Capítulo catorce.

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Temo

—¿Quieres otra ronda? Yo invito.

Santiago golpeó mi vaso vacío. Tenía un buen zumbido, pero de todos modos asentí con la cabeza mientras él levantaba la mano para llamar a la camarera.

—¿A dónde fue Mila? —No la veía desde hacía un largo rato y me di cuenta de que durante la última media hora sólo habíamos estado Santiago y yo hablando de cosas. Nos habíamos ido a Elixir después de beber y comer en el Bar Veintidós. Había pasado casi cuarenta y cinco minutos hablando con el Sr. Benitez sobre la empresa, lo que me hacía sentir muy bien. Había jugado una partida de billar con Liza y Elmer, había evitado a Mateo más allá de una rápida inclinación de cabeza y había podido ir al juzgado con Nelson a primera hora de la tarde. Así que sí, me merecía este pequeño zumbido agradable. Desde que el bar había abierto al público a las nueve, cada vez era más difícil ver caras conocidas. Los peces gordos se habían trasladado a una sección de balcones con cuerdas o se habían ido a casa, y estaba bastante seguro de que era Lena a quien había visto con Nelson en la pista de baile.

—Uhhhh... —Santiago buscó entre la multitud y luego señaló—. Ahí jugando a los dardos con ese tipo cuyo nombre ya he olvidado. Oops.

—Me pidió que jugara a los dardos con ella antes.

Santiago llenó nuestros vasos y luego envió una mirada despreocupada a la multitud.

—¿Estás interesado en ella?

—No —Di un trago a mi cerveza y me lamí los labios—. Es linda, pero... —No se burla de mis corbatas ni tiene una boca tan sexy tanto cuando frunce el ceño como cuando sonríe—. Ahora mismo estoy intentando centrarme en las clases de verano y en la pasantía. —dije sin ganas—. ¿Y a ti?

—No es exactamente mi tipo. Unas cuantas curvas de más.

—No quería... —Mis mejillas se calentaron, incluso cuando me di cuenta de que se estaba burlando de mí.

—Necesitas pasar un fin de semana al sol. Así será más difícil saber cuándo te sonrojas. —Santiago se rió, y yo me llevé una mano a la mejilla como si pudiera quitar el fuego en ella.

—Yo... sí. Definitivamente debería hacerlo. —Nervioso, no sabía qué carajo decir a continuación, así que agarré mi vaso y tragué un montón de cerveza.

Santiago desvió la mirada hacia la pantalla grande del televisor que reproducía un partido de béisbol. Me sentí aliviado cuando empezó a hablar de estadísticas, algo que yo podía discutir con sólo la mitad de mi cerebro funcionando. Discutimos sobre el nuevo lanzador de los Cubs durante un rato antes de que volviera a dirigir su mirada hacia mí.

—Bien, me muero de curiosidad, y va totalmente en contra de la política de la empresa que pregunte, pero hemos estado lo suficientemente cerca el uno del otro como para considerarnos... ¿amigos? Y ya que hablamos de eso antes... ¿eres bisexual? Porque te encuentro atractivo y divertido. Inteligente, también, y...

—¿Qué? —Me atraganté con mi cerveza hasta el punto de escupir y tuve que dejar el vaso para golpearme el pecho.

Esta vez, Santiago fue el que se sonrojó.

—Mierda. Tu padre pareció insinuar... —Se interrumpió con una mueca de dolor—. ¿Así que es incorrecto o se supone que no debo saber o...? —Apenas lo escuché, estaba tan condenadamente ocupado devanándome los sesos tratando de averiguar cómo carajos le había dado esa impresión a mi padre—. Olvídalo. Absolutamente el momento equivocado. Mierda. —Santiago se pasó una mano por la cara antes de sacudir la cabeza.

try me | matemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora