Epílogo

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Estaba en la azotea de un edificio de unos quince pisos, no recuerda en qué calle, estaba demás enfocado en mirar hacia abajo y sólo imaginar lo que le esperaba.

- No me digas que ahora te retractas- se burló su acompañante.

Sinceramente, él estaba completamente dispuesto a bajar en ascensor de allí, es más, no tiene idea de cómo terminó en esa situación.

- No es eso, Bianca, pero debes admitir que estamos muy alto- dijo con un cierto temblor en la voz.

- Meh, ni tanto- la rubia se encogió de hombros-. He estado en lugares más altos.

- Eso porque eres tú- en serio, cómo terminó en esa situación?

Bianca se le quedó mirando, él ya sabía exactamente lo que estaba haciendo: le leía la mente.

- Perdiste una apuesta, Liam- se notaba que le gustaba verlo sufrir, él estaba muerto de miedo y ella con una enorme sonrisa en el rostro-. Si yo mataba a ese demonio shax antes que tú, cumpliríamos un reto que el otro propusiese: si yo lo mataba, caías en caída libre conmigo y, si tú lo matabas, yo tenía que cocinarte tu platillo favorito.

Podían culparlo por apostar? La menor de los Herondale cocinaba de maravilla.

No dijo nada, porque sabía que no valdría la pena discutir. En eso, la joven siempre se asemejaba a una niña pequeña 'Una promesa es una promesa', su frase más conocida.

Comenzó a acomodarse mejor la ropa, se subió el cierre de la chaqueta del uniforme y se aseguró de que ningún arma pudiese salir volando en medio de la caída.

Hacía cuatro meses que había ascendido, había estado aterrado momentos antes de la ceremonia, pero logró mantenerse sereno y no hacer pensar a los otros cazadores de sombras que era un cobarde. Sus padres no habían estado del todo de acuerdo con esa idea, en especial su madre, que era quien siempre lo había cuidado. Sin embargo, con una charla con Jace Herondale, de padre sobreprotector a madre sobreprotectora, logró convencerle y pues... Aquí estaba.

La primera runa que le pusieron fue una que Christopher había creado especialmente para él, la bautizó como "Primo aspectus", que, si sus clases de latín no eran incorrectas, significaba "Primera vista".

Durante esos cuatro meses, estuvo entrenando día y noche. Al principio, los cuatro menores, que serían Seb, Ford, Sam y Bianca, se veían inalcanzables, pero con el paso del tiempo comenzaron a entrenar juntos, con ciertas diferencias, claramente. Sebastian, por ejemplo, no tenía piedad, mientras que Bian bajaba la velocidad, haciendo que le fuese más fácil tener un enfrentamiento con ella, sin mencionar que había veces que lo dejaba ganar.

Sí, "dejaba", porque Liam está seguro de que podría noquearlo antes de que alargarse la mano a su cinturón de armas.

Su entrenamiento no fue en vano, puesto que hacía una semana había comenzado a salir a cazar con los demás. Se sentía como si hubiese estado con ellos desde que tenían memoria: charlaban, bromeaban y peleaban en perfecta armonía.

Fue justamente hace dos noches que hicieron la apuesta de la que la chica hablaba, no recuerda haber tenido tanta necesidad de matar un demonio, desde que podía ver le causaban terror las alturas. Obviamente, no llegó ni a rasguñarlo que Bianca ya había decapitado al demonio.

- Vas a atraparme, no?- preguntó, volviendo al presente y maldiciendo una y otra vez el momento en el que pensó que podría siquiera apostar con la rubia.

- Por supuesto, no tienes que preocuparte de nada- le aseguró.

Se giró a verla, notando que estaba increíblemente confiada. Cuando comenzó a ver, se quedó embobado por lo linda que era. Sí, Clara le había descrito cómo era físicamente, pero una descripción nunca podría asemejarse a la realidad: cabello rubio casi dorado, el cual solía tenerlo en una cola de caballo alta o en rodete, pero suelto era deslumbrante; y unos ojos verdes esmeralda, vivaces y penetrantes, que te escaneaban de arriba a abajo y podían deducir cosas imperceptibles.

La nueva generaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora