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Día 24 del #Flufftober de Es de fanfics: Apodo cariñoso.

Abandono Voluntario: Los personajes de Hetalia le pertenecen a Hidekaz Himaruya.


Apelativo

Alfred mira en silencio al roedor mientras Alfred sonríe nervioso.

— ¿Por qué debemos cuidar a la rata de Kiku?

Alfred se ríe un poco con el cruce de palabras. Aun así, responde, no sin antes corregirle.

— Es un hámster. Me lo pidió como favor. Irán a reparar su casa y no quiere que la bulla le estrese.

Iván no aparta su mirada, provocando que el roedor mueva rápidamente su nariz. ¿Se sentirá amenazado?

— Sólo será unos días.

— Lo que sea que haga en su casa, no demorará unos días, Fredka.

Alfred se queda en silencio, sonrojándose un poco con el apodo cariñoso que había empezado a usar el ruski, aun costándole creer que sean... novios. Bueno, enamorados. Carraspea un poco mientras Iván sigue mirando fijamente al animal. Repentinamente, sonríe, agachándose a la altura de la jaula y mete su dedo, acercándolo lo más que puede al animalito, esperando que se acerque, pero... Le muerde.

Auch!

Alfred da un saltito con el quejido y aleja la jaula, asumiendo lo que sucedió. Se preocupa cuando ve a Iván chupándose el dedo.

— ¿Qué pasó? —Se acerca, dejando la jaula en el suelo y tomando la mano de Iván. Él le mira, sentándose en la cama, siendo seguido por Alfred.

— Me mordió —Le muestra su dedo índice, estirando la herida con su dedo pulgar, por ende, provocando que vuelva a salir sangre.

Alfred se queja, apartándole el dedo y empieza a inspeccionar la herida con extrema delicadeza. Iván no puede evitar sonreír, dejándole hacer, incluso con un leve sonrojo en las mejillas, imaginando algunas escenas que sonrojaría a cualquiera.

Saliendo de su trance, vuelve a sonreír mientras Alfred regresa de traer agua oxigenada y una curita.

— De niño también me mordió un roedor. Un conejo —Cuenta Alfred. Iván le escucha, enternecido de que le cuente cosas de su pasado, dejándole hacer—. Sucedió en mi cumpleaños número cinco. Me pidieron que lo sacara del sombrero. ¡Y me mordió!

— ¿Le tienes fobia ahora?

— No —Se ríe Alfred, terminando de colocar la curita—. Pero mi tío Davie se sintió muy mal, por lo que empezó a consentirme en muchas cosas.

— Eh~

— Desde entonces, tengo un pingüino.

— ¿Eh? ¿Un...?

— Un Pingüino —Repite Alfred, con una enorme sonrisa—. Como trabaja en el zoológico de Central Park, me llevó y me dijo que podía adoptar a cualquier animalito. Así que me decidí por un pingüino.

Iván le mira en shock.

Alfred se pone de pie, riéndose con su gesto, no sin antes darle un beso en la nariz a Iván. Agarra la jaula del hámster y lo coloca en la cabecera de su cama.

— No puedo creer que tengas un pingüino.

Alfred se ríe.

— ¿Quieres ir a verlo? De paso tenemos una cita.

Iván le mira con un gesto indescifrable, haciendo sonrojar a Alfred. Aun así, asiente, colocándose de pie.

Así, los dos salen de la habitación y se dirigen al zoológico, en una salida completamente improvisada. Alfred aprovecha el momento para sacar algunas fotografías, pero teniendo a Iván siempre en el enfoque. No se lo dice, pero espera mostrarle el resultado de su trabajo cuando terminen de pasear.

Al cabo de una hora, se dirigen a la celda de los pingüinos, donde son recibidos por algunos trabajadores que conocen a Alfred, menos por su tío Davie, que no estaba.

— Él es Happy Feet.

Iván mira donde señala Alfred.

— Le llamaste como la película.

Alfred asiente, riéndose y apoyándose en el barandal.

Yep. Me gustó mucho. Pero no recordaba el nombre del protagonista.

Iván sonríe.

— Debo imaginar que eras muy niño.

— En parte, pero más porque soy malo poniendo nombres o apodos.

— Como conmigo.

— ¿Eh?

— Yo te estoy llamando Fredka, pero tú me sigues diciendo ruski...

Alfred se sonroja.

Ruski... Me dijeron que parecía el patronímico de un perrito.

— ¿Eh?

— N-No veo lo malo por llamarte así —Se corrige Alfred—. Además, solo a ti te digo ruski.

Iván le mira en silencio, pensando, antes de apoyarse en la baranda también mientras Alfred sigue mirando hacia los pingüinos, con un fuerte sonrojo en sus mejillas y orejas. No es que no quiera llamarle de otra forma, incluso pensó en llamarle Vanya, pero... Ese apodo es tan exclusivo de sus hermanas, según notó, y ruski... es algo tan suyo, ¡tiene su firma!

Iván sonríe, entendiendo perfectamente los gestos de Alfred y entrelaza sus dedos en un cándido gesto. Alfred se agacha un poco, sonriendo y mira a Iván de reojo.

— Pero puedes llamarme por mi nombre.

Alfred se ríe.

Nah. No lo creo.

Y ahora sí que Iván se molesta. Bueno, siquiera infantilmente.

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