle un respiro de toda la situación que su mujer había estado viviendo.

Ella necesitaba descansar, bañarse, comer y dormir una larga siesta, y el se haría cargo de que así fuera.

Tomó la correa de Luna y, con un pequeño jalón, la incentivó a caminar junto a él alrededor del bosque, no tan alejado de la cabaña, en busca de leña y pequeños frutos comestibles que le pudiera dar a Giselle mientras los demás llegaran con la comida y vestimenta para su chica.

Así lo habían dispuesto en el camino, sin que Giselle escuchara y a cargo del que ahora era su mano derecha junto a Hange, Jean Kirschtein. Y es que a medida que trabajaban en un plan para rescatar a Giselle, él había comprendido a ese fastidioso mocoso, incluso había momentos en los que respetaba su actuar y su personalidad, y deseaba profundamente que él pudiera encontrar la felicidad al igual que él en ese momento.

-¡Hey! -escuchó que gritaba alguien desde el umbral de la cabaña. -¿A dónde crees que vas sin mí?

Giselle se asomaba por el lugar, descalza y con su largo cabello castaño revuelto, al parecer solo habían bastado unos segundos para que se sintiera completamente cómoda. Le sonrió desde la distancia y le comentó que iría por provisiones, que se tomará la libertad de hacer lo que sea en el lugar y que encontrará su espacio favorito.

Ella sintió un pequeño vació a medida que veía la figura de Levi y Luna desaparecer por el sendero del bosque, aunque sabía que solo estaría a unos metros, a lo mejor y comenzaría a generar dependencia hacia él.

Suspiró frustrada y decidió ir por una ducha.

Todo su cuerpo estaba magullado y cansado, sus manos se encontraban agrietadas debido a los múltiples trabajos que debía realizar en casa de Reiner y sus ropas parecían más harapos que algo decente.

Ella estaba completamente derrotada, y así mismo lo vio cuando su reflejo se presentó en un gigante espejo ovalado que Levi había dispuesto en el cuarto de baño. Allí se encontraba ella, con unas ojeras gigantes, la piel opaca y el largo cabello castaño que tanto adoraba enredado y sucio, no se reconocía, no era ella misma.

Se sintió desesperada mientras observaba fijamente sus cansados ojos azules, porque en esa mirada no encontraba a Giselle, encontraba a la demonio de Paradis que tanto fue juzgada en Marley, encontraba a la sirvienta de Reiner, a la escoria de la prisión en Marley y a la tonta Giselle Church que una vez fue.

Gritó frustrada aferrando sus manos al borde de su camisa y sintiendo como sus sucias uñas se enterraban con agresividad en la palma de sus manos, se odiaba a si misma, quería volver a ser la chica de antes, esa brillante soldado élite que Levi amaba.

Golpeó con fuerza sus muslos mientras protestaba entre gritos por todo lo que había pasado, imaginándose que enterraba sus puños en los rostros de todos los que la despreciaron e hicieron sentir de esa manera, de los culpables de su miseria, de Reiner y su madre, de Pick y Yelena, de la gente de Marley e incluso de ella misma.

Abrió sus ojos y observó en cielo en suplica, pidiendo en silencio a alguna fuerza superior que la ayudara en ese momento.

Y entonces, casi como si fuera una señal divina, un pequeño objeto brillante se ilumino dentro de la habitación que Levi y Giselle compartirían, la cual era iluminada por el gigante sol del atardecer, una de las cuchillas de la espada de su esposo.

Sueños sobre ti - Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora