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Día 7 del #Flufftober de Es de fanfics: Compañero enfermo.

Abandono Voluntario: Los personajes de Hetalia le pertenecen a Hidekaz Himaruya.



«Amparo»

Una de las características más resaltante de Iván, es su bufanda. Alfred nunca le había prestado tanta atención como el resto de las personas, para querer saber su historia, pero sí lo consideraba como parte primordial del ruso. Es más, a veces, imaginaba que era como un accesorio de superhéroe, que le protegía de cualquier cosa o enfermedad, por eso, en ese verano...

— ¿Acaso has tosido? —pregunta Alfred con sorpresa mientras Iván carraspea un poco más, negando.

Niet.

— ...

— ...

— ...

— Solo me atoré —Sonríe Iván y vuelve a centrarse en sus apuntes, ignorando el creciente dolor en su garganta y sintiéndose cada vez más cansado....

Por su parte, Alfred le mira por un rato más, recordando también que ha estado actuando raro, como si estuviera enfermo. Que absurdo. Se trata de Iván, la personificación del General Invierno. Aunque, ese extraño sonrojo... incluso la mirada perdida... Sin pensárselo más, se estira sobre la mesa y coloca su mano en la frente de Iván, sorprendiéndolo.

Fuck, ruski! Estás hirviendo en fiebre.

Iván le mira fijamente, como si estuviera procesando sus palabras, y otra vez su reacción es tardía.

Niet.

— ¡Nada de Niet! —Responde Alfred, colocándose de pie y dando la vuelta a la mesa. Iván le sigue con la mirada hasta cuándo se coloca en cuclillas a su lado. Le da cosquillas cuando Alfred recorre sus manos por su rostro, sorprendiéndose además de sentirlas tan frías. ¿Desde cuándo Alfred tiene las manos frías?

De repente, se escucha el albedrío del resto de sus compañeros de estudio, acercándose tras ingresar a la biblioteca.

Alfred desvía un momento su atención y se levanta, recibiéndolos. Obviamente, Iván quiere hacer lo mismo, pero, después de fingir estar bien durante tres semanas, al levantarse, colapsa...

Lo siguiente que siente Iván, es una suavidad reconfortante. Le recuerda a su hogar. Así que, lentamente, abre los ojos, sintiéndose un poco más ligero que antes.

— Oh, despertaste.

Iván quiere sorprenderse, pero es tanto su cansancio que apenas puede emitir un sonido de sorpresa.

Yankee...

Jeez, mira que llegar a ese extremo, ruso de mierda.

Curiosamente, Iván no se molesta con la expresión; y aunque Alfred tiene motivos para molestarse, solo suena preocupado.

Iván sonríe con suavidad.

— ¿Dónde... estamos...?

— En el hospital. Tuvieron que quitarte las amígdalas.

— ¿En serio...?

— No —sonríe—. Estamos en tu casa, ruski. Es tu habitación.

Iván se sorprende un poco más y comienza a recorrer su mirada por cada rincón. Efectivamente, es su habitación. Alfred se ríe.

Jesús, sí que estás desorientado.

— ¿Cómo...?

— ¿Eh? Ah, bueno. Te desmayaste, así que te llevé al tópico. Desde ahí llamaron a Yekaterina, pero no pudo salir —Había intentado pedir permiso, pero, a causa de la expresión de Berwald, Yekaterina malinterpretó todo. Llorando, llamó a Alfred y le pidió que cuidara de su hermanito—. Y como hoy tengo el día libre, pues, te traje aquí. Hice un gran acto heroico, ¿no crees?

—...

— ¿Cómo te sientes?

— Aún me pesa la cabeza.

— Me imagino. Tenías 39 de fiebre. ¿Cómo diablos hiciste para descuidarte tanto?

Iván no le responde, sólo cierra los ojos al sentir que le arden y Alfred da un respingo cuando lo ve llorar.

Ruski? —Se acerca, secándole las lágrimas.

Iván parpadea y le mira con los ojos brillosos.

Alfred sonríe con suavidad.

— Hoy seré tu enfermero personal, ok? Si necesitas algo, me dices.

Iván sonríe con suavidad, un poco divertido de la situación.

— Sólo... no vayas a ponerme una hamburguesa en la cabeza.

Alfred se sonroja.

— ¿Có-cómo...?

— Francis me lo dijo.

— Maldito.

Iván sigue sonriendo, sintiéndose otra vez cansado. Aun así, se esfuerza por permanecer despierto. Quizás por la emoción de que Alfred esté ahí o... ¿será que tiene miedo de que le robe?

No, claro que no.

Spasibo —Agradece Iván, sorprendiendo a Alfred. Inmediatamente después, el estadounidense sonríe y apoya su mano sobre la frente del ruso. Asiente cuando no lo siente tan acalorado como antes y se levanta.

— Iré a traerte agua.

Iván no se lo impide, solo asiente mientras cierra los ojos, quedándose profundamente dormido.

Por favor, que cuide bien de mí, reza. 

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