capítulo veintinueve.

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Temo

Estábamos recogiendo los papeles después del simulacro de juicio cuando Mateo sacó su teléfono y lo miró fijamente, con una expresión sombría, antes de salir furioso de la habitación.

Dejé el resto de los archivos en nuestra caja e ignoré las miradas curiosas de Liza y Elmer mientras iba tras él. Lo encontré en la sala de fotocopias, paseándose ante la ventana mientras hablaba por teléfono. Colgó tras un escueto: "Me ocuparé de esto. No pasa nada".

Pude ver el blanco de sus nudillos mientras agarraba su teléfono y lo miraba como si quisiera tirarlo por la ventana.

—Syma.

Mateo arrojó el teléfono sobre la encimera y luego golpeó con los puños el armario, frenando el impulso en el último segundo para que el traqueteo de las bisagras fuera mínimo. Apoyó la frente en el liso paramento de madera.

—Necesito que una cosa salga bien. Sólo una puta cosa. Carajo.

Volvió a agarrar su teléfono y se lo metió en el bolsillo antes de desplomarse contra el mostrador y pasarse una mano por el pelo. Me metí las manos en los bolsillos para contener el deseo de estirar la mano y alisar los mechones en su sitio.

—Contratamos a una niñera para Camila para este verano porque esta vecina que la cuidaba gratis apestaba y no le prestaba atención. Camila necesita que la busquen, y es justo en la mitad de mi turno de esta noche, y mi madre ha estado trabajando hasta tarde para poder, con suerte, conseguir este aumento, y la niñera dice que le ha surgido algo de última hora. Como, ¿no es esa la historia de la vida? Todo el mundo tiene mierda que hacer. Pero es por eso que la contratamos en primer lugar. Para que antepusiera nuestras mierdas a las suyas —Mateo cerró los ojos, apretó los talones de las manos contra ellos y luego expulsó el aire que subía por sus mejillas en un largo y exasperado resoplido—. No es un gran problema. Realmente no lo es, mierda. Puedo recoger a Camila y llamar y llegar tarde como ya he hecho otras cinco veces este mes. Pero Jesús, a veces es tan... me da envidia la gente cuya mayor decisión es si quieren hielo en su café. Y lo sé. Sé que todo el mundo tiene su propia mierda. Tengo mucha suerte de estar aquí en primer lugar. Sé todo esto —Levantó una mano, como si estuviera a punto de interrumpirlo—. Ignórame. —dijo, desinflándose, y luego parpadeó—. ¿Por qué estás aquí?

Quería alcanzarlo, tocarlo. En realidad, a la mierda, ya que estaba soñando a lo grande: quería meter su culo en un avión y despegar hacia una isla desierta donde pudiéramos comer mangos, construir un cobertizo y follar todo el día, con nuestros cuerpos resbaladizos por el sudor y la crema solar. Pero a falta de un hada madrina que me concediera mis deseos, todo lo que tenía era lo mundano.

—Puedo llevar a Camila a donde necesite ir. Incluso quedarme con ella si lo necesitas.

—Ese no era el punto. Sólo estoy teniendo una rabieta. Está bi...

—Dime dónde recogerla y déjame hacer esto. —interrumpí, su exasperación alimentaba la mía. Últimamente era contagiosa. Todavía no había dormido lo suficiente. No había tenido suficiente... nada, en realidad. Mateo parecía estar igual. No podía soportar verlo molesto—. No es una carga.

Me miró fijamente, con la frustración marcando las comisuras de los ojos y la boca, lo que lo hacía parecer cansado y más viejo de lo que era.

Luego asintió con la cabeza.

—Bueno, sí. Gracias. Sería estupendo. La película termina a las seis. Puedes dejarla en el restaurante. Myra trae a su hijo todo el tiempo, así que estará bien. Ella puede pasar el rato en la oficina, y yo pediré que me corten un poco antes.

try me | matemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora