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Día 22 del #Flufftober de Es de fanfics: Viendo la puesta de sol.

Abandono Voluntario: Los personajes de Hetalia le pertenecen a Hidekaz Himaruya.

Curiosa contemplación

Alfred mira la piscina vacía, molesto, haciendo un puchero no tan visible porque lo último que quiere es que el ruski le moleste. Por suerte, Iván no lo nota, suspirando con todo lo que deben de hacer mientras arrastra el balde con el trapeador.

— No te quedes ahí, yankee. Después de esto debemos limpiar los baños.

— ¡Esto es tu culpa!

Iván sonríe amenazador, pero Alfred no se deja doblegar. Y otra vez esa horrible tensión entre los dos inunda el ambiente. Lastimosamente, saben que deben guardar las apariencias, por lo que, a regañadientes, Alfred sujeta su respectivo balde y le sigue, malhumorado.

Durante el castigo, ninguno dice nada; es más, toman su debida distancia, concentrándose en su tarea específica: Iván, limpiando la parte interna de la piscina y Alfred, los alrededores. De este modo, evitarían cruzarse palabras. Aunque, claro, de vez en cuando debían.

Iván se seca el sudor de la frente, notando que ya no tiene lejía y suspira. Mira el borde de la piscina, odiando el hecho de pedir un favor.

— ¡Oye, yankee!

Alfred no le responde, a pesar de que le ha escuchado bien. Iván sigue sonriendo, sonrojado por el calor.

Yankee~

— ¡¿Qué quieres?! —Alfred se asoma por el borde, de pie, mientras Iván deja de sonreír, pero no por el motivo que piensan. Un poco absorto, se queda mirando el azul de sus irises, refulgentes con el celeste cielo del verano. Reacciona.

— Pásame una botella de lejía...

— Se dice "POR FAVOR", fucking ruski.

— ¿Por qué no te apuras? Aún nos falta mucho, cerdo.

Alfred gruñe y le lanza la botella. 

Oh, oh.

Curiosamente, quien los viese, notaría que hay cierta infantilidad en sus peleas, aun cuando la sonrisa de Iván sigue ahí, la tétrica. El ruso, por suerte, no hace nada. Toma la botella que había rodado hasta sus pies y piensa que ya después se vengaría. Por el momento, solo debe apoyarse en Alfred porque si se ponían a pelear y aparecía un maestro...

— ¡Auch!

Iván da un respingo y se asoma por la puerta del cubículo de baño que estaba limpiando. Encuentra a Alfred parado frente al lavamanos, chupándose el dedo índice.

— ¿Qué haces?

Alfred le mira, nada feliz de que el ruski le haya escuchado quejarse y rápidamente deja de hacer lo que estaba haciendo, acercándose a los lavabos, respondiendo.

— Nada.

Entonces, vuelve a agarrar el trapo, teniendo sumo cuidado al pasar su mano por el muro de cerámicos.

Iván le mira fijamente, notando que está levantando su dedo índice, en su intento de evitar el contacto. ¿Acaso...?

— ¿Te hiciste daño?

Alfred no responde, solo sigue limpiando. Y aunque Iván le preocupa que se pueda infectar la herida que, asume, se hizo, lo deja pasar...

De este modo, ambos dan por finalizado su castigo.

Alfred termina por guardar las escobas mientras Iván hace firmar su hoja de castigo al conserje. Con los papeles en orden, se dirigen a la oficina del subdirector, en completo silencio. Hay algunos comentarios "graciosos" por parte del subdirector, pero Alfred e Iván deciden ignorarlo. Así, después de una ajetreada tarde, se separan, dirigiéndose cada uno a su respectivo casillero, pero encontrándose de nuevo en la entrada principal.

Ambos se miran por un rato.

Iván sonríe un poco y se acerca, para sorpresa de Alfred, que duda de sus movimientos. Sin embargo, el ruso solo avanza hacia la puerta, a lo que Alfred frunce los labios. Ninguno dice nada. Pero ni bien Iván da un paso fuera de la escuela, se detiene.

Alfred puede notar el hermoso atardecer de colores cálidos de ese día, que crean una sensación de sosiego que le hace sonreír. Entonces, deliberadamente, posa su mirada sobre Iván, que se gira hacia él y... Por unos segundos, se miran fijamente. 

Iván sonríe mientras Alfred...

— Si no quieres que se infecte esa herida, trata de sacarte el pellejo que cuelga. Así sanará más rápido.

Alfred reacciona. No está prestando atención, pero si lo hiciera, sentiría sus mejillas arder.

Iván se vuelve hacia adelante, sintiéndose un poco nervioso porque no entiende por qué le dijo eso Alfred. Quizás esté sufriendo un golpe de calor, eso explicaría porque le arde las mejillas. Así, sin decir algo más, se aleja.

Alfred frunce el ceño y se dirige al paradero del autobús, un poco molesto. Aun así, mientras espera, sus ojos vuelven a posarse en el atardecer, tranquilizándose. Sin poder evitarlo, piensa en el ruski, siendo rodeado por el tono rosáceo y naranja del cielo, contrastando con... 

En ese momento... , piensa, debí tomarle una foto.

Y sonríe.

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