⏳ CAPÍTULO 7 ⏳

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Elizabeth

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Elizabeth

En su hamaca, Elizabeth se mecía con las olas del mar. No había pegado ojo en toda la noche, pensando en lo que Dorian le había dicho: él sabía que no era de esta época y casi la besa. La verdad, no se sentía incómoda por lo que Dorian había intentado hacer, pero sentía que no era correcto, que él no era el hombre adecuado.

Se levantó de la hamaca y se dirigió a la escotilla para subir. Ya casi era hora de practicar con Adham. Cuando salió, pudo ver algunas estrellas en el cielo y se quedó mirándolas por unos segundos. Desde que llegó, siempre pensaba en ese sueño que tuvo el día de su cumpleaños; siempre quería volver a soñarlo, quería sentir sus brazos rodeando su cintura, sentir su aliento en su cuello y saber quién era ese hombre.

—Deja de ver el cielo y muévete —dijo Adham, haciéndola saltar y sacándola de sus pensamientos.

—Idiota, me asustaste.

—Ya muévete, tenemos que practicar.

Elizabeth sacó la espada que Adham le había regalado. Su mirada viajó hasta donde se encontraba Dorian, quien ya estaba en el timón. No lo había visto pasar. Volvió a mirar a Adham; las ojeras en sus ojos eran muy notorias, pero no se veía para nada cansado. Él la miraba fijamente y Elizabeth se concentró en sus ojos oceánicos. Se colocó en la posición que él le había enseñado: mirada fija en la de su oponente, pies separados, hombros relajados pero firmes, y la espada apuntando un poco hacia arriba.

Sin previo aviso, Adham se lanzó y comenzaron a luchar. Las espadas resonaban en todo el lugar. Sus respiraciones se agitaban, el metal sonaba, ambos tratando de hacer caer a su oponente. El sol comenzó a salir, llenando el barco de luz. Dorian observaba el espectáculo. Elizabeth apuntó su espada al corazón de Adham, pero él se movió, haciendo que ella casi cayera. Se volteó rápidamente al sentir que la espada casi tocaba su espalda. Se giró y nuevamente estaban frente a frente. Él al ver el movimiento de la chica, sonrió con picardía, mientras ella lo miraba como si fuera su presa.

—¿Qué sucede, Adham? ¿Te impresioné? —dijo Elizabeth con la mirada fija en él.

—No, solo me divierto un poco antes de derrotarte —respondió Adham, mirándola muy divertido—. Vamos, pequeña, gáname.

—Será un placer.

Elizabeth se lanzó hacia él y nuevamente el sonido del metal resonó en todo el lugar. Nerea salió por la escotilla, algo soñolienta, pero al verlos se quedó sorprendida. Más piratas salieron al ver el espectáculo, ya que Nerea se había regresado para avisarles a todos. El barco pronto se llenó de piratas observando. Elizabeth no se sentía incómoda con tanta gente mirándolos.

—Tenemos compañía, ¿te sientes incómoda? —Adham sonreía sin apartar la vista de ella.

—Para nada, Adham —respondió muy segura de sí misma—. Esta es una gran oportunidad para que vean caer a su capitán.

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